MUSICA › COMENZO EL ABONO LIRICO DEL COLON CON LA PASION SEGUN SAN MARCOS, DE OSVALDO GOLIJOV
Cualquier planteo purista cede frente a la densidad del discurso, la indudable calidad compositiva del oratorio del compositor argentino y un planteo sobre la Pasión que recupera el valor narrativo y emocional de un texto vaciado de contenido.
LA PASION SEGUN SAN MARCOS
Oratorio de Osvaldo GolijovDirección musical: María Guinand.
María Hinojosa Montenegro (soprano), Biella Da Costa (vocalista de jazz), Reynaldo González Fernández (cantante y bailarín afrocubano) y Deraldo Ferreira (capoeirista y berimbau).
Schola Cantorum de Venezuela
Orquesta La Pasión
Sección de cuerdas de la Orquesta Estable del Teatro Colón
Teatro Colón. Miércoles 14
Nuevas funciones: Mañana a las 20.30 y domingo 18 a las 17.
Comienzos que son cuestiones de principios. Pasiones en la Pasión. Un inicio de la temporada de ópera del Colón altamente atípico. Y un acontecimiento musical intenso, trascendente y, también (por suerte) capaz de generar discusiones. Podrá disfrutarse más o menos de las superposiciones, oposiciones y operaciones de montaje de Osvaldo Golijov –que pueden llegar hasta el “Todavía cantamos” de Víctor Heredia–; será posible conmoverse más o menos con su inteligentísima –y sí, profundamente judía– selección de textos del Evangelio según San Marcos y maravillarse en mayor o menor medida con su exquisita escritura vocal y con algunos de los momentos musicales más bellos entre los compuestos en las últimas décadas. Lo imposible es acabar de escuchar su Pasión y no quedarse pensando en ella.
Nada en esta apertura del abono lírico se corresponde con la tradición. No sólo no se trata de una ópera. Es la obra de un compositor argentino y vivo –dos hechos excepcionales–; es una composición problemática, en la mejor de las posibles acepciones del término; resulta, como la mayoría de lo creado por Golijov, difícil de ubicar en la taxonomía que el mercado y las instituciones de conciertos han heredado del siglo XIX; pone en escena la falta de entidad de las viejas categorías de “popular” y “clásico” y su asociación decimonónica con “ligero” y “artístico”, respectivamente. Pero, más allá de cuestiones teóricas, abre su abanico de significaciones posibles ya desde un comienzo (nuevamente principios y Principios) en que lo que suena es un berimbau y lo que se ve es un coro con vestimentas más bien folklóricas, un nutrido grupo de percusionistas y un bailarín de capoeira. En todo caso, cualquier planteo purista cede frente a la densidad del discurso, la indudable calidad compositiva y un planteo sobre la Pasión que, eventualmente, recupera el valor narrativo y emocional de un texto al que la repetición y la hipocresía fueron vaciando de contenido.
La presencia de la cantante venezolana Biella da Costa –con una voz espesa, de graves profundos– y de la soprano española María Hinojosa Montenegro –conmovedora en “Luna descolorida”, la canción que Golijov compuso sobre un poema de Rosalía de Castro– junto a los notables bronces salseros de la orquesta La Pasión y las cuerdas de la Estable del Colón, se unieron a los cantantes de la Schola Cantorum de Venezuela para sostener un relato con una unidad y una fluidez que no sólo no se resienten con el eclecticismo estilístico (que en realidad no lo es tanto) del autor sino que encuentra allí su amalgama. Y es que la diversidad concierne más a los materiales que a su tratamiento, siempre refinadísimo y capaz de dotar de nuevas resonancias esos elementos reconocibles y altamente señalizados culturalmente. Incluso la debilidad de la somera escenificación –Cristo entrando al escenario con sus brazos en cruz; un bailarín de capoeira lejano al virtuosismo pero, por lo mismo, más alejado de la estilización para consumo turístico– contribuye al tono de celebración de pueblo que esta Pasión ostenta. Se trata, claro, de una ilusión. Y, además, de una ilusión casi imposible: aquella en que se unen la máxima de las naturalidades con la elaboración más precisa. La polifonía, e incluso una suerte de macropolifonía, no entre voces sino entre géneros musicales y registros lingüísticos, llega en esta obra a un nivel de paroxismo. Y, no obstante, todo se escucha con la frescura –y el ímpetu emocional– de las festividades callejeras.
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