Sábado, 12 de noviembre de 2011 | Hoy
MUSICA › MEGADETH SUFRIó PROBLEMAS DE SONIDO Y DIO UN SHOW CORTO EN EL MALVINAS ARGENTINAS
El cuarteto de Los Angeles no logró la contundencia de visitas anteriores ante un público devoto desde hace años. De hecho, los coros de los seguidores debieron suplir lo que no salía de los parlantes, lo que afectó claramente a la “Filarmónica del Colorado”.
Por Mario Yannoulas
Cuando le preguntan a Dave Mustaine cuál es su lugar ideal para tocar, siempre menciona primero a la Argentina. Y no lo hace sólo ante los periodistas o seguidores argentinos. Megadeth es local en Buenos Aires cada vez que aterriza, porque el público local ama a Mustaine, y Mustaine ama que lo amen. Después de todo, lo merece por la calidad de músico que es. Por eso, cada una de sus visitas no es otra cosa que la validación de lo mismo, y un encuentro del que la banda y su público suelen salir favorecidos. Esta vez, la oportunidad era el miércoles en el estadio Malvinas Argentinas. Y con casi todas a favor.
Pero este nuevo paso fue algo en falso. Cuestiones que a priori jugaban en contra (muy pocas, por cierto): primer recital en tierras de América latina de la gira presentación de Th1rt3en –más que interesante decimotercer disco de estudio del cuarteto de Los Angeles–, con las lógicas inseguridades del caso, y la operación de cuello a la que se sometió Mustaine hace muy poco, que hasta había hecho peligrar su llegada. No mucho más, en realidad. Cuestiones a favor: banda local fuera de casa, la formación más creíble en mucho tiempo (dejó de ser el “Mustaine y tres más” de otros tiempos, y la reincorporación del bajista original, Dave Ellefson, aportó más solidez a la base rítmica), excelentes músicos y un pelotón de canciones jugosas. Con ese balance previo salió Megadeth al escenario del Malvinas.
La reaparición en escena de Malón –una de las bandas insignia del heavy metal argentino– con un puñado de temas dejó encendidas a las cerca de siete mil almas que empezaron a ansiar la salida de la aclamada “Filarmónica del Colorado”. La espera se hizo de chicle y las reiteradas pruebas de guitarra de los plomos sólo la hacían más tediosa. Finalmente, el baterista Shawn Drover fabricó el inconfundible ritmo de “Trust” y se desató una fiesta. La primera media hora fue un auténtico baño de clásicos: “In my Darkest Hour”, “Hangar 18”, “Wake Up Dead”, “She-Wolf” y “A Tout Le Monde” se apiñaron en un racimo de hitos metálicos. Verdaderas obras maestras que forman parte del núcleo duro de cualquier concierto de Megadeth.
La celebración estaba en marcha: estaban los globos, los silbatos, las serpentinas y los invitados, pero faltaba el agasajado. Los enormes riffs de guitarra, los notables solos en la guitarra de Chris Broderick, la voz cítrica de Mustaine... todo eso (nada más y nada menos) pasó prácticamente inadvertido, de no haber sido por los coros del público, que reemplazaba todo lo que no salía de las cajas de sonido. Pero con una banda de la calidad musical de Megadeth, era demasiado. ¿Estaban tocando mal? ¿Mustaine la pasaba mal con su garganta? No, simplemente no se escuchaba. Algunos empezaron a armar cantos contra el sonidista, aunque de poco sirvió: todo el show fue igual. “¿Para qué probaron tanto las guitarras si después no se escucha nada?”, preguntó uno. Y tenía razón.
“Va a ser la primera vez que toquemos esta canción en vivo”, adelantó el líder y arrancó ovación. Largó así “Whose Life (Is it Anyways?)”, y luego “Public Enemy Number One”, únicos dos momentos ligados al último álbum. Después, “Headcrusher” y un último baño de clásicos: “Sweeting Bullets”, “Symphony of Destruction” (regístrese y archívese: el “Megadeth, aguante Megadeth” es un invento argentino que da vueltas por el mundo) y “Peace Sells”, con el ingreso de alguien con la máscara de Vic Rattlehead (personaje imaginario ligado a la banda), en un tibio esfuerzo por generar una puesta distinta.
El único bis fue previsible: “Holy Wars”, el último infaltable, dio el cierre para una lista de himnos, pero corta. ¿Listo? Sí, listo. Tan sólo trece canciones en prácticamente una hora de show. Música de despedida, un gran saludo colectivo y el típico speech final de Mustaine, solo en el escenario: “Ustedes estuvieron geniales, nosotros fuimos Megadeth, esperamos que la hayan pasado bien, porque nosotros sí lo hicimos”. Teniendo en cuenta el flaco sonido y lo corto de la presentación, la ovación fue generosa. Teniendo en cuenta lo que vale Megadeth, parecería nunca alcanzar. Pero una banda siempre ambiciosa y su público devoto merecían algo más de música.
7-MEGADETH
Músicos: Dave Mustaine (guitarra y voz), Dave Ellefson (bajo), Chris Broderick (guitarra) y Shawn Drover (batería).
Lugar: Estadio Malvinas Argentinas, 9 y 10 de noviembre.
Público: 6890 personas.
Duración: 65 minutos.
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