Vie 10.02.2012
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MUSICA › LA EMOTIVA DESPEDIDA A LUIS ALBERTO SPINETTA

Un grito colectivo de admiración

Acompañaron a la familia del artista muchos amigos, entre ellos Charly, Fito y León, además de numerosos admiradores, que lo saludaron con un aplauso conmovedor.

› Por Karina Micheletto

Pasada la conmoción colectiva que significó la noticia para tantos, entre la admiración, el cariño y el agradecimiento hacia quien se reconoce como creador de belleza, empezaron ayer las maneras de procesar la despedida a Luis Alberto Spinetta. La primera, en el velatorio, hasta el mediodía de ayer, y más tarde en el cortejo fúnebre y en un cementerio privado de Pilar. Allí acompañaron a la familia del artista numerosos amigos, entre ellos Charly García, Fito Páez, Fabiana Cantilo, León Gieco, Ricardo Mollo. Pero también, y a pesar de que se había anunciado el deseo de la familia de llevar adelante una ceremonia íntima, se acercaron en forma espontánea numerosos admiradores, que despidieron a Spinetta con aplausos tan respetuosos como conmovedores y con un grito multiplicado: “¡Gracias, Flaco!”.

Desde las redes sociales, los hijos de Spinetta manifestaron no sólo su despedida, sino también el agradecimiento al cariño puesto de manifiesto. Dante Spinetta escribió en Twitter: “Gracias a todos por los mensajes. Sé cuánto quieren a mi viejo. Gracias de corazón amigos, fuerza... abrazos”. Una vez cremados los restos, el músico contó la idea de la familia: “Más adelante vamos a decir dónde esparciremos las cenizas. Probablemente sea en el Río de la Plata, donde está su padre. Así van a poder ir a tirar una flor y ver el atardecer con él. Ahora mi papá pasó a un mejor plano. El es el mejor, es inmortal y aunque su cuerpo no aguantó más, su mente sigue brillando”.

Aunque en determinado momento pudieron ingresar algunos seguidores para un último adiós, la capilla ardiente que despidió a Spinetta estuvo reservada únicamente para la gente más cercana al músico. Esta vez, los medios de comunicación debieron transmitir desde la calle, manteniendo un inusitado respeto. Lo mismo ocurrió durante las primeras horas en que se conoció la noticia (aunque en un momento la familia tuvo que salir a pedir espacio en la puerta de la calle de la casa de Villa Urquiza en la que murió Spinetta, donde llevaban adelante una primera íntima despedida). Quizás –es de esperar– el atípico código de respeto tácito surgió como una reacción reparatoria, tras la agresión de una prensa capaz de montar un operativo de engaño, para poner en tapa la foto de un Spinetta enfermo.

Ninguno de los más cercanos entre los que despidieron los restos de Spinetta, por otra parte, dieron de comer a la máquina de obviedades que son los móviles esperando para tirar algo en vivo. Páez, García, Gieco, Mollo, Cantilo, los compañeros de Almendra, Javier Malosetti, Nicolás Pauls, Mono Fontana, Guillermo Vilas, Gillespi, René Pérez de Calle 13 y Carolina Pelleriti llegaron tan silenciosos como se fueron al velatorio de la calle O’Higgins y al cementerio. Así que no hubo mucho más que rellenos de palabras de conductores, y algún que otro material de archivo, para cubrir la tarde de ayer.

Una nota mostró la imagen de Spinetta entre sus vecinos del barrio de Villa Urquiza. Hubo algo de hallazgo allí, en el sentido de reconstruir una faceta no conocida, quizá no imaginada cuando se piensa en una estrella de rock. Apareció, por ejemplo, el panadero, que además de contar que el músico iba a pedirle medialunas de grasa, señaló que se había ganado el apodo de Bill Evans por parte de Spinetta, “porque decía que tenía buenas manos, que hacía arte con los dedos”, explicó. Allí mismo estaba la foto dedicada al Bill Evans de Villa Urquiza, hecha cuadrito y colgada en la pared. Spinetta hasta lo incluyó en los agradecimientos de sus últimos discos. Postales de un modo de vida, llenas de cariño hacia familiares, amigos, vecinos con los que se construyó un mundo, lejos, muy lejos, del tono ególatra de rock star con el que suele teñirse el género.

Lejos de este mundo

Entre los que fueron a despedir a Spinetta en forma espontánea, muchos llevaban remeras con su cara siempre joven, o la tapa del álbum de Almendra con la eterna lágrima, que también acompañó la edición de Página/12 de ayer, a la que se refirió la Presidenta (ver aparte). Había carteles escritos con pulso apurado, todos con referencias a letras de canciones, frases bellas que adquirieron más sentidos en la despedida. Lejos de los ritos morbosos colectivos que se vieron en las despedidas de algunos famosos, el respeto fue la marca, también, en los seguidores.

“¡Gracias, Flaco!”, siguió expresándose la despedida colectiva en el cementerio. Cuando llegó el féretro, lo rodearon los hijos y los amigos de la infancia de Spinetta: Edelmiro Molinari, Emilio del Guercio, Rodolfo García. Los mismos con los que Spinetta comenzó a escribir la historia del rock nacional. Bella manera, podría pensarse, de irse de este lado del mundo: junto a los hijos y a los amigos queridos que supo conservar.

Muchos otros que lo querían se expresaron de diversas maneras. Pedro Aznar le dedicó un bello poema, igual que la periodista Gloria Guerrero (publicado en el pirulo de tapa de la edición de ayer de este diario). También se expresaron Moris, Palo Pandolfo, Andrés Calamaro, Teresa Parodi, Erica García, Diego Torres, Raúl Carnota, Héctor “Pomo” Lorenzo, entre muchos otros. Desde el exterior hicieron llegar su saludo y reflexión figuras como Chavela Vargas, Jorge Drexler, los chilenos Inti Illimani, Silvio Rodríguez, quien publicó una foto y la letra de “El anillo del Capitán Beto”. Cristina Bustamante, la novia de adolescencia de Spinetta –la mismísima “Muchacha ojos de papel”– contó en una entrevista al diario Ambito Financiero: “Hablé por teléfono con Luis en octubre y me contó que estaba muy enfermo. Me dijo algo que me conmovió: ‘Estoy preparado para esto. Vengo preparándome toda la vida para este momento, y ya dije todo lo que tenía que decir’. Luis no era una persona religiosa; ninguna de sus letras habla de Dios, pero desde chico estudió filosofía y fue eso lo que lo preparó para la muerte. Y pese a ser agnóstico, estoy segura de que John y George van a estar esperándolo donde quiera que vaya su alma”.

Entre las despedidas que inundaron las redes sociales, circuló el escaneo de una vieja tapa de Gente. Era de los tiempos en que el romance de Spinetta con Carolina Pelleriti era tema de tapa. La revista titulaba “La pareja increíble”, y no le quedaba otra que dar la foto de la pareja, pero con Spinetta con un cartel colgado: “Leer basura daña la salud. Lea libros”.

En su último disco, ya comprometido con la causa de Conduciendo a Conciencia, Spinetta dejó también entre los agradecimientos lo que hoy se lee como un manifiesto: “Nunca experimenté de esta manera el respeto por la vida, y nunca me importó tanto como hoy la música y la lírica, apenas miriñaques inertes en relación con la importancia que debo asignarle a ese respeto. (...) He tratado de corregir lo irreparable en forma de canciones predestinadas al silencio y uno nunca lo consigue por completo. Y allí, donde se decae, surge la inspiración de todas esas almas, almas de quarzo, aluminosas, iridiscentes, lejanas y cercanas a la vez. Almas que un mañana abrazaré con todo, lejos de este mundo que a veces luce ridículo”.

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