Giuseppe Verdi solía ubicar muy precisamente las historias de sus óperas en la Historia. Y esa precisión era, en realidad, una coartada: al fin y al cabo, se refiriera a una corte sueca o siciliana, al pasado reciente o a la Edad Media, de lo que hablaba era de la Italia contemporánea. “Verdi escribe I vespri siciliani (Las víspera sicilianas) mientras rige la censura austríaca en Milán”, reflexiona Eric Vigié, régisseur de la puesta de esta ópera que se verá en el Colón a partir de mañana. “Y lo que se lee entre líneas, como en muchas de las óperas de Verdi, es distinto de lo que sucede en apariencia.”

Encargada por la Opéra de París y concebida de acuerdo con el modelo de grand-opéra, en cinco actos que incluyen, además, un ballet, I vespri siciliani fue estrenada en 1855 y en el Teatro Colón se representó una única vez, en 1970. Ahora, con la nueva puesta de Vigié y dirección musical de Mario Perusso, tendrá cinco funciones (además de la del estreno, viernes 12, domingo 14, martes 16 y jueves 18, siempre a las 20.30 menos la del domingo, que será a las 17) y con entradas a partir de 5$. Los fanáticos de la ópera –y de sus cantantes– tendrán, por otra parte, una buena ocasión para emocionarse. En la función del estreno la cantante Marquita Lister, que representará el principal papel femenino, usará las mismas joyas que utilizó Maria Callas cuando estrenó esta ópera en 1951, en el Maggio Musicale Fiorentino, y que están exponiéndose en la Casa de la Cultura de Buenos Aires.

La ópera cuenta el romance entre la Duquesa Elena y el disidente Arrigo, hijo del capitán francés Monforte, con el telón de fondo de la rebelión de los sicilianos contra la ocupación francesa, en 1282. “Verdi no está hablando de la opresión de los sicilianos por los cruzados franceses”, dice Vigier. “Más bien hay que pensar esta ópera como un gesto visionario, si se piensa que es anterior en cinco años a la famosa expedición de Garibaldi para liberar a Palermo. Aquí hay una idea de liberación anticipada pero escondida y yo pensé trasladar la acción al risorgimiento, como Lucchino Visconti hace en El gatopardo. En esta puesta, por ejemplo, el personaje del político es un enviado de Garibaldi. Y el vestuario utiliza trajes de alrededor de 1860, lo que da un perfume menos kitsch y más profundo que con esos grandes vestuarios de la Edad Media. Arrigo, aquí, es el típico romántico; es la víctima de todo. El abandonó la tradición siciliana y comprende que, como se dice en Francia, es imposible tener el culo entre dos sillas. Busqué que la mirada llevara la ópera a la mayor modernidad posible sin traicionar la obra.”

Eric Vigié, actual director de la Opera de Laussanne, formado como asistente de Gian Carlo Menotti en el Festival de Spoletto y reconocido por sus trabajos junto a Margarita Wallmann, Pier Lugi Pizzi, Jorge Lavelli y Nicolas Joël, entre otros, reflexiona acerca de las particularidades de la narración en el género y las diferencias que se establecen con el teatro. “Como director de un teatro trato de que las puestas las haga gente formada en la ópera. Hay una moda de encomendarle puestas a directores de teatro pero la mayoría de las veces no tienen la menor idea de qué hacer. Un espectáculo lírico vale una cantidad suficiente de dinero como para no dárselo al primero que pasa por ahí. La ópera tiene problemáticas propias y mover al coro no es la menor. Hay que pensar que en el teatro, los actores hablan su propia lengua mientras que los solistas y los integrantes del coro lo hacen a veces en italiano, a veces en francés, o en alemán, en ruso o en húngaro. En el teatro, además, las acciones son netas; si alguien dice ‘me voy’ se va. Allí el ritmo lo da el director de escena. En la ópera, en cambio, lo da la música. Pero allí es donde viene la creación. Si la música repite varias veces lo mismo, no lo repite de la misma manera. Una vez es forte, otra es piano,la melodía puede estar ligada o staccato. Y con la acción puede hacerse lo mismo. Si alguien canta varias veces el texto ‘me voy’, sus acciones pueden ser diferentes: una vez mira a la persona con la que está dialogando, otra vez mira al público, otra lo hace dirigiéndose a la puerta y otra más con el pestillo en la mano”, explica.

Con la participación de la Orquesta Estable y el Coro Estable (preparado por Salvatore Caputo), la escenografía e iluminación de I vespri siciliani serán de Enrique Bordolini, la coreografía de Rubén Gallardo y el vestuario de Inme Möller. Personificando a Elena, hará su debut en el Teatro Colón la soprano estadounidense Marquita Lister, quien recientemente se presentó en la Deutsche Oper de Berlín, la New York City Opera, la Arena de Verona y los festivales de Bregenz y Salzburgo. Arrigo será el tenor Carlos Duarte, en el papel de Monforte se alternarán los barítonos Carlo Kang (9, 12 y 16 de mayo) y Luis Gaeta (14 y 18 de mayo) y el papel de Procida estará en manos del bajo italiano Duccio dal Monte, discípulo de Rolando Panerai y Leonardo Wolowsky.