MUSICA › EL CORO ACCENTUS Y EL ENSEMBLE ORCHESTRAL DE PARíS BRILLARON CON EL REQUIEM DE FAURé
El coro y el ensamble franceses, bajo la dirección de la magnífica Laurence Equilbey, dieron en el Colón uno de los conciertos más perfectos que puedan imaginarse.
› Por Diego Fischerman
Desde el Requiem gregoriano (que Berlioz citó en su Sinfonía Fantástica y Ginastera en Bomarzo) existe una larga tradición musical de misas para difuntos de las cuales la bellísima Missa pro defunctis de Johannes Ockeghem, escrita alrededor de 1460, es la primera versión polifónica que se conserva. Mozart (que no lo completó), Brahms (con otro texto y un título levemente distinto, Requiem alemán), Dvorak y Verdi escribieron los más famosos. Y todos ellos están compuestos casi en contra de la idea de Dios. Más anticlericales que laicos, en ellos hay muy poco de la asunción de la muerte y la resurrección que el cristianismo supone. El que Gabriel Fauré compuso entre 1887 y 1891 es una excepción. Es, sin duda, una de las obras más atípicas y geniales no sólo dentro del subgénero de los requiem sino de toda la historia.
Aunque lo había escrito originalmente para una orquesta pequeña, sin violines ni maderas, y lo estrenó en la iglesia de la Madeleine, las necesidades del mercado lo llevaron a publicar, en 1901, una versión de concierto, con el agregado de violines, flautas y clarinetes que, aparentemente, fue realizada por su alumno dilecto Roger Ducasse. Esta fue la versión que presentó en el Colón el coro francés Accentus, uno de los más destacados del mundo, junto al Ensamble Orquestal de París y con la dirección de Laurence Equilbey, en un concierto que no sólo fue uno de los mejores de los últimos tiempos sino uno de los más perfectos que puedan imaginarse. Accentus es tal vez el único coro que ocupa el hoy esquivo lugar de estrella discográfica. Sus dos álbumes de transcripciones, donde cantan el Adagio de Barber o el de Mahler, vendieron miles de copias en Europa, y entre los hitos de su producción están la versión con piano a cuatro manos del Requiem Alemán de Brahms (estrenada por su autor en Londres) o la original, con acompañamiento de piano, del Stabat Mater de Dvorak. Eso, además de un disco notable con la música coral de Arnold Schönberg, donde también participa el Ensemble Intercontemporain, fundado por Pierre Boulez. El grupo acaba de publicar su registro del Requiem de Fauré, grabado en la propia iglesia de la Madeleine –donde el compositor era organista–, aunque para el disco eligió la versión original, estrenada en 1893. Lo interesante es que la lectura de concierto, presentada en el ciclo del Mozarteum Argentino, no fue ni menos detallada ni menos íntima que la de iglesia, registrada en disco. En una y otra, en todo caso, hubo el mismo tratamiento de la palabra, del sentido de cada texto y de orquestaciones que, aun en sus momentos más masivos, apuntan siempre más a una cuestión de color que de impacto.
Una orquesta excelente, precisa y expresiva, con muy buenos solistas y un sonido grupal de gran empaste, fue el partenaire ideal de la fantástica directora Laurence Equilbey, conductora y creadora de Accentus. Con atención de orfebre en los matices y, al mismo tiempo, siempre pendiente de la línea larga, de cada uno de los movimientos y, a la vez, de las obras en su conjunto, construyó interpretaciones de un nivel extraordinario. “Se ha dicho que mi Requiem no expresa el miedo a la muerte y ha habido quien lo ha llamado un arrullo de la muerte”, escribía Fauré. “Pues bien, es que así es como veo yo la muerte: como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior, antes que una penosa experiencia.” La mirada de Equilbey rescata esa sensación más de recogimiento que de dolor y en ese sentido resultaron fundamentales, también, las actuaciones de Tobías Campos, solista del Coro de Niños del Colón, en un conmovedor “Pie Jesu”, y del barítono Matthew Brook, con su perfecto, casi introspectivo comienzo en el “Libera me”. El programa se completó con dos obras de Berlioz, La muerte de Cleopatra, con una exquisita participación como solista de la soprano Mireille Delunsch, y Tristia, una meditación religiosa para coro y orquesta compuesta casi al mismo tiempo que Lélio, la delirante continuación de su Sinfonía fantástica. El primer bis guardó a su vez relación con el resto del concierto: el juvenil Cántico de Jean Racine, de Fauré. Después, fue la fiesta: un fragmento de La arlesiana, de Bizet.
10-CORO ACCENTUS Y ENSEMBLE ORCHESTRAL DE PARIS
Dirección: Laurence Equilbey.
Solistas: Mireille Delunsch (soprano), Matthew Brook (barítono) y Tobías Campos (niño soprano del Coro de Niños del Teatro Colón).
Obras de Berlioz y Fauré.
Ciclo del Mozarteum Argentino.
Teatro Colón. Lunes 3 y martes 4.
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