MUSICA › UN AñO CORONADO POR LA SANCIóN DE LA LEY NACIONAL DE LA MúSICA
La ley abre una oportunidad histórica de democratizar el panorama musical del país. Tal como viene ocurriendo en el último tiempo, el 2012 tuvo una gran presencia de ediciones discográficas independientes y vivió la incipiente pérdida de peso de los grandes festivales.
› Por Karina Micheletto
Un repaso por los acontecimientos más importantes en materia de música popular argentina deja en este 2012, inevitablemente, un saldo que marca el balance con la satisfacción de un logro cumplido. Para esta música, para toda la música que se hace en la Argentina, sin dudas el gran hito de 2012 llegó sobre fin de año, y tiene que ver con la sanción de la Ley Nacional de la Música. La flamante resolución, lógicamente, aún no tiene consecuencias materiales concretas y visibles –“audibles”–, pero la importancia del contenido de esta ley hace prever que aquel pizarrón electrónico de fines de noviembre en el Senado, con el 60 a 0 que mostraba la aprobación de los representantes de todo el arco político –mientras una cantidad de músicos y de gente que apoya la música bancaba afuera y en los palcos, y estallaba en el festejo como si se tratase de un resultado futbolístico– será recordado como histórico. Lo más mentado de la ley es que abre paso a la creación del Instituto Nacional de la Música, un organismo de apoyo y fomento guiado por similares fundamentos que los del Instituto Nacional de Teatro y el Incaa para el cine, que tendrá seis sedes regionales. Con fondos garantizados, como para que todo esto no quede en una mera declaración de buenas intenciones, ya en un artículo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Pero más allá de la creación de este importante organismo, la ley habilita también la creación de circuitos estables de producción y actuación en todo el país; de un registro nacional de músicos; indica que los medios deben programar un 30 por ciento de música argentina, contemplando la vastísima producción independiente existente; facilita la grabación para los músicos independientes; prevé la formación integral del músico, tanto en lo artístico como en el conocimiento de sus derechos; o indica, por ejemplo, que los músicos nacionales deberán ser incluidos como teloneros de artistas internacionales “con resguardo de sus derechos laborales e intelectuales”.
Finalmente, el trabajo militante de años de una cantidad de músicos independientes que pensaron, debatieron y dieron visibilidad al texto de esta ley, y que trajinaron pasillos y despachos de legisladores durante años bregando por su sanción, la lucha de organismos como la Unión de Músicos Independientes y la Federación Argentina de Músicos Independientes, dio sus primeros grandes frutos. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquellas primeras reuniones en 2006 en el Hotel Bauen, con músicos de todo el país, para elaborar el entonces proyecto de ley. Y mucha más deberá correr, se sabe que las letras de ley no son fórmulas a aplicar mágicamente. Pero definitivamente se trata de una buena noticia para la música popular, la noticia de 2012 para los músicos argentinos que ven en ella la posibilidad cierta de una mejora en sus condiciones de trabajo.
Otras batallas llevadas adelante por músicos argentinos no dieron frutos inmediatos este año: la lucha contra el veto de Mauricio Macri a la Ley de Reconocimiento a la Actividad Musical, que había sido debatida, votada y aprobada por la mayoría de los legisladores –incluidos los del PRO–, por ejemplo. Era una ley que otorgaba un subsidio mensual a músicos mayores de 65 años, con 20 como mínimo de trayectoria, que no contaran con ninguna otra forma de sostén. La injusticia de aquel veto motivó la organización de una cantidad de músicos, los congregó frente al Ministerio de Cultura porteño a principios de año y mereció otra movida en junio. El gobierno porteño dijo no y fue no. Un no que, si se atiende al absurdo monto que tal protección insumía, tiene que ver más con marcar la cancha, con mostrar hacia dónde apunta y con quiénes dialoga una gestión de gobierno, que con una cuestión presupuestaria concreta. Más atrás en el tiempo, los músicos independientes también se habían organizado para luchar contra el cierre de lugares para tocar en la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, más allá del resultado inmediato, es indudable que aquellas luchas dejaron huella en un gremio que fue adquiriendo gimnasia en esto de pensar y actuar colectivamente. La nueva ley no es una ley para los músicos, es una ley para la música, advierten entusiasmados algunos de los que la trabajaron. Es una ley que abre la oportunidad histórica de democratizar el panorama musical del país. Y de pensar a la música argentina no ya como un mero aporte ornamental, sino como parte esencial de la identidad nacional.
En materia de discos, las ediciones de este año son amplias y fecundas, y como viene ocurriendo en el último tiempo, con gran presencia de las ediciones independientes. Un hacer prolífico que sorprende, si se tienen en cuenta las condiciones actuales del disco y del mercado. Justamente por la abrumadora cantidad de ediciones, cualquier enumeración sería aquí injusta y arbitraria. Sabiendo afrontar ese riesgo inevitable, podrían mencionarse aquí por la profundización de sus búsquedas trabajos como el del grupo Arbolito –que se consolidaron con el destacable Acá estamos–, el del premiado trío Aymama –Paso a paso–, el de la intérprete coscoína Paola Bernal –Pájaro rojo–, el de la también cordobesa Vivi Pozzebón, Madre baile, verdaderamente novedoso y portador de una fuerza arrasadora. Para hablar de cruces de géneros, de incorporación de sonidos como los que provee la electrónica, el ejemplo de otro sonido novedoso y por fuera de los clichés es el de percusionista Martín Bruhn, que recientemente presentó Criollo.
Fue también el año en que León Gieco recogió los frutos de su regreso discográfico (de 2011) con El desembarco, un disco de impronta más rock que los anteriores. Se destacan además trabajos integrales como el reciente homenaje a Armando Tejada Gómez, un CD doble producido por ByM que reunió especialmente para la ocasión a un seleccionado de artistas como Mercedes Sosa, Teresa Parodi, Víctor Heredia, Liliana Herrero, Raly Barrionuevo y Gieco, entre muchísimos otros. También, muy especialmente, el trabajo que hizo Florencia Dávalos para re-centrar la obra de su padre, el gran Jaime Dávalos: Memoria de la semilla, un disco exquisito y revelador del universo del poeta. Y si se trata de homenajes, llama la atención que dos españolas hayan centrado su mirada en trabajos integrales sobre artistas argentinos, con resultados altamente satisfactorios: Olga Román, con su disco sobre Cuchi Leguizamón (De agua y laurel) y Angeles Ruibal con Así siento a Yupanqui.
En el tango, solistas como Alfredo Piro (con Una vuelta más) y Acho Estol (con La calle del desengaño) expandieron las fronteras del género con sus trabajos solistas. También habría que sumar aquí a Hernán Lucero, con sus Tangos y canciones criollas, un disco que incluye joyitas como la primera grabación de una obra de Hilda Herrera y Atahualpa Yupanqui, “Baguala nomás será”. Entre el cada vez más presente buen tango “hecho afuera” (afuera de la Ciudad de Buenos Aires) se destaca el trabajo cordobés de Damián Torres Trío, Buena vida. Y como trabajos integrales, el de la Orquesta Escuela de Tango Emilio Balcarce, que celebró este año su undécima promoción, y que demuestra, en esta grabación con la dirección de Víctor Lavallén, que si comenzó siendo un proyecto formativo, es hoy una realidad que multiplica sus frutos en lo artístico. La enumeración es, vuelve a repetirse, necesariamente incompleta y por tanto incorrecta. Un intento vago por dar cuenta del gran despliegue artístico en materia de producciones del año. Un despliegue que se verifica también en las presentaciones en vivo, y que atenúa de algún modo las partidas de este año: las de la coplera, poetisa y recopiladora Leda Valladares, del baterista Osvaldo Fattoruso (de origen uruguayo, pero de algún modo parte identitaria del Río de la Plata), del guitarrista Ubaldo de Lío, del percusionista Rodolfo Sánchez, del “maestro de maestros” Donvi, entre otros artistas y formadores que fallecieron este año.
Si hasta hace unos años tanto el tango como el folklore tenían sendos festivales que acaparaban la atención como los más importantes del género, de un tiempo a esta parte cada uno fue perdiendo a su modo algo de fuerza, tanto por inercia propia como comparativamente, por el surgimiento de otros eventos que se van afirmando en presencia y en convocatoria. El 2012, en ese sentido, fue algo así como el año de la confirmación de este fenómeno de atomización de los festivales populares, desplazando como únicas presencias fuertes al “Festival mayor del folklore” –lema identitario de Cosquín– y al Festival de Tango de Buenos Aires.
En el caso del folklore, el resultado artístico de Cosquín siempre ha sido tan fluctuante como lo fue su conducción, que no estuvo exenta de las privatizaciones de los ’90 y desde hace unos años fue retomada por la Comisión Municipal de Folklore. Cosquín 2012 tuvo impacto no por su contenido artístico, sino por una denuncia de censura que no fue: se dijo y se repitió que Canal 7 había censurado las imágenes en las que Raly Barrionuevo tomaba postura en contra de las empresas mineras, cuando cualquier chequeo rápido de las imágenes, disponibles inmediatamente en la web, mostraba una transmisión completa. El asunto fue tan poco feliz por la respuesta del canal (con un comunicado que parecía hecho por otra emisora, dando a entender que efectivamente esas imágenes habían sido omitidas, cuando no fue así) como por la manifiesta mala intención de las repetidoras en todos los soportes, encima, en tiempos estivales de poca noticia. Pero más allá del dato que muestra como farsa un estado de cosas mediático, la anécdota habla también de cierto faltante de contenido artístico –o de estrategias de difusión, o de una combinación de ambas– para que Cosquín sea noticia por algo más que una mentira instalada.
Mientras Cosquín duerme su sueño de los justos –y se prepara para 2013 sin programación confirmada totalmente a la fecha, y con el pueblo al borde de una crisis, con su intendente Marcelo Villanueva, también presidente de la Comisión de Folklore, enfrentando denuncias y allanamientos por el desvío de tres millones de pesos que la Nación giró para obras públicas, entre otras irregularidades– otros festivales toman fuerza y vuelo propios. Es el caso del Festival del Chamamé, que se realiza en Corrientes en enero, y que este año definitivamente ha superado en despliegue y propuesta artística al de Cosquín (aunque el del Valle de Punilla, claro, continúa salvaguardado por su marca histórica). En la provincia de Buenos Aires ocurrió lo mismo con el Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires (Fifba 2012), que supo desplegar propuestas imaginativas, sumando artistas alternativos y sin por eso dejar de convocar una multitud en los Bosques de La Plata, y encima, en un mes poco habitual para festivales como abril. La buena noticia del año en materia de festivales de folklore, por último, tuvo que ver con el regreso del Encuentro Músicas de Provincia, un espacio abierto desde la Ciudad de Buenos Aires a las expresiones del folklore de las distintas regiones del mapa musical argentino que durante años había albergado exquisitas nuevas propuestas, y también momentos altos del folklore como el regreso a los escenarios de Mercedes Sosa. Uno de los primeros actos de gobierno en materia cultural de la administración Macri había sido suspender su realización. Pues bien, este año Músicas de Provincia volvió, y si no puede ser el Estado el que lo motorice, fueron las Madres de Plaza de Mayo, desde su Espacio Cultural Nuestros Hijos, las que asumieron la tarea, en noviembre pasado, en el predio de la ex ESMA, y con resultados que auguran un futuro de crecimiento.
Algo similar ocurre en el tango: por un lado, el festival oficial de la Ciudad fue perdiendo espacio y presupuesto –comenzando por la decisión de hacer un combo 2 x 1 como “Festival y Mundial de Tango”, sumando lo que antes era un festival de danza por un lado y el de música por el otro–. Este año este festival no mostró producciones especiales que en otras ediciones fueron su marca distintiva. La buena noticia es que, mientras tanto, se afianzan cada vez con más fuerza otros festivales y ciclos del tango independiente. Hay varios ejemplos: el Festival de Tango Independiente, organizado por la Unión de Orquestas Típicas, que este año cumplió su tercera edición con despliegue milonguero en las calles; el Festival de Tango de Almagro o el de La Boca, ya bien instalados; el Festival Popular de Tango de Barracas, que hizo su debut este año. Y en este 2012 habría que mencionar especialmente al ciclo Tango de Miércoles en el CCC, cuya proyección ha sido tal que este año festejó sus diez años de existencia en el Centro Cultural de la Cooperación. Un logro no menor para un ciclo íntegramente dedicado al nuevo tango, ese que se hace con la fuerza del presente.
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