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Domingo, 28 de octubre de 2012

MUSICA › VICENTICO, SU NUEVO DISCO Y TODO LO DEMAS

"Yo soy todo lo contrario"

En 5 se da esos gustos que ponen nervioso al rockero más prejuicioso, como incluir canciones de Abba, Xuxa y Roberto Carlos. “En realidad, yo nunca expliqué nada”, dice el músico, que sigue considerándose parte de los Cadillacs y disfruta su camino en solitario.

 Por Gloria Guerrero

Después de un milenio de ska y rock latino con Los Fabulosos Cadillacs, quienes se separaron en 2002, pero volvieron –en un chispazo– con dos álbumes y varios conciertos a fines de la década pasada, la carrera de Vicentico como solista fue obligando a dar tropezones tanto al público como a la prensa. Desde Vicentico (2003), donde incluyó el bolero “Algo contigo”, de Chico Novarro, muchos se preguntaban a dónde iría a parar “este chico sin límites”. Fue recién a la hora de su cuarto álbum, el multiplatino Sólo un momento (2010), cuando la mayoría de los preguntones se fue relajando y empezó a aceptar que no habría más respuestas: sería música vicentica, a secas. Su quinto álbum, el que salió recién, se llama 5 e incluye canciones ¡de Abba y Xuxa!; la tapa muestra sus cinco dedos en una mano que queda rara en la foto, cortada al ras (“a mí también me da impresión”, dice el dueño de la mano), con los mismos tatuajes que lleva de verdad: una estrella y el nombre de su mujer, Valeria. A contramano de la imagen afligida y desaliñada que muestran las tapas de sus discos, Gabriel Fernández Capello se desternilla de la risa, es gentil y prolijo como un príncipe y ha debido defender, a su pesar y disco tras disco, cada una de sus –para algunos– insólitas elecciones de estilo. Pero ya pasó mucho tiempo.

–A esta altura, usted ya no tiene que explicar más nada.

–Bueno, en realidad yo nunca expliqué nada (se ríe). Ahora hice esto que hice y no sé qué voy a hacer la vez que viene. No sé... Cuando te dan ganas por todos lados de hacer algo, lo hacés; no le veo inconveniente. Después de cinco discos, estoy tranquilo; no me mete en ningún problema ni es mi obligación preguntarme nada, ante todo si estamos hablando de algo tan agradable como grabar discos y tocarlos. A veces me llevo al límite... hasta que algo me frena: Cachorro (López, su productor) o Vale (Valeria Bertucelli, su esposa).

–¿Cuándo lo frenan? ¿Y por qué?

–Hay veces que me voy a... qué sé yo... Cuando entramos a grabar este disco, lo primero que le dije a Cachorro fue: “Hay un tema de Xuxa que me gusta mucho” y la cara de Cachorro fue tremenda: “¿A dónde querés llegar, ¡qué querés hacer!? ¿Querés arruinarte la carrera?”. Pero después de que escuchó la canción... ¡Yo sé cómo convencer, tengo mis armas! Después hay otras cosas de las que no estoy muy seguro; paso por búsquedas extrañísimas...

–Hay otros límites a partir de los cuales a un artista se le permite casi todo. Suele, entonces, devenir “grasa” o “extravagante”. Usted declaró que admira a Miguel Bosé, pero también dijo que le gusta ¡Cristian Castro! Kilómetros de distancia entre parámetros.

–Cachorro tampoco lo puede pasar a Cristian Castro; entiendo esos límites. Pero antes que “extravagante” prefiero lo de “grasa”... aunque más que “grasa” preferiría “cursi”. Es más lindo. Extravagante suena más a snob y eso sí que no soy. Pero adhiero a lo de extravagante en el sentido de quien hace las cosas a su modo y cree que su modo es lo único importante; así, sí: puedo ser un poco extravagante.

–Y eso no está mal.

–No. A mí me causan un poco de admiración ciertas personas extravagantes.

–Como Miguel Bosé.

–Es un gran artista. Divino.

–¿Pudo conectarse alguna vez con él?

–Uy, me lo crucé una vez en Las Vegas, en una entrega de los Grammy; me pasó una cosa increíble, ¡increíble! Eramos varios y habíamos pegado un faso muy, pero muy fuerte, y nos enroscamos hablando de Miguel Bosé: que todos admirábamos a Miguel Bosé y que Miguel Bosé esto y lo otro, ¡y que Miguel Bosé!... Y estábamos en el hotel esperando el ascensor, se abrió la puerta... ¡y ahí estaba Miguel Bosé, de pie dentro del ascensor, solo! ¡Yo exploté de un modo tal que se me saltó la cadena! Bosé debe de haber pensado: “Estos idiotas...”, porque todos nos revolcábamos a carcajadas y a la vez nos habíamos quedado congelados; habrá visto a tres desagradables riéndose como nenas...

–Hablando de nenas, ¿qué tema de Bosé le gustaría cantar? ¿“Nena”?

–Emmm... Haría “Amante bandido” o “Si tú no vuelves”. Bosé es un artistón, aunque hace poco estuve en España y lo vi conduciendo algo tipo Operación Triunfo, medio decadente. Igual, es su camino, qué sé yo.

–Después de haber grabado el clásico “Cold Cold Heart” para el álbum de duetos latinos de Tony Bennett (Viva Duets), ¿no le dan ganas de tener su propio disco de dúos y darse el gusto de compartir canciones con estos cantantes que admira?

–No... Puedo participar en álbumes de otros, si me invitan y consigo que funcione, pero me resulta incómodo “reclutar”, y además por momentos eso me quita... no sé cómo explicarlo, mi posibilidad de decir. Sí, tal cual: podría tener a casi todos, pero por ahora no.

La puerta

–Así como en su disco anterior (Sólo un momento) estaba tan presente la muerte, en 5 da la impresión de que lo religioso, en cierto modo, domina la partida. Ni hablar de “Soldado de Dios”, pero “Creo que me enamoré” (el single), si la recitara un predicador...

–(Interrumpe.) Sí, sí... “Creo que me enamoré”, todavía más que “Soldado de Dios”.

–Como los antiguos poemas persas que parecían hablar de dos amantes en la Tierra, pero que en realidad trataban del amor entre un humano y un ser superior. ¿Me equivoco?

–No, no se equivoca para nada: me encantan aquellos poemas musulmanes, de los sufíes... aunque no sé si la palabra correcta sea “religioso”. Para mí, en realidad, es una puerta (piensa). Una puerta que cualquiera puede abrir y que está buena para hacerse preguntas. Siempre fui “antirreligión”: creo que la religión es lo que no debe hacerse. Pero si hay algo que no debe hacerse, eso quiere decir que sí hay otra cosa que puede hacerse, ¿no? No sé cómo explicarlo. Pero... (sonríe) voy a decir algo que es cursi: el amor es la única cosa que rige todo. Eso me interesa de verdad y por eso trato de abrir esa puerta y hacerme preguntas acerca de la realización propia y de la propia felicidad. Y acerca de qué es todo esto, qué significa lograr cierta comunicación con uno mismo y entenderse. Esa es la Gran Pregunta. Yo trato de buscar, de un modo muy simple... y “pop” (vuelve a reírse), a ver si logro contestarme algo. Abrir esa puerta me parece muy interesante.

–¿Se ha puesto a estudiar algo seriamente –Biblia, Jung, Cábala, sufismo, lo que fuere–? ¿Hay un camino que le interese más que otro?

–Todas esas cosas las puedo haber leído. Pero no sigo ninguna que tenga nombre, claramente; algunas corrientes me parecen más simpáticas, más cercanas a lo que yo puedo entender y otras me son más ajenas. Pero lo que sí puedo decir es que estoy muy dispuesto a todo. Es como con el principio de cualquier camino: estar ávido de que te suceda.

–Aquello del “vaso vacío”... y no el de Celia Cruz. Me refiero al vaso que debe estar vacío para luego poderlo llenar.

–Tal cual. El vaso vacío, para que te suceda todo. Ahora, si la pregunta es qué me interesa en este momento, me interesa lo cuántico, y en el sentido de la metafísica. No es que sepa demasiado del tema, pero me interesa.

–¿Por ejemplo, Fritjof Capra (N. de la R.: austríaco, investigador de la física subatómica) y su relación de la física con el Tao?

–Tal cual. Eso me interesa, me abre un mundo que me permite funcionar analógicamente, digamos. Si uno sabe hacer algo, es lo mismo cómo aprendí a manejar un auto que cómo hago una canción; se trata de cómo aprender, a mi propio modo, el proceso personal de llevar adelante las cosas, cualquier cosa. Y a la vez eso, para mí, se relaciona mucho con lo pequeño, con cómo funciona lo ínfimo... y con cómo funciona lo gigante; siento que todo es como analógico, no sé.

–Y por eso sigue prefiriendo tocar en lugares cálidos, como La Trastienda, pudiendo hacer un estadio.

–Según. En Bolivia toqué recién para diez mil personas, pero... yo no sé si lleno un Ferro (sonríe con modestia). Tampoco es algo que me desvele. Prefiero ir muy de a poco. Es lindo tocar en un lugar grande y pasar por ese momento gigante; por “grande”, digamos, me refiero al Luna Park, pero no sé si podría algo más grande que eso y, por otra parte, no sé si me gustaría (piensa). En La Trastienda me siento muy cómodo y la siento como parte de mis fines de semana; no quiero pensarla como que “presento mi disco y tengo que hacer prensa, uh”. Si tenés que “hacer algo para que la gente vaya a verte” es como antinatural; no me siento cómodo. Igual, lo hago si el mundo de negocios que tengo alrededor está muy desesperado y me lo pide y si no lo hago me meto un quilombo, pero prefiero que no haya que hacer nada. Prefiero que la gente que vaya lo haga porque quiere.

–La tapa de 5 es una entrañable declaración de amor incondicional a su esposa; por lo general tan obvia en momentos de noviazgo, cuando cualquiera regala la luna, pero no después de casi veinte años de matrimonio. Disculpe esta reflexión tan femenina...

–No es la primera persona que me viene con esa reflexión: hace poco me entrevistó un chico gay, muy gay: “Yo te tengo envidia por ser así, dedicarle a tu mujer de tantos años”, me decía el flaco... A mí me parece muy normal. Es una elección, absoluta, total; aunque parezca una verdad de Perogrullo, lo de Valeria y yo sigue siendo una elección de cada día. Más allá de que estoy enamorado y de que ella me cope y de que me parezca una mina increíble y todo, aparte de eso hay un modo de vida al cual yo adhiero: construir algo y tenerlo. Lo otro no me gusta, realmente.

–¿Qué es lo otro?

–Lo otro es como... Eh, si yo no estuviera con Vale estaría solo. Estoy seguro de eso. No quiero otra persona, quiero esto. Esto me da por todos lados. Me da alegría, me da todo. Es un poco egoísta pensarlo así, ¿no?, como cosa “utilitaria”. El resto del mundo, más allá, es locura; locura; no lo soporto, me da pánico el mundo exterior. En el mundo exterior están todos locos. Están en Face- book con una histeria horrible de fotos, me dan miedo, un susto del que no quiero ni saber.

–Usted no tiene ni Facebook ni Twitter.

–No, no, no sé por qué cuentan en Facebook cada cosa que van a hacer. ¿Por qué contás cada cosa que vas a hacer para que todos se enteren? Hay gente que llama a la radio a Ari Paluch para decirle: “Me siento acompañado...”. ¡Se sienten acompañados... por Ari Paluch! Es muy triste, muy triste...

–Eso es la ciudad. Y el concepto de ciudad es uno de los que más ha trabajado en sus canciones. “La ciudad” siempre está presente en su obra, aunque reniegue del centro viviendo en Parque Chacabuco y con jardín.

–A muchos les pasa lo mismo con la ciudad: esa composición de ventanitas y de vidas, todo eso que te da fobias y te da miedos... a la vez también es lindo: si uno lo mira un poco más hondo, es como una red de almas. Pero por momentos es una locura. En realidad, ahora nos mudamos, porque en Parque Chacabuco nos afanaron varias veces y nos hinchamos las bolas y entonces, cuando estábamos en la nueva casa, hubo el mes pasado un cacerolazo porque hablaba Cristina en cadena nacional y no les dejaron ver a Tinelli... De repente escuchaba ¡Pin pin pin pin!...

–¿A dónde se mudó?

–A Palermo, y se pudrió todo; “la ciudad” era eso: no importaba lo que estaba diciendo Cristina, estaban enloquecidos porque no podían ver a Tinelli. Es verdad que en otros barrios, como en el viejo barrio mío, eso no pasó, pero en Palermo era algo surrealista: “¡¡La cadena nacional no me deja ver el programa de Tinelli!!”.

–En diciembre de 2010 usted fue una de las figuras principales del Festival del Día de la Democracia y los Derechos Humanos, que celebró los 27 años del regreso a la democracia y, de paso, los tres primeros años del gobierno de Cristina Kirchner. ¿Cómo lo ve ahora, en perspectiva?

–Fue relindo... No soy kirchnerista ni nada; ponerle un nombre a lo que yo creo me arruinaría como persona. Pero lo que pienso es que, una vez que uno está de este lado –y es obvio que estamos de este lado (señala su izquierda)–, la revolución tiene que ser permanente. Todo bien: en muchas cosas me fui poniendo muy contento, a medida que todo fue avanzando. En otros momentos, sé que la política es esto, también. Yo no puedo adherir sólo porque hubo cosas que me gustaron: tengo que seguir haciendo lo que hago, trabajar, trabajar, desde mi lado, el que creo que es el más revolucionario: el amor por el trabajo y el amor por decir lo que uno tiene ganas de decir, y no transar en ninguna.

–¿Es fácil?

–No, es confuso. Porque yo tengo alguna confusión al respecto, digamos. Y me gusta también poder decirlo, que sea natural. Ya que pregunta, tengo una confusión que quiero dejar asentada.

–¿Qué?

–Tanto personalismo, que todo esté basado en estados de ánimo frágiles: me confunde que todo pase por la figura de Cristina. De ahí para abajo veo mucho, mucho chanta. Bah, algunos los vemos, muchos no los queremos ver; mi hijo más grande, Florián, es recontra K absoluto, y a veces le digo: “¡Boludo, abrí los ojos, fijate quién es este chabón, fijate qué está diciendo, cómo lo está pensando, si vos le ves la cara y te das cuenta!”.

–“Ver la cara”.

–Sí. Por ejemplo veo a Hebe –pobre Hebe, lo que le hicieron fue tremendo– y sé que Hebe es de verdad, porque la conozco y le vi la cara de frente. Cuando a alguien le ves la cara y le ves los ojos, te das cuenta; nunca podés pensar que Hebe... Ni siquiera lo “pensás”: lo “sentís”. Te das cuenta de que es una mina que es de verdad. Igual que Estela de Carlotto: son gentes de verdad. Y a los otros, cuando los ves, sentís: “Este es un caradura”.

–¿Y la Presidenta?

–Cristina me parece de verdad. Igual, creo que un poco más de verdad no estaría nada mal (sonríe). Aquello de “ir por todo” debería ser “ir por todo de verdad”, qué sé yo. Igual, repito: para mí es muy confuso todo, no puedo hablar con demasiada certeza, aunque estoy jugado para este lado y está buenísimo estar jugado. Esta es la revolución permanente: poder confundirse y pensar que, si hay algo que cambiar, podemos cambiarlo “desde este lado”, no desde enfrente. Del otro lado me parece que están todos locos, es una sopa total: están las cacerolas y esa cierta clase de maldad que te da miedo, estas cacerolas de ahora. Igual, de este lado también habría que hacer una limpieza y pensar qué es lo que queremos, realmente. No lo digo por dividir. Me refiero a...

–¿Desmalezar?

–Eso. Si hay alguien que se está comportando como un hijo de puta y está robando guita, por favor, saquemos a este tipo de acá y digámoslo con todas las letras.

Melanco risueño

Vicentico tardó mucho en grabar su nuevo disco: ocho meses, una barbaridad. “Con mucha calma y al palo”, dice. “Lo hice con cariño. Si uno ve que empieza a sentirse incómodo por algo, que en general es cuando uno está cansado, ahí descansamos. Por eso tardamos tanto. Pero, en realidad, creo que es así como deben hacerse los discos. Si uno se fija bien, ve que pocos de los discos que todos admiramos fueron grabados rápido. Se tomaron su tiempo buscando. Es así como debe ser. Yo no hago otra cosa; yo hago discos. Busco el modo más lindo de hacerlos. Es lo que sé hacer y trato de hacerlos lo mejor posible.”

–Se dijo en la prensa que 5 era como “barajar y dar de nuevo”, pero sin embargo “La tormenta” remite mucho a “Sólo un momento” y “Creo que me enamoré” (aunque muy onda silbidito-Bosé) bien parece una secuela de “Morir a tu lado”...

–Tal cual; es cierto. Hay gente que dice que este disco está despegado del anterior, pero para mí no está tan despegado, aunque tiene otro tono, otro color.

–¿Qué color?

–Un color más natural; es más in your face. Sólo un momento fue más perversón, con más vueltas, pero este disco es más transparente. Tal vez hay como una profundización del modelo (se ríe).

–Cuando usted canta “The Winner Takes It All”, de Abba, resuena la versión de Meryl Streep de la película Mamma Mia...

–Es verdad, me la había olvidado; claro que Pierce Brosnan no podía cantar nada, pero ella sí, divina. Siempre me gustó esta canción; son esas canciones que ni sabés que las sabés. No es que yo tuviera todos los discos de Abba, no tenía ninguno; supongamos que tuve que escuchar “Chiquitita” o “Dancing Queen”, pero ésta no y, sin embargo, me la acordé en una tarde de ésas, de ocio...

–... y de “no límites”.

–De “no límites”, sí, y arranqué a tocar esa canción de Abba y Cachorro se agarraba la cabeza: “¡Pero la puta madre, con qué me viene ahora!”. Pero trabajamos un montón, simplemente porque esa tarde no teníamos otra cosa que hacer, la grabamos y la regrabamos, la hicimos de mil modos, hasta que al final decidimos lo más simple: tocar los acordes con la guitarra y cantarla, y después ponerle una batería y otras cosas. Me encanta.

–¿Le molesta que le pregunte acerca de su esposa cantando en 5? Le terminó encargando a ella todo el Brasil (la canción de Roberto Carlos y la de Xuxa).

–No me molesta para nada: puedo decir todo. En la película Lluvia (2008, dirigida por Paula Hernández) cantó una canción que compusimos y grabamos juntos en casa, muy tranquis. Valeria canta divino, y las dos canciones que hizo en mi disco son de un Brasil como más citadino; es como un Brasil internacional. Ella tiene un talento total para expresarse; es muy musical y, aunque no lo sepa, canta genial. Fue muy fácil.

–¿Van a cantar juntos en vivo?

–No sé qué voy a hacer todavía. Ojalá que podamos. Para ella, esto es totalmente nuevo. Dice: “¡No, pero cómo voy a cantar en vivo!”; pero es actriz, yo creo que repuede, pero bueno... depende de que tenga el tiempo libre y de que podamos ensayar.

–¿Y se sabe si esta dupla va a seguir? Hagamos trío: más Florián (su hijo de 15, quien toca guitarras en 5).

–¡No se sabe nada, no! Por ahí vamos de gira, pero que no escuche Vicente, el más chico (5), porque sale con una ametralladora y nos mata a todos. El toca todo... hace todo.

–En las fotos usted siempre da “melanco atribulado”. ¿Qué cosa lo divierte?

–Me divierte todo. Valeria me hace desmayar de la risa. Puedo reírme de la cosa más estúpida, del imitador más tarado, de lo que sea. Capusotto es mil por mil; Sacha Baron Cohen, también... Me cago de risa sin parar. Yo sé que doy más serio, pero no soy tan melanco como creen. Yo soy todo lo contrario.

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