Miércoles, 3 de octubre de 2012 | Hoy
MUSICA › EDELMIRO MOLINARI PRESENTA SU áLBUM CONTACTO 2012 EN EL TEATRO COLONIAL DE AVELLANEDA
Después de superar problemas de salud, el histórico guitarrista de Almendra y Color Humano concibió en las sierras puntanas su primer disco solista en seis años. “Son canciones en las que hablo sobre toda la civilización”, explica.
Por Cristian Vitale
“En realidad, no sé si estoy para proponerme para presidente de la República o me estoy yendo a la mierda”, se ríe Edelmiro Molinari, y refiere a una situación de dinámica presente, intensa y permanente. Luego de atravesar dos estados complicados de salud, el proverbial guitarrista fundador de Almendra y Color Humano está de nuevo en forma. Sus días son agitados –“revolucionados”, dice él– dada la tarea habitual que exige la presentación de un disco. De Contacto 2012, en concreto: su primer trabajo solista en seis años –el anterior había sido el bellísimo Expreso de agua santa– y el agite es el típico de tal instancia. Aunque pasado, claro, a escala artesanal, como corresponde a un músico de linaje inspirado e irreverente: ensayos, notas y ajustes varios que suceden en forma cíclica. Un agite propio de la urbe, que contrasta, además, con el marco geográfico en el que Molinari concibió los temas: las sierras de los comechingones en San Luis. “Un lugar absolutamente místico, magnético, en el que uno siente que hay algo que fluye entre el viento, los algarrobos y los chañares. Fue un llamado muy inspirador”, cuenta.
–¿Y qué salió de ahí?
–Temas en los que hablo de toda la civilización. La verdad es que estamos en un estado totalmente caótico y yo, como no hago música dark, no veo la cosa como negativa, sino todo lo contrario. Voy por el amor, que es la única salvación, en un contexto en el que estamos copados por el poder del dinero, la religión y somos lo peor de la raza animal, porque nos destrozamos, nos matamos, nos quitamos los órganos para venderlos... cosas atroces que están pasando. Y bueno, algunos hacen música para divertirse, otros para ser famosos y otros para tocarle el corazón a la gente, como dijo alguna vez Santana: “Quiero que mi música sea una flecha de amor que entre en el corazón de la gente”. En ésta estoy yo.
Molinari, viejo buceador de la guitarra y las palabras, tira toda la carne al asador de entrada. Ubica conceptualmente a su disco como un antídoto ante el marco apocalíptico, desencantado, que ve en el mundo de hoy. “Uno por uno”, tema emblema, es casi una canción de protesta. “Le canto a los héroes del dolor que trabajan de sol a sol, al que quiere leer y ni siquiera dejan ver que hay una estrella con su nombre... No sé, no está bueno que Amalia Fortabat se vaya de acá y deje una fortuna de 1800 millones de dólares, mientras tenemos a nuestros nativos originarios que se los están comiendo las vinchucas”, sostiene, sobre el sentido de una de las canciones que estrenará este sábado 6 de octubre a las 21 en el Teatro Colonial (Mitre 141, Avellaneda). Allí estará secundado por Gabriel Jolivet en guitarra, Sebastián Peyceré en batería, Bernardo Baraj en vientos, Daniel Maza en bajo y Luis Ocampo en bombo y cajón peruano. El álbum tiene más temas propios (“Contacto”, “Amar es hoy”, “Crespín”, “María Argentina”) y versiones: “A estos hombres tristes”, de Luis Alberto Spinetta, y “No pibe”, de Javier Martínez, entre ellas. “No son homenajes. Son tipos que me han influido y lo siguen haciendo. Estoy en 2012, ojo, y lo que me importa es lo que ellos influyeron en mi todo, en mi ser... Las versiones están descolgadas del tiempo”, aclara.
–¿Qué quiebres y continuidades marcaría entre Contacto 2012 y Expreso de agua santa, el disco que lo precede?
–Están bastante conectados, porque en Expreso... empecé a sentir que enderecé el velero hacia el rumbo que quise ir siempre. Aquel es un disco que adoro y éste también, los dos los edité en forma independiente, y es el máximo grado de libertad al que se puede aspirar. La verdad es que yo me fui a Estados Unidos y viví veinte años allá por la única razón de tocar con músicos afronorteamericanos, y ahora me di el gusto de tener una rítmica que une el signo afro con cosas de centro y el sur de América, elementos rítmicos e instrumentos, como el bombo legüero haciendo base con la batería y el cajón peruano como parte activa de la batería. Los ritmos salieron muy calientes, me dieron vuelta, porque el ritmo es lo que nos lleva en la vida, es el elemento fundamental... Es el que nos deja ver las cúpulas.
–Su respuesta le tiende un puente a un tema del segundo disco de Almendra: “Hoy nadie me siente en la cúpula, quién sabe si habrá tan extrañas figuras al lado de los aceros” (“En las cúpulas”).
–Es probable, y creo que hay un sentido que se relaciona con aquella canción, que era de Luis. Lo que quiero decir es que somos uno, pero hay gente que está en las cúpulas y, como tiene las cúpulas sobre su cabeza, nosotros quedamos mucho más abajo. Digo, el que está en las cúpulas tiene como un plato invertido sobre sus cabezas, y es el que manda, el que dirige toda la economía en el mundo, pero todo eso es una mentira. La ONU es una mentira, el FMI es una mentira, son todas cosas producto de la hipocresía, el poder y la codicia. La única manera es que les entre el amor y se desprendan de eso, para que esas cúpulas se disuelvan y toda la humanidad pueda estar en contacto con lo inmensurable del universo, con lo que no conocemos, y de esa manera llegar a saber por qué nos causa alegría el nacimiento y por qué, cuando morimos, nos da una desesperación bárbara. Yo estuve cerca de esa situación y siento que hay otras cosas.
–¿Se refiere a alguna experiencia puntual, algo místico?
–Me refiero a que hay planos diferentes en la materia y en los seres, y probablemente la muerte sea una forma de renovación, porque si no hay muerte no hay renovación; una renovación a un plano que no conocemos y por eso, por ahí, nos ponemos tristes. Por ahí va el miedo.
–¿Lo tuvo?
–A la muerte, no, pero sí, cuando pasás por estados terminales querés que la gente que queda esté mejor. Eso te lleva a la tristeza. Este mundo es el verdadero paraíso y sin embargo lo estamos haciendo pelota de una manera increíble. Creo que fuimos mal guiados por nosotros mismos y las religiones en vez de unirnos nos desunen. Hay genocidios terribles y yo apuesto a un cambio profundo a través del amor, pero no esperando que venga un gurú como ese Ravi Shankar, que parecía mandado por McDonalds. Hemos comprado eso... En el país de la carne nos vendieron una hamburguesa. Pero lo bueno de componer, de grabar discos, tiene que ver con poder expresarlo. La verdad es que pasé por varios estados extremos en mi vida a nivel de salud, de emociones, de pérdidas, de estar cerca de ese ojo azul que es el hueco al infinito, y éste es un disco cargado de todas estas cosas, es como el vamo’arriba de los uruguayos... Una fuerza benigna que no sabés de dónde viene, esa mística de sentir qué pasa cuando nuestro cuerpo deja de existir.
–La desaparición imprevista de Luis Spinetta aparece muy cercana en este sentido ¿Pudo elaborarla?
–Es complicado y personal. Prefiero guardármelo.
–¿La reunión de Almendra en Vélez también?
–La verdad es que estar con Rodolfo, Emilio y Luis siempre fue y seguirá siendo eterno porque los amo, realmente. Y esa magia siempre estuvo allí. La mariposa de Almendra se posó una vez más sobre el escenario, y se fue. La verdad es que teníamos otro proyecto para tocar a favor de las energías alternativas, algo muy impresionante, pero lamentablemente no se llegó. Igual, quedan esas sensaciones hermosas que nos ha tocado pasar juntos, las músicas, las canciones, todo ese amor, los chistes... Luis diciéndome “¿Pero vos quién sos, che, el hijo de Perón? ¿Sos Perón?” Esa cosa de relación de amor, de cuando nos conocimos y nos prendíamos en muchísimas... Eramos dos caracteres bien fuertes.
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