Mié 09.05.2012
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MUSICA › EL CUBANO CARLOS VARELA SE PRESENTA EN BUENOS AIRES

“Silvio fue mi universidad”

El cantautor, uno de los exponentes más populares de la Novísima Trova, lleva grabados ya nueve discos, elogiados en su mayoría por su afinada poesía urbana. “Sigo siendo un contador de historias, un predicador, un soñador”, subraya.

› Por Cristian Vitale

Cercado por musas. Carlos Varela nombra a Silvio Rodríguez como un padre. Lee a Fito Páez como quien les abrió la gran llave del rock argentino a los cubanos. Compara la voz de Pablo Milanés con el vino (“cada vez ‘suena’ mejor”) y reconoce en Joaquín Sabina a su tío Joaco. Dicho así, en abstracto, podría revelarse en quien nombra a un melómano de ciertos próceres del canto hispano. Podría, si no fuera porque Varela también es parte. Lo es como cantautor (nueve discos entre 1989 y la fecha). Lo es por ser, de entre la intensa sangre viejoven cubana, uno de los exponentes más populares de la Novísima Trova; por su poesía urbana; por su tacto universal –suena a demasiado, pero le dicen el Dylan cubano–; por haber compartido músicas con Jackson Browne, por caso, o Tony Scott, director estadounidense, que eligió su tema “Una palabra” para hacer sonar en Man on fire, gran película. “Las canciones tienen su ángel, su vida propia y su destino. Hay de las que nacen y mueren y otras que sobreviven al tiempo. Canciones que escribes en 20 minutos, en un día o en un año y canciones que no terminas nunca. Nunca me imaginé que ésta volara tanto por sí sola”, destaca Varela ante Página/12 sobre ese “hit”, que recorrió el mundo traducido en varios idiomas.

Apenas uno entre las canciones que traerá en su gira por Argentina (el viernes próximo y el 18 de mayo en el Teatro Sha, Sarmiento 2255, son las fechas en Buenos Aires), concentradas principalmente en No es el fin, su última producción, concebida en su estudio casero de La Habana. “Fue un taller interesante y divertido en el que por primera vez, además de mi poesía, se nota el protagonismo de la música. Quise que este disco fuera más pianístico que guitarrero y eso le da un carácter especial. Creo que las canciones en general tienen una visión más madura y certera sobre el mundo que estamos viviendo.”

–¿Qué diría si tuviera que trazar una elipsis temporal entre Jalisco Park, su disco debut, y No es el fin?

–La diferencia está en los años que te hacen encontrar tu propia voz. También aprendes a mirar tu realidad desde una visión más universal, y no tan fotográfica de tu entorno como solían ser mis primeras canciones. Creo también que el sonido es más maduro y más personal. Similitudes quizá podrían ser la obsesión teatral por observar. Sigo siendo un contador de historias, un predicador, un soñador.

Devenir mediado también por el roce que ha tenido con las musas del principio. Alonso ha girado varias veces con Pablo y Silvio. A Silvio (“fue una universidad para mí”, señala) le debe haber cantado con Mercedes Sosa en La Habana, en 1986, y un consejo: “‘Trata de que tus canciones se parezcan a tu vida, a tu barrio, a tus amigos, a tu propia historia y a tu generación’, me dijo y ésa fue la lección que aprendí”, evoca. A Sabina la gimnasia musical que adquirió tras componer un tema en conjunto: “Tan joven y tan viejo”, que Sabina incluyó en el disco Yo mi me contigo. “Fue una historia muy simpática. Ibamos juntos en un avión y él venía escribiendo algo así como ‘Así que de momento, nada de adiós muchachos, me duermo en los entierros de mi generación, cada noche me invento, todavía me emborracho, tan joven y tan viejo’.”

–Tan joven para morir y tan viejo para el rock and roll, diría Ian Anderson...

–(Risas.) Algo así. Y le faltaba el último verso. Así que le pregunté: ¿Qué te pasa Joaco? Y me dijo: “Es que quiero una frase que resuma algo así como: tan joven y tan viejo como Bob Dylan, Mick Jagger o Leonard Cohen”. Se refería a su héroes y a mí se me ocurrió decirle: “¿Por qué no pones: tan joven y tan viejo, Like a Rolling Stone?”. Me miró, me dio un beso y me dio la letra para que le pusiera la música. Para mí, Joaquín, Serrat y Silvio son, junto a Charly García, los más grandes maestros de la canción hispana.

–¿Y cómo fue la historia de “Una palabra”?

–Estaba en casa del actor Jorge Perugorría y sentí la conexión: era como si me la estuvieran dictando, entonces me encerré en una habitación con un piano y fui sacando la melodía. Al día siguiente, estaba en el estudio grabando unas guitarras para el disco Nubes y de pronto me vino la idea completa, de manera que le dije al ingeniero: “Para todo y graba esto” y salió de una sola toma, tal y como se escucha en el disco o en la película. Era un momento muy duro para mí porque mi banda de once años había decidido quedarse a vivir en Madrid después de la gira con Sabina, de manera que regresé solo a Cuba y la mejor terapia fue encerrarme a componer mi canción más conocida.

–¿Le cae bien que lo llamen el Dylan cubano? Suena raro...

–No me gustan las etiquetas. Entiendo que la prensa necesita usar estas comparaciones no siempre acertadas para ubicarte en determinado estilo. Me gusta mucho lo que hace Dylan, por supuesto, pero no creo que sea la mejor manera de acercarte a mi trabajo, más bien te puede confundir. La primera vez que lo escuché fue en Madrid gracias a Calamaro... ¡ése sí que sabe de Dylan! Pero con los años descubres que lo que haces sólo se parece a ti.

–Le faltó hablar de Jackson Browne.

–Jackson es un ángel y un hermano. Cuando en el 2004 el gobierno de Bush me negó la visa para actuar en EE.UU., él escribió una carta de protesta en el diario New York Times diciendo: “¿Cómo es posible que el gobierno tenga el derecho de controlar qué poetas llegan a nuestras mentes y a nuestros corazones?”. Luego, gracias a su apoyo, pude regresar a EE.UU. y desde entonces hemos actuado juntos en numerosas ocasiones. Cuando estoy de gira por EE.UU., él nos acompaña y me quedo en su casa. He podido grabar en su estudio y es un lujo compartir la amistad y el escenario con quien es uno de los más grandes compositores de su generación, junto a Dylan, James Taylor, Bruce Springsteen y Joan Baez.

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