MUSICA › EL OíDO DESPIERTO, DE CAROLA BAUCKHOLT, HOY Y MAñANA EN LA SALA CASACUBERTA
Esta ópera sin texto, que fuera encargada por la Bienal de Munich y estrenada en 2008, será parte del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín. “Un ruido narra mucho más que cualquier palabra”, explica su autora.
› Por Diego Fischerman
Es una ópera. Y no tiene texto. Su título no podría ser más explícito: El oído despierto. Su autora es Carola Bauckholt, una discípula de Mauricio Kagel que confiesa que cuando, a los 16 años, escuchó su Repertoire –una composición para un mínimo de cinco actores o instrumentistas estrenada en 1971– cambió su vida. “No entendí nada; quedé fascinada; fascinada y confusa. No se trataba de algo racional; estaba hechizada por algo que no entendía. No recordaba nada, era como si hubiera tenido un nuevo nacimiento”, comenta a Página/12 durante una pausa en los ensayos. La obra se presentará hoy y mañana, a las 20.30, en la Sala Casacuberta del San Martín, como parte del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea de ese teatro, cuya decimoquinta edición viene desarrollándose desde comienzos de este mes.
Escrita para tres cantantes, trío de cellos, piano y cuarteto de percusión, la obra, cuya presentación cuenta con el auspicio del Instituto Goethe, subirá a escena con dirección musical de Erik Oña. Con la participación del Trío de Cellos Blu, el cuarteto de percusionistas Schlagquartett Köln y los cantantes Sylvia Nopper, Truike van der Poel y Matias Horne, todos ellos llegados desde Alemania, el elenco se completará con la pianista Helena Bugallo. “En una ópera, la música es lo más importante”, explica Bauckholt. “La historia genera la música pero en sí no es relevante. Tiene trascendencia por los sonidos que de ella parten. En las óperas, en todo caso, se habla demasiado de la historia y a mí me interesa mucho más cuando los que cuentan son los sonidos. Un ruido narra mucho más que cualquier palabra; alcanza con el sonido de una campaña para poner en escena una historia. Es como una foto de algo y eso es imposible de lograr con palabras. En El oído despierto mi historia es la música en sí.”
Nacida en 1959, Bauckholt llegó al teatro musical cuando era estudiante, a través de su trabajo en el Theater am Marienplatz en Krefeld. Después de terminar la escuela secundaria, estudió composición con Kagel en la Universidad de Música de Colonia. Con el teatro instrumental de Kagel como punto de partida, exploró un amplio espectro de formas de teatro musical experimental y condujo su propia búsqueda sonora. Su primera obra de gran escala fue una pieza de teatro musical y frecuentemente volvió a este género. No comenzó a trabajar con música instrumental hasta más adelante.
El oído despierto fue encargada por la Bienal de Munich y estrenada en 2008. Fue anunciada originalmente con el título Die Macht der Geräusche. Szenische Poesie von Carola Bauckholt (El Poder de los Ruidos. Poesía escénica por Carola Bauckholt). “Desde un cierto punto de vista, es una obra muy arcaica”, asegura su autora. “Va a las raíces de la cosa. Desde el momento en que no tiene texto y en que no hay una historia por fuera de la que estructuran los sonidos, hay una poesía que habita en esa propia cosa. El ruido está en la inspiración de la obra y la composición no hace otra cosa que bucear en la naturaleza de esos ruidos. Los ruidos tienen, también, sus ritmos y sus alturas. El ladrido de unos perros es un material musical, por ejemplo, hay allí polifonía, y un entramado de acentos. Y cuentan una historia por sí solos. No se trata de grabar ruidos y superponerlos sino de estudiarlos, analizarlos y convertirlos en material.”
En esta obra, el grupo de intérpretes aparece potenciado por una gran variedad de objetos cotidianos que se convierten en generadores de sonido. El centro de la pieza es una palangana de zinc; la compositora la usó como base para el diseño tonal de la obra. La palangana es arrastrada por el piso, generando sonidos graves y sus armónicos. También hay esponjas de lavar, pantallas de lámparas, una colección de latas y cajas, bolitas y pelotas hechas de varios materiales, aspiradoras viejas, globos, vasos de plástico y una bolsa de dormir con un palo, entre otros impensados instrumentos.
El oído despierto es teatro musical sin acción narrativa, libreto ni fragmentos textuales: éstos son reemplazados por un lenguaje de sonidos. Pueden ser respiración rítmica o imitaciones de voces de animales: en la partitura, se les pide explícitamente a los cantantes que imiten el llanto de leones marinos, el balido de una cabra y, al final de la obra, el aullido de huskies. Su título en alemán, “hellhörig”, palabra tomada del uso cotidiano, dispara una riqueza de asociaciones. Se refiere a la permeabilidad de los edificios con respecto al sonido, pero también a la conciencia de lo no escuchado. La traducción de “hellhörig” –tener un “oído despierto”– significa no solamente “una buena audición” sino también un oído alerta, ávido y entusiasta. “Es una obra que pide sólo ser mirada y escuchada”, asegura. “Se trata de dejar que el cerebro conecte por sí solo, sin guiarlo con una idea previa. Es una situación física, de la percepción, algo que tiene que ver con el sentimiento que está implícito en el pensamiento, o con los elementos del pensamiento que residen en lo que se siente.”
Dicen, y tal vez fuera él mismo quien lo dijera, que John Cage aseguró alguna vez que el compositor alemán más importante era argentino y se llamaba Mauricio Kagel. Figura central en la música de la segunda mitad del siglo XX, emblema del teatro musical y virtual inventor de la pieza radiofónica como género, Kagel tuvo una relación conflictiva con su país natal, de donde se fue en 1957, por recomendación de Pierre Boulez y con una beca del gobierno alemán, y adonde no regresó con los honores correspondientes hasta 2006, en que presidió un gran festival en su homenaje organizado por el Centro de Experimentación del Teatro Colón. En esa visita, Kagel recordó haber sido alumno de Jorge Luis Borges en Literatura Inglesa y afirmó: “Hay algo que es la curiosidad argentina y a la que le estaré siempre en deuda”.
En sus notas para el folleto de la edición discográfica de La rosa de los vientos, Kagel decía: “Todavía hoy, para mí el sur no evoca el calor, sino el frío, Patagonia, Tierra del Fuego, la Antártida”. La necesidad de esa aclaración era ejemplar, en todo caso, para alguien que se consideraba “extranjero en todas partes”. El compositor murió poco después, en septiembre de 2008, y ahora llega un nuevo capítulo en la recuperación de su obra y su pensamiento. La editorial Caja Negra acaba de editar Palimpsestos, una selección de ensayos, conferencias, comentarios de obra y conversaciones realizada por la especialista Carla Imbrogno que fue, además, la traductora junto a Florencia Martín y Pablo Gianera. Y el libro se presenta hoy, en el marco del Ciclo del San Martín. A las 19 y en la Sala Cunill Cabanellas de ese teatro, la responsable de la edición dialogará con Gianera, que fue también el prologuista del trabajo, con el compositor Martín Liut y con Carola Bauckholdt, discípula de Kagel.
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