Lunes, 26 de septiembre de 2011 | Hoy
MUSICA › EL BLUES Y EL REGGAE BUSCAN CAMINOS DE DIFUSION POR FUERA DE LO EVIDENTE
Sebastián “Rasflek” Gómez se dedica a la versión local del sonido jamaiquino. Mauro “Easy Babe” Diana hace lo propio con el blues. Ambos son referentes válidos para investigar por qué dos vertientes históricas de la música nunca la tienen fácil.
Por Luis Paz
Sebastián Gómez y Mauro Diana, uno desde el reggae y otro con el blues, son dos de los más inquietos trabajadores de la música independiente que puedan contarse por estos días: son productores, artistas y comunicadores de sus culturas; llevan adelante un programa de ciclos, de compilados y de informaciones compartidas, y cada uno en su ámbito, están respondiendo (a paso lento pero arduo y sostenido) a la federalización de esas estéticas. Salvando las distancias entre sus mundos, ambos luchan, también, contra problemas similares, aunque desde lugares distintos: un reggae en alza que industrialmente está ocupado por cinco o seis nombres hace una década y un blues ya no tan en baja que en ese mismo tiempo no ha conseguido nuevos referentes. Los dramas son los transversales a toda la producción artística independiente argentina: la dificultad de generar interés y conocimiento sin contar con apoyo oficial ni mediático ni industrial, las sabidas complicaciones económicas que conlleva producir cultura para ir a pérdida, y la embestida de la cultura mainstream industrial que, además, ocupa lugares y públicos. Pero no bajan los brazos: están en una cruzada que es educativa y es cultural; y en eso, aceptan, ningún gasto es pérdida.
Sebastián Gómez también es conocido como Seba Rasflek. Todo depende del lugar desde el que se lo mire: cuando ocupa escenarios como DJ o en plan soundsystem, donde lleva a una práctica performática aquel mismo trabajo de difusión y producción, es Rasflek. Cuando organiza los ciclos y compilados Buenas Vibraciones, cuando hace de manager de bandas o difunde a través de la radio y los medios gráficos, es Gómez. Diana, por su parte, es el que es docente en la Escuela de Blues de Buenos Aires, productor y comunicador de los ciclos y compilados Blues en Movimiento o el que organiza el programa Blues en los Barrios. Pero sobre los escenarios, con el cuarteto Easy Babies, a veces es más conocido como “el Easy Babe”. Ambos llevan más de tres décadas en este mundo y una y media en sus mundos seleccionados: el blues y reggae locales que pelean cada día.
De hecho, Gómez ya ha publicado a 90 bandas de todo el país en los cuatro volúmenes del compilado Buenas Vibraciones, que también funciona como un festival itinerante que lleva a los grupos de un lado al otro del país; y Diana, que acaba de encabezar la edición del compilado Blues en Movimiento, de nuevos exponentes del género, piensa en publicar otro dedicado al blues que se está haciendo en el interior argentino. Sumado eso a sus intereses investigativos y pedagógicos, difícilmente se puedan hallar mejores interlocutores para tener un panorama sobre esos ámbitos.
–¿Cómo es este momento para el reggae y para el blues de producción local e independiente?
Gómez: –Indudablemente, como observador del reggae debo decir que está en su mayor nivel de masividad histórico y que es de importancia en la región y en muchas partes del mundo. Se han ido generando espacios en las provincias y actualmente hay unas 500 bandas independientes de reggae, de ska y de música jamaiquina en actividad. Pero como productor, entiendo que bandas que gocen de buena salud en cuanto a la difusión y supervivencia económica, habrá cinco o seis.
Diana: –En el caso del blues, en esta década se vieron las consecuencias de que no haya habido en los ’90, cuando sí tuvo un muy buen momento, la preocupación por generar un circuito que fuera sustentable. El blues está hoy fuera de los medios de comunicación, no tiene lugares ni un apoyo oficial ni productores. Lo interesante es que algunas bandas entendieron que es importante juntarse de un modo organizado para generar algo para el blues en general y no sólo para una banda o dos o tres; y que los jóvenes se han acercado mucho al estudio y a la creación de blues.
–Para ponerlo en perspectiva: ¿cómo eran esos mismos ámbitos quince o veinte años atrás?
Gómez: –El reggae era más una rareza a la que pocos tenían acceso. Para conseguir quince discos vitales del reggae, en los ’90 recorrí disquerías en cuatro barrios durante seis horas. No había Internet, discos ni medios del palo. Aunque estaban algunas bandas (Los Pericos, Los Cafres), el reggae era mucho más un ghetto que, curiosamente, era más fuerte en zona norte, a diferencia de la idea del ghetto jamaiquino: porque podían comprar vinilos, viajar a los lugares de la cultura.
Diana: –El blues propiamente dicho tenía sus exponentes, pero no había un movimiento, algo que recién se está armando ahora, muy lentamente; aunque pasaba un muy buen momento. La cuestión es que no se generó cultura blues sino cultura del cliché del blues. Nosotros, con Easy Babies, acabamos de publicar un disco del que me orgullece decir que no usa la palabra “nena”.
–¿Cuáles son las características de la producción actual? ¿Es federal? ¿Hay buen nivel musical?
Gómez: –Hoy por hoy hay bandas que hacen muy buena música y que están en distintos niveles de difusión y convocatoria, pero sobre todo hay mucha variedad y cosas con personalidad en lo independiente. Córdoba y Santa Fe se establecieron como espacios centrales para el reggae del país, aunque está habiendo producción en casi todas las provincias, inclusive en Tierra del Fuego.
Diana: –Hay un buen nivel de blues y algo que lo muestra claramente: cuando viene algún viejo blusero, algún nombre importante de la tradición, tocan con bandas armadas con músicos de este país (N. de R.: Diana mismo suele ser parte de esos ensambles de apoyo). Aunque la cantidad de lugares, de productores del interior y de personas interesadas es mucho menor que en el reggae.
–Más allá de que haya esa producción, ¿se puede pensar en un reggae y en un blues argentino?
Gómez: –Totalmente. Creo que la mayor virtud del reggae y una de las causas de su crecimiento fue que se lo pudo “argentinizar”, que se pudo hacer un reggae que no hablase de boboashantis (miembros de la religión rasta), de Jamaica y de Babylon. Y además se volvió representativo para los chicos, creo que por dos cuestiones: su acercamiento a la cumbia, que es algo muy popular; y el agotamiento de la idea del rock barrial y el fin del bengalismo con Cromañón, que llevaron a que los jóvenes buscaran refugiarse en tiempos violentos en un mensaje de paz, unidad y no violencia.
Diana: –En mi caso, no estoy seguro. Van surgiendo nuevas bandas de a poco y los jóvenes están más cerca del blues, pero en líneas generales el cliché sigue siendo mayor y eso perjudica que se genere un blues realmente argentino. Alejandro Medina ha hecho mucho por eso, también Pappo, pero sobre todo hay una desinformación que alimenta la idea de que el blusero es un viejo negro y borracho que toca la guitarra y habla sobre recoger algodón, cuando en realidad acá hay un blues hecho por jóvenes, chicos y chicas, de 20 o de 25 años que visten, tocan y cantan de modo normal.
Para seguirla, Gómez acaba de llevar este fin de semana el Buenas Vibraciones a Córdoba, y en noviembre irá hacia Neuquén, Catamarca, Tucumán y Jujuy, siempre con algunas de esas 90 bandas de todo el país y un bolso cargado con 20 años de cultura y trabajo reggae. También puede escuchárselo en FM La Siglo de Zona Oeste (100.3 MHz o vía web), los jueves, desde las 21 hasta la medianoche. Y Diana, junto a su grupo Easy Babies, está presentando en vivo su elocuente disco El blues paga mal y el primer volumen de Blues en movimiento.
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