Mié 28.11.2012
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MUSICA › ENTREVISTA AL GUITARRISTA FLAMENCO TOMATITO

“Lo que toco lo toco por Camarón y para Camarón”

A doce años de su última visita a Buenos Aires, el notable músico andaluz presentará en el teatro Gran Rex Luz de guía, un disco –aún inédito en la Argentina– en el que homenajea al legendario cantaor. “Mi música siempre lo recuerda porque lo recuerda mi pensamiento”, dice.

› Por Karina Micheletto

“Una gran noche flamenca”, se anuncia para el concierto de esta noche y el encargado de ejecutarla será una leyenda de la guitarra dentro del género, José Fernández Torres, más conocido por aquel apodo que le vino ya dado por tradición andaluza de familia: Tomatito. Claro que Tomatito traerá consigo, además del lugar ganado por nombre propio, el que construyó junto a una leyenda mayor, a quien va dedicado el concierto y el disco que trae para mostrar, aún inédito en la Argentina: Camarón de la Isla. Luz de guía –así se llaman ambos– será entonces un homenaje, a 20 años de su muerte, a aquella figura trascendental del flamenco con la que el guitarrista compartió 18 años de carrera. El show porteño de Tomatito será hoy a las 21 en el teatro Gran Rex (Corrientes 857), y será el único en Buenos Aires después de su última visita doce años atrás. Tras esta presentación, el guitarrista seguirá actuando en Rosario (mañana), Montevideo (el viernes) y Neuquén (el 2 de diciembre).

Junto a Tomatito, Luz de guía abre el juego a un grupo de músicos seleccionados para compartir el juego gitano, portadores del saber de la tradición: Cristóbal Santiago en la segunda guitarra, Lucky Losada en percusión, Morenito de Llora y Simón Román en cante. También habrá un cuadro a cargo del bailaor José Moya. Y también, dice Tomatito, existe la posibilidad de que vuelva a compartir escenario, esta vez como invitado, con un argentino de quien se declara admirador incondicional: Luis Salinas. “Estoy esperando a que llegue una hora decente –dice durante la entrevista con Página/12–. Lo voy a llamar de aquí a un rato y le voy a decir lo que ya le he dicho otras veces: Luis, amigo, si estas por aquí échate la guitarra, que vamos a hacer un temita”.

Recién llegado a la Argentina, el guitarrista nacido en Almería no tiene problema alguno en desplazarse de un lugar central, para hablar más cómodamente de quien ha venido a homenajear que de él mismo. “Lo que sé lo sé por Camarón. Lo que ha cantado Camarón no lo ha cantado nadie nunca más. Y lo que yo toco lo toco por él y para él”, comienza anunciando.

–En este caso, todo Luz de guía está dedicado al recuerdo especial de Camarón de la Isla. ¿Ese recuerdo está presente también en otras músicas suyas?

–Pues, ¡diría que en todas! Yo lo tengo presente al Camarón siempre, así que si mal no recuerdo creo que todos los años vengo con algún recuerdo especial, en medio de todo lo que hago, al Camarón. O mejor dicho, mi música siempre lo recuerda porque lo recuerda mi pensamiento. Pero venga, si siempre es emotivo ese recuerdo, esta vez, tratándose de la memoria de los veinte años de su muerte, es emotivo doblemente.

–¿Y por dónde pasa concretamente ese recuerdo?

–Yo al Camarón lo recuerdo, sobre todo, como una buena persona. Aparte, claro, del genio que era, como músico y como cantaor. Lo que rescato de ese recuerdo es que era una persona sencilla, humilde, un hombre recto. Eso me queda a mí de él como el primer recuerdo cuando me lo nombran. Y su música, que siempre está.

–Se lo ubica como una figura del nuevo flamenco de los ’80, un movimiento que hizo una ruptura de la tradición que podría equipararse a la que hizo Piazzolla con el tango. ¿Usted también tuvo que enfrentar la resistencia de los puristas?

–¿La verdad? Si ha ocurrido, no me he enterado, me ha tenido sin cuidado. Es que yo venía de tocarle a Camarón y había sido él el que revolucionó al flamenco, junto con Paco de Lucía. Entonces, para mí ésa era la ruptura, ésos eran los locos genios. El flamenco de nuestra generación sí introdujo lo que sentimos que tenía que introducir en esa época, pero para nosotros ya había un camino importante previo y era el de estos genios, eran ellos los que habían salido a comerse el mundo, a poner todo patas pa’ arriba, y vaya si lo habían logrado. No he hecho caso entonces de las críticas porque venía de tocarle a un genio que revolucionó el flamenco, él sí que sabía lo que hacía y la historia y el tiempo le han dado la razón.

–Sin embargo, se lo recuerda como un momento provocativo para el género...

–No buscábamos provocar, al menos yo no. Hacía lo que sigo haciendo aún hoy: tocar flamenco como yo lo siento, sin dejar de lado la tradición, porque me gusta y soy consciente de que no se puede perder, pero abriéndola naturalmente, como todo en la música. Hablando en concreto de la guitarra, es un instrumento que no tiene lenguaje, o que tiene un lenguaje universal, y todos estamos expuestos a que entren otros acordes, otras melodías, armonías, ritmos, siempre con el respeto que se me merece la tradición de la cual vienes, en este caso el flamenco. Le pasa al guitarrista de blues, de jazz, de tango, de flamenco: en definitiva, es la comprobación de que la música está viva, en movimiento, y un creador tiene que darle aire para que se mueva. Así ocurre con todas las músicas hermosas y grandes de este mundo. Así que, si luego vienen las críticas, las resistencias como usted dice, pero uno ha hecho lo que ha hecho con corazón y convencimiento, es casi tonto perder tiempo preocupándose por ellas. Yo no les hago mucho caso. Son convenciones y sólo hay que esperar que el tiempo las derribe: Piazzolla tuvo muchos detractores, pero al final ha quedao’ en el mundo entero como un músico que hizo revolucionar el tango, sus melodías, sus armonías, son maravillosas, nostálgicas, románticas. La gente se lo sigue pasando bien con su música, sigue llorando y emocionándose y enamorándose y riendo. No hay más que hablar, ¿no?

–Se lo considera el sucesor de Paco de Lucía en la cadena evolutiva de la guitarra flamenca, de hecho fue su reemplazo en el grupo de Camarón. ¿Le calza bien este titulo?

–¡¡Noooo!! A Paco no lo puede suceder nadie, es así directo. Está Paco y, luego, tantísimo luego, están todos los demás. No hay sucesores, hay admiradores suyos.

–Y además de Piazzolla, ¿a qué otros músicos argentinos admira?

–Por supuesto, a Luis Salinas, ¡fue él el que me ha metido en todo el embrollo éste! Lo conocí en una gira en España, lo escuché y comencé a admirarlo: ¡cómo toca ese tipo! Su música tiene tanta alma, tanta armonía, tanta improvisación, Luis es un talento para la música y un gran guitarrista. Lo mejor que he visto en el mundo, sin exagerar. Yo no sé si ustedes aquí, al tenerlo tan a mano, toman real dimensión de su figura... Yo lo escuché y me quedé flipando, porque en ese encuentro estaban grandes guitarristas del mundo, y él destacaba, sin dudas. Y digo que fue él que me ha metido en el embrollo de esto porque fue conocerlo y empezar a andar detrás de él y de todo lo que tocaba... Luis es muy patriota, muy argentino, siempre está haciendo cosas de aquí. Así que yo aprendí con él. Y vaya si es bonita la música de raíz que ustedes tienen aquí.

–¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de haber empuñado una guitarra?

–Con diez años, sobre un escenario... fuera de él, en la casa, no puedo precisarlo. Sí recuerdo claramente el día en que mi padre me trajo mi primera guitarra, una chiquitita, recuerdo ese momento de deslumbramiento; la tengo guardada y ahora es lindo mirarla porque inmediatamente me transporta a esa época, a ese flipeo.

–¿Y siendo tan chico usted ya sabía que iba a ser un guitarrista flamenco, que iba a ser Tomatito?

–Bueno, Tomtatito he sido siempre, me vino dado ya como ocurre en Andalucía con las ramas de familia. Yo era el nieto de El Tomate así que no era Josecito, era Tomatito. Así son las tradiciones gitanas. Pero en cuanto a lo profesional, cuando eres tan pequeñillo o cuando eres jovencito, lo haces como un juego: recuerdo como algo muy lindo ese hambre de pisar el escenario, de vestirte, probar las cosas en tu casa y luego aparecer en un teatro mostrando lo que descubriste en tu casa. Es un juego muy lindo. Y luego, pues, ya coges la responsabilidad, es otra cosa. Lo cual no quita que siga siendo un juego. Porque al fin y al cabo, la vida es como un juego.

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