Domingo, 30 de octubre de 2011 | Hoy
MUSICA › AEROSMITH CONMOVIO A 45 MIL PERSONAS EN EL UNICO DE LA PLATA
Con la anécdota de la caída en Paraguay de Steven Tyler (que ya se arregló los dientes, pero exhibió un ojo en compota), la banda de Boston dio lecciones de rock and roll, con un saldo en el que las versiones brillantes superaron a las discutibles.
Por Gloria Guerrero
Músicos: Steven Tyler (voz, armónica, percusión); Joe Perry y Brad Whitford (guitarras); Tom Hamilton (bajo); Joey Kramer (batería); Russ Irwin (teclados).
Público: 45 mil personas.
Duración: 120 minutos. Estadio Unico de La Plata, viernes 28.
La clave, al parecer, está en lo que vuela: el martes, Steven Tyler se voló dos dientes en Paraguay; la semana pasada voló un pedacito del techo del estadio de La Plata (reparado contra reloj) y durante la noche del viernes volaron las 45 mil cabezas que fueron a ver a Aerosmith.
Entre tantas bandas veteranas que roban descaradamente vendiendo (muy caras) sus migajas pretéritas, la de Boston resulta una aplanadora apabullante, casi prodigiosa. Hubo que esperarlos desde 1994 hasta 2007 y luego penar por aquella cancelación de su velada en el Hipódromo de San Isidro de mayo del año pasado, que se frustró por razones desconocidas (Joe Perry, hace un mes
y en entrevista exclusiva para Página/12, alegó su operación de rodilla pero, cuando se le recordó que en lugar de venir acá habían tocado alegremente en Chile, dijo: “En realidad no sé qué pasó”). No, claro, no tienen ni idea. Viven en otro planeta. Pero aterrizaron la nave, por fin, acá, de nuevo.
Y esa manía loca de alguna gente de botonear la vieja edad de los músicos que puedan atronar un escenario en una noche así de fantástica (“¡Eh, ah, Tyler cumplió 63; Perry tiene 61!”) a cada uno y a todos les resbaló olímpicamente. Pero, ups, que no se hable de resbaladas: Steven Tyler tiene dientes nuevos.
Hay una pasarela gigante que recorre desde el escenario hasta el campo VIP; este cantante va a trotar por ahí durante casi dos horas, con su ojo derecho negro, totalmente en compota, y su cuerpito flaquito cubierto por todas las pilchas superpuestas que rescató del placard, amén de todos los trapitos (¿Mauricio está al tanto?) que le cuelgan del pie del micrófono y que enarbola como poseso. “Draw the Line” (1977) abre el show; le siguen “Same Old Song and Dance” (1974) y “Mama Kin” (1973), a puro fuego. Pero es en “Janie’s Got a Gun” (1989) cuando la monada estalla de verdad, en grito y en salto, como si un montón de décadas les fueran tan pocas. Todas las canciones del inconsciente colectivo empiezan a sonar.
Y ahí arranca a garuar.
Quienes aseguran que Aerosmith no existe sin Steven Tyler tienen absoluta razón. Pero quienes dicen que sólo gracias a él se sostiene deberían haber visto a Joey Kramer rompiendo su batería a puro puño porque los palos no le alcanzan; a Hamilton en su soberbia intro de bajo que dio pie a “Sweet Emotion”, o a Whitford cuando se le prendió la lamparita para los mejores solos incendiarios posibles. Joe Perry, todos saben, es la tormenta.
Y a las 11 de la noche empieza a llover a baldes, de verdad.
La gente del “campo del medio” corre a resguardarse hacia el sector de populares, pero Tyler va hasta el extremo más lejano de su pasarela, para mojarse de pies a cabeza. “¡God is crying!” (Dios llora, dice) y no le importa el diluvio ni le importará durante otra hora entera más. La lista de temas no incluye ningún adelanto de su nuevo disco (planeado para 2012) pero abruma con “Rag Doll”, “Last Child”, “What It Takes”, “Amazing”, “Cryin’” o “Love in an Elevator”, una larga lista de hits que incluye algunas versiones brillantes y otras un tanto discutibles, pero ganan las brillantes. El sonidista sube tanto el volumen que algunos oídos de abajo chorrean sangre mientras Tyler chorrea bidones de agua de lluvia dulce y cuatro decenas de miles de personas lloran lágrimas saladas durante “I Don’t Want to Miss a Thing”. Perry derrite su guitarra que acopla contra la pared de amplificadores que echan humo (de verdad), y en los coros de “Living on the Edge” canta y repite: “You can’t help yourself from fallin’”... (No podés evitar que te caigas...). Absolutamente empapados, estrolados (y por suerte no electrocutados), los Aerosmith se despidieron con una enloquecida versión de “Walk this Way”.
Hacía tiempo que no se veía a un cantante tan en forma (si de trescientas notas les pifió a diez, da un buen promedio). Hacía tiempo que no se veía a una banda tan entera.
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