Viernes, 27 de enero de 2012 | Hoy
MUSICA › UNA NOCHE DE ALTA CALIDAD EN EL FESTIVAL DE COSQUIN
León Gieco, Víctor Heredia, Teresa Parodi, el dúo Orozco-Barrientos, Juan Falú, Arbolito y Paola Bernal se ganaron la ovación del público a partir de espectáculos marcados por el riesgo artístico. Música para escuchar y/o para bailar, sin golpes bajos ni sensiblerías.
Por Karina Micheletto
Desde Cosquín
En medio de una edición despareja en cuanto a calidad y pareja en cuanto a cantidad (con listas que promedian los 25 artistas por noche, parece imposible ubicarlos a todos sin que en algún momento se vuelva un desfile frenético que perjudica a los de menos cartel), la Próspero Molina del miércoles pasado ofreció una noche de alta calidad. Quizás la mejor en cuanto al nivel de los artistas convocados y las propuestas que cada uno se animó a traer, con tanto riesgo artístico como calurosa aceptación del público. León Gieco, Víctor Heredia, Teresa Parodi, el dúo Orozco-Barrientos, Juan Falú y el fenómeno que volvió a provocar sólo con su guitarra, los Arbolito y la fiesta que desataron en plena madrugada, Paola Bernal y su exquisita propuesta que sigue pidiendo pista para la Consagración fueron alguno de los artistas que marcaron una noche de esas que por aquí se califican como “para escuchar”, pero que son también para bailar, compartir, emocionarse, y también –esto no siempre sucede en Cosquín– para quedarse con ganas hasta el final.
La noche comenzó con el ritual de siempre: la tradicional arenga, los fuegos artificiales, la coreografía del ballet Camin y la poesía del maestro de ceremonias, Marcelo Simón, conocedor del festival desde su primera edición. “Gloria a todos los artesanos menos uno”, dijo esta vez, en referencia a la noche anterior, signada por la presencia de la Mona Jiménez y la polémica previa. “El artesano del rumor –aclaró–, ese que trajo a los profesionales del Apocalipsis prometiendo ríos de sangre, cuando sólo vivimos una fiesta. Gracias por esa noche de paz y alegría.”
Si algo marcó a esta plaza fueron las propuestas especiales que trajeron los artistas convocados, preparadas para la ocasión. Gieco, por caso, dejó de lado su repertorio habitual para hacer uno especialmente centrado en el folklore, con homenajes a Alfredo Zitarrosa, Antonio Tormo, Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, y acompañado, además de su banda, por el trío Las guitarras del amor. “Zamba por vos” de Zitarrosa, “Casamiento de negros”, de Parra, “Cuando llegue el alba”, de Cafrune, fueron parte del repertorio elegido, acompañado por imágenes de los homenajeados. Hubo lugar para una versión de “Kilómetro 11” y, sobre el final, para mostrar un par de temas de su flamante disco, El desembarco. “Así llamaron las Madres a su llegada a la ex Esma para levantar allí su centro cultural. Vaya en esta canción un homenaje a ellas, y a todas las mujeres”, dijo al presentar el tema que da nombre al disco.
Heredia también se centró en el homenaje, en este caso, a Mercedes Sosa. Montó imágenes de la tucumana y terminó cantando de ese modo con ella, y con todo el público, algunas de las canciones más emblemáticas de su repertorio. Logró momentos de gran emotividad, como cuando se sumó el coro de este Cosquín al coro de un Cosquín de los ’80 en las pantallas, cantando “Todo cambia”.
La llegada de Parodi, un rato antes, mostró cómo es posible presentar un repertorio nuevo sin por eso dejar de levantar el calor de la plaza. Lo hizo acompañada de artistas como la uruguaya Ana Prada, la santafesina María de los Angeles Ledesma, los mendocinos Orozco-Barrientos y el grupo Arbolito, además del bailarín Negro Valdivia, que bailó el tema que él mismo inspiró, “Celador de sueños”. La correntina mostró una síntesis del lugar que elige ocupar hoy: el de un puente entre la tradición y el presente, que abre paso a lo bueno nuevo apoyado en su propia historia.
Otro momento alto de la plaza del miércoles fue el de la coscoína Paola Bernal, que se mostró candidata a llegar, al fin, al premio Consagración. Lo de Falú, también solo con su guitarra, fue de antología. Desde 2006 el tucumano se viene presentando de este modo, en lo que es todo un fenómeno si se compara con otras postales que regala esta plaza, cuando baila el ritmo loco del arriba las palmas festivalero. Con él no: la gente lo escucha como en un ritual del silencio, y le regala ovaciones cerradas al finalizar cada tema. “Fue muy raro, lo mejor que viví en Cosquín”, contó después el tucumano a Página/12, y con su ritmo tranquilo confesó: “Me despertaron para venir a tocar, porque mi actuación estaba prevista para mucho después. Así que no tuve tiempo de digitar ni de preparar mucho nada. A veces, la comunicación con el público es extraña, hay algo mágico ahí, inexplicable”. Quizás esta noche metió la cola ese que por aquí convocan como “el duende coscoíno”.
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