Viernes, 16 de noviembre de 2012 | Hoy
MUSICA › LA YEGROS PRESENTARA HOY SU DEBUT VIENE DE MI EN LA OREJA NEGRA
Fue cantante de De La Guarda y pareja de Gaby Kerpel, productor de ese grupo y del álbum. Tiene un pasado de estudio de canto lírico, pero el aura estética de su trabajo tiene que ver con la música popular pasada por un tamiz electrónico.
Por Cristian Vitale
Mariana Yegros, más conocida como “La Yegros”, adora a Björk. Durante quince años fue pareja del productor Gaby Kerpel y, de formarse en las estructuras del canto lírico, pasó a encaramarse en cumbias y chamamés. El primer punto de inflexión fue hace quince años, cuando ganó un casting para cantar en De La Guarda. Lo hizo frente a 15 mil personas en el Velódromo Municipal y, a partir de allí, la ópera pasó a ser un recuerdo. Y la música popular –con trasfondo electrónico–, un presente permanente. De esto hay que hablar para entender el aura estética de su primer disco solista, Viene de mí, que expondrá esta noche a las 21 en La Oreja Negra (Uriarte 1271). “Admiro mucho a la gente que rompe con los moldes, y logra despegarse de todo”, dice ella, casi como un manifiesto. Viene de mí, que la cantante presentará acompañada por Santiago Vázquez, Miss Bolivia y Santiago Franov, basa su médula sonora en una mixtura entre ritmos tradicionales del nordeste argentino y sonidos urbanos moldeados durante cuatro años por su productor y ex pareja Gaby Kerpel. Dicho de otra forma, en una pata “ancestral”, que sale de su voz formada en las entrañas litoraleñas de una familia misionera, y otra “moderna”, trabajada por Kerpel bajo el mandato del folklore digital.
Bases electrónicas como sostén de chamamés y cumbias pasadas por el tamiz de su voz serían entonces la posible suma estética del disco. “Probablemente, sí –acuerda ella–. Yo nací en Morón, incluso estudié canto lírico en el conservatorio de esa ciudad, pero mis padres escuchaban cumbia y chamamé todo el tiempo, y eso me quedó en el registro desde la infancia. Por eso me resulta fácil de transmitir en vivo o en los discos. Fui al Festival de Corrientes, canté, y me encontré nadando como pez en el agua en ese estilo.” Las piezas que La Yegros aborda en el disco, lejos de ser una ofrenda directa –versiones mediante– a Tránsito Cocomarola, Tarrago Ros o los Wawancó, son composiciones propias, mitad forjadas entre ella y Kerpel, y mitad por el autor mendocino Daniel Martin. “Kerpel tuvo mucho que ver en el repertorio, incluso decidió incorporar un tema reggae, que no es un género que me identifique, pero que le sumó un color interesante a la totalidad del disco”, admite.
La cantante conoció al productor y compositor socio de Gustavo Santaolalla durante el casting para De La Guarda y el flechazo –no sólo musical– duró quince años. “Hicimos un largo camino juntos, obviamente aprendí mucho de él, y es como la otra mitad del disco, porque puso toda su sabiduría en él. Llevó mucho tiempo producirlo porque decidió hacerlo con mucha precisión... La idea era que cada tema sea bien distinto entre uno y otro pero, a su vez, conservar una unidad conceptual, integrada. Kerpel me tiró mucha información a nivel gustos musicales. Aprendí a rescatar joyitas que por ahí me estaba perdiendo en el camino, fue copado poder compartir eso. Es una persona muy exigente, talentosa, y eso para mí fue una escuela. No tuvimos hijos, pero este disco es como si lo fuera: ¡lo parimos durante cuatro años!”, se ríe.
–¿Cómo fue aquella experiencia con De La Guarda?
–Reveladora, totalmente. Fue una bisagra en mi vida porque nunca había subido a un escenario a cantar y encontrarme haciéndolo frente a 15 mil personas fue revelador. Me di cuenta de que era eso lo que quería: cantar y transmitir la música con mis emociones. Eso me llevó a dejar el canto lírico, componer canciones, y buscar mi propia identidad. Fue un antes y un después en la música y en la vida; se me abrieron puertas que no esperaba. Fue arrancar de cero porque de inmediato dejé de estudiar música lírica y me metí a investigar en canciones más primitivas, sudafricanas o de la India... Me fui para otro lado, digamos.
–¿El corte con lo lírico fue total?
–Quedó guardado en el pasado pero, de todas maneras, estudiarlo me permitió una técnica vocal que aplico como ejercicio de cuidado antes de cantar.
–Nombra a Björk como su principal referencia, pero se intuye que no es la única.
–No, claro. Hace poco descubrí a Rita Indiana, que es una cantante dominicana muy excéntrica y loca. También me van las Brazilian Girls, Petrona Martínez, Toto La Momposina, Miss Bolivia y la cumbia vieja de los Wawancó, que tiene como esa cosa bizarra que me copa.
–Ninguna chamamecera...
—(Risas.) Bueno, escuché ese género durante veinte años desde que nací, y la verdad es que hoy no lo escucho, pero me maté durante mucho tiempo con eso y me pasa que, cada vez que escucho algo, me es inevitable emocionarme. Igual, la verdad es que no soy de escuchar mucha música. Más bien me copo buscando cosas en Internet, pero no es que llego a casa y me pongo a escuchar música. Me gustan los videoclips, pero no soy melómana para nada. Me quedo con la estética, con la forma en que un artista puede cerrar su idea desde lo visual, lo expresivo y lo musical.
–¿Viene de mí se relaciona con aquellas reminiscencias chamameceras que reaparecieron en el disco?
–No necesariamente, porque la canción –de ella salió el nombre del disco– es medio metafórica. No habla de algo que viene de mí, sino de una luz que viene a cambiarte la vida, a transformarte... Una luz que viene, te traspasa y te modifica.
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