Domingo, 12 de febrero de 2012 | Hoy
MUSICA › HOMENAJES PARA SPINETTA EN LA APERTURA DEL COSQUíN ROCK
Dante Spinetta cantó “Post crucifixión” durante el set de Illya Kuryaki & The Valderramas, Charly García abrió con “Rezo por vos”, Massacre hizo “Ana no duerme” y Calle 13, “Todas las hojas son del viento”. Y 40 mil personas celebraron la vida y la obra de un gran creador.
Por Luis Paz
Desde Santa María de Punilla
Dante Spinetta hereda “Post crucifixión” de su padre, sobre la pasarela que nace en el escenario principal y se vuelve península en este mar de gente. Es durante el show de Illya Kuryaki & the Valderramas, en el Cosquín Rock 2012, pero el orgullo catártico con el que el mayor de los hijos de Luis Alberto interpreta esa descomunal música creada por su padre y Pescado Rabioso ocurre a la vez en un homenaje donde el marco no importa y que el rock argentino le rinde instantáneamente al Flaco a dos días de su muerte, en el pequeño valle del Aeródromo de Santa María de Punilla por el que él había pasado hará este martes un año. Dante no es otro miembro del padrón tributario; es su hijo. Por eso emociona tanto sentir su polenta para recrear esa gran belleza. En sus manos, “Post crucifixión” es tan canto de resurrección como en las de Luis Alberto, aunque el “abrazamé, madre del dolor” se imprima hoy de tantos nuevos sentidos. El público lo sabe y ésta es la historia del día, el rock entendiendo solidariamente que la muerte de Spinetta padre es más que la partida de un artista excepcional, es también la finalización de una vida y la interrupción de un entramado de vínculos mucho más profundos que los que se tienden con un estribillo. Es la irremediable ausencia de un artista capaz de colorear días grises y armonizar los monocordes. Massacre, Calle 13 y, más resonantemente, Charly García apuntalan con sus actos esta misma idea, ante 40 mil convencidos.
En principio, la banda de rock que comanda el cantante Walas, que apareció en escena con una remera de Pescado Rabioso y, junto al resto del quinteto, comenzó su recital con una versión de “Ana no duerme” que realiza hace varios años. En Massacre, la influencia de Spinetta se aclara en la voluntad dignataria de un rock de altura, de una música argentina, poética, grácil y con convicción. Si Almendra, Invisible y Pescado Rabioso fueron por igual invitaciones menos o más específicas al caos de un complot simbólico contra el envejecimiento de un sentido común separado de los valores más ricos y acercado a los valores de la riqueza comercial, la existencia de Massacre hoy en una de las plataformas menores de este mainstream es, a su modo, continuación de esta batalla cultural y de una línea narrativa spinettiana cercana a fantasías, misticismos, cosmogonías y fábulas urbanas.
Lo de Illya Kuryaki & the Valderramas (que actuó en Córdoba en el marco de su gira de reunión) haciendo “Post crucifixión” suma a la historia de una supervivencia generacional y testimonial: ante la muerte se reafirma la vida en un trabajo colaborativo que le da forma a una cultura que sobrevive a sus autores. Con todas las distancias, IKV fue expresión de un argot juvenil como Almendra en su momento. Otros tiempos y músicas; y sin embargo, la misma canción erizando cada vello habido.
Calle 13 y su versión de “Todas las hojas son del viento” –en manos y voz de Ileana Cabra y el guitarrista de Charly García, el chileno Kiuge Hayashida– son expresión, a su vez, del alcance trasnacional del arte relevante y memorable. Aunque su concierto se centre en una compilación de músicas populares latinoamericanas basadas en una reseña de marginaciones, luchas y operaciones favorables y contrarias al futuro del continente (como el de Massacre se basa en una ampliación del foco del rock como música incidental para ubicarlo como eje de culturas admitidas y pujantes; y el de IKV en la simbiosis de un nuevo lenguaje juvenil multimedia, callejero y sensual), que ese tema de Spinetta aparezca entre tanta línea política y música bailable es otro gesto de respeto extranjero.
Aunque el concierto de Las Pastillas del Abuelo se desarrolla sin sobresaltos ni versión alguna, mientras en el escenario secundario, dedicado al rocanrol, acaba la carta blanca del rock tradicional, será luego de la galería de canciones de este grupo de crecimiento sustentable en todos los aspectos que Charly García subiría al escenario para cerrar, Cosquín Rock entre otra serie de gestos a Spinetta. García apunta que “es posible encontrar la alegría en sentimientos así” y nadie está desprevenido sobre a qué se refiere: Spinetta ya no está aquí y a su par le toca, pese incluso a cierto desconsuelo, insistir en la posibilidad de otro punto de vista: si el cuerpo del Flaco se detuvo, su obra continúa cercana, única, presente. Charly opta por encarnizar esa idea, la de un homenaje feliz, dedicándole todo a, como él lo llamó, “mi amigo Luis”, y abriendo su show con “Rezo por vos”, que entre ambos compusieron hace más de veinticinco años. Imágenes de ambos juntos y palabras constantes para el Flaco de por medio, García construyó una síntesis de sus notables shows en el Gran Rex, que repasaron toda su obra. Más de 40 mil personas vibraban entendiendo a fin de cuentas que nada puede escapar y que todo termina, y que si la vida no es eterna, hay que celebrarla ahora. También algo de eso tiene el rock, la instantaneidad rabiosa de un grito que precisa ser dado cuanto antes, y que Luis Alberto Spinetta supo armonizar hasta convertirlo en poesía con talento y sangre.
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