Esta Interpol, la banda que actuó el viernes en la tercera y última jornada del año de Movistar Free Music, ciclo que trajo a Jane’s Addiction y presentó a Illya Kuryaki & the Valderramas en su vuelta, fue una policía kármica. Su música y su sonido fueron tan impecables como la interpretación de las principales piezas de sus primeros dos discos y de su reciente y menos brillante placa epónima, pero su misión fue dura: mantener alerta acerca del lado oscuro de la vida, que no es tanto el que uno no muestra como el que no quiere ver, la serie de inconsistencias emocionales y de las más miserables muestras del lado claro del mundo, sean políticas, románticas, de poder o imposibles de alcanzar.

Antecedidos por Inspiral Carpets, una de las bandas de la cruza del rock con el acid house de los ’80 en Manchester, poco descollante pero autora de lindas canciones para la tradición británica, los neoyorquinos Interpol que encabeza el parco cantante y guitarrista Paul Banks volvieron a actuar en Buenos Aires con un espectáculo de buenas canciones disminuidas por su matiz monocromático. El viernes, alguien del público mencionó que “Interpol es una banda brillante si escuchás un tema, una muy buena si escuchás un disco entero y una banda buena pero plomiza si oís un show entero”. La razón del análisis quedó probada, aunque los más fanáticos estallaron aun cuando no hubo pólvora.

No obstante, habrá que avisar que, amparados por la luna llena que extendió su vida en el cielo estos días y armados con sus hits “Slow hand”, “Obstacle 1”, “Lights” o “C’mere”, los caballeros negros del revival del post punk de comienzos del milenio dieron muestra de un rock de guitarras con fuerza rítmica y espacios para la reflexión y la experimentación lo mismo, aún cuando caigan demasiado pronto y a menudo en un mismo chiste que, parquedad mediante, perdió la fuerza de su remate original y se configuró, para su último disco, Interpol, en un lugar común de poco contraste.