MUSICA › LOS DIAZ PASAN VOLANDO Y LAS CANCIONES DE SU SEGUNDO DISCO, SAGRADA ARMONIA
María Eugenia y Juan Martín, hijos de Coco Díaz, vuelven hoy a Cosquín tras doce años de ausencia, pero con la garra intacta: “Es recurrente que uno les tenga temor al volver a empezar, al ‘cómo será’. En eso estamos hoy”, detalla ella.
› Por Cristian Vitale
Un padre vector. Un disco debut que, allá por 1993, los clavó directo en el corazón del folklore argentino con temas motor como “Chacarera del milagro” y “Zamba de mi guitarra y tú”. Y un derrotero –20 años a hoy– signado por presencias, ausencias, pequeños hitos y variaciones. Los hermanos Díaz –María Eugenia y Juan Martín, hijos del popularísimo Coco– fueron y son un dúo que, desde la sólida plataforma de Los Díaz pasan volando –el disco debut–, se movió en múltiples direcciones: seis años seguidos en Cosquín (hoy vuelven a tocar allí tras doce años de ausencia) como precursores de la “corriente joven”; una profusa labor como ensamble teatral-musical para chicos, a través de Mate de Leche; agitadas agendas por el país y un segundo disco (Sagrada armonía) que, pese a los cuatro años que pasaron desde su publicación, aún siguen presentando. “Lo sacamos en 2008 pero no llegamos a tocarlo, casi. Era una deuda que teníamos con nuestro público y ya está: la vamos a pagar”, anuncia María Eugenia, dando cuenta del regreso. “Un poco por mi rol de mamá y otro por el intenso trabajo con Mate de Leche fuimos dejando de lado el proyecto. Cosas que pasan ¿no?”
Sagrada armonía no cuenta con el plantel de invitados del disco debut, aquel que había pegado tan fuerte en el mundillo folk de los primeros noventa. No está el elenco variopinto que lo tiñó de colores, variantes y matices (María Gabriela Epumer, Peteco Carabajal, Mono Izarrualde, Cuti Carabajal, Guadalupe Farías Gómez, y el mismo Coco), pero sí su impronta: 18 piezas, entre chacareras, zambas, candombes, huaynos, gatos, vidalas, cuecas y tonadas; entre temas propios y ajenos, que configuran, como unidad, un modo de hacer “a lo Díaz”. “‘A lo Díaz’ implica tomar versiones y no esquivar vueltitas rockeras o bluseras, sin llegar a complicar los arreglos que son tranquilos y tradicionales... digo, conservamos los instrumentos específicos del género y respetamos las métricas”, define la pata femenina del dúo y lo refrenda en concreto: en “La amorosa”, por caso, zamba clavada para cantar junto a su padre en reuniones familiares; en otra zamba (“Viejito de mis pagos”) que Coco compuso en homenaje a los viejitos musiqueros de Santiago del Estero; en una chacarera femenina y bluseada junto a las Blacanblus (“Mora y el príncipe”); en una perlita que encuentra a María Eugenia cocomponiendo un huayno junto a Alfonsina Storni: “La inacabable”. “Lo musicalicé de pura atrevida, pero no podíamos lograr que su hijo autorizara el tema, hasta que un día lo llamé, nos citamos, nos conocimos, tomamos un café, le hice escuchar el tema en un discman y accedió. Fue un golazo”, cuenta la autora de “La fuerza del engaño”, el hit popularizado por Marcela Morelo.
–También hay un homenaje a Eva Perón: “El renunciamiento”
–Es una zamba, y creo que la más emotiva del disco. La tocamos en la estación de Los Toldos, justo al lado del monumento a Eva, y no llego con palabras a explicar lo bello que pasó ahí. Tampoco para hablar demasiado de “Siguiendo el mismo camino”, un gato cuya melodía me pasó mi viejo y yo traduje en letra para contarle a la gente que nosotros tenemos una abuela nacida en Salavina y que, pese a que mi padre hacía más bien música del litoral y nos influyó un montón, también tenemos esa gota de sangre salavinera.
–Una gota grande: casi la mitad de los temas de Sagrada armonía son chacareras.
–Es que de mi padre mamamos más la cosa de vivenciar su profesión: los viajes, los ensayos, las creaciones y sobre todo sus lecciones de dignidad. El acaba de cumplir 76 años y todavía nos guía con su forma de pensar y de manejarse en la música y en la vida. Siempre digo que, además de haber sido el solista que más discos de folklore vendió junto a Antonio Tormo, es un tipo cálido, querido y respetado por sus pares que, además, hizo reír, cantar y bailar a la gente durante muchísimos años. Es un tipo que no tiene segundas ni dobleces: un tipo auténtico.
–¿Qué es Mate de Leche, en esencia?
–Nuestra cara infantil (risas). A ver: una comedia musical folklórica que fue programa de radio, obra teatral, disco y cuatro espectáculos con el eje puesto en la diversión y la educación. Aventuras en la ruta 40, el último espectáculo que hicimos, les enseña a los chicos a ponerse el cinturón, respetar los semáforos o cruzar la calle, en un recorrido alucinante por la ruta que une todo el país, y es alucinante porque es como un paralelo con la 66 y, para los chicos, con Cars: la flashean mientras nosotros aprovechamos para ir cambiando ritmos folklóricos según pasan las provincias.
–¿Cuesta sostener un proyecto común con un hermano? Ya van por veinte años...
–¡Ja! ¡Tampoco es que estamos todo el tiempo como la familia Ingalls! Hay momentos en los que no estamos de acuerdo con algunas cosas, y discutimos, pero el corto circuito enseguida pasa... creo que es el secreto de poder trabajar juntos durante tantos años.
–Incluso, sostenerse y poder seguir cuando ocurre un disco tan exitoso y participado como el primero.
–Totalmente, porque uno el primer disco lo hace con los temas que compuso durante años, y se estuvo preparando casi siempre. Para el segundo se trata de seguir tratando e intentar continuar la línea, algo que a veces se logra y a veces no. Sagrada armonía es un disco que tardamos mucho en editar porque no teníamos dónde... por suerte Acqua creyó en nosotros, pero como los tiempos cambiaron tan radicalmente, me encuentro con que tengo que salir a pecharlo de una manera muy distinta, más sacrificada. Es recurrente que uno le tenga temor al volver a empezar, al “cómo será”. En eso estamos hoy.
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