MUSICA › SILVINA OROZCO Y LAS CANCIONES QUE INTEGRAN SU DISCO DEBUT, SOLA PRIMERO
Desde que decidió irse de su Trenque Lauquen natal, la cantante supo alimentarse de las vivencias halladas en un largo camino. Durante los miércoles de marzo presentará tangos y otras cuestiones en un ciclo con amigos en La Biblioteca Café.
› Por Cristian Vitale
Si se echa un vistazo rápido a la contratapa del disco, la primera impresión da una cantante de tangos común y corriente. Una más. Después de todo, es un mundo bien poblado, llanito y trillado. Pero un detalle –también visual– la salva de ese todo: la tapa. Se la ve en verde, con los ojos tristes, el pelo revuelto y el mar Egeo detrás. “Me había agarrado un ataque de nostalgia tremendo y me fui al mar, para sacarme una foto sola y a los ojos, para que se note la tristeza”, evoca ella. La imagen –geografía incluida– es la punta del ovillo para desenredar en Silvina Orozco algo que va mucho más allá de una típica intérprete de 2 por 4. Ella canta tangos, sí, pero se ha nutrido –dentro y fuera del país– de un nomadismo cultural que la zarandeó fuerte por el universo. Y la modificó. Vivió en Egipto y pasó el Día de la Ira (25 de enero de 2011) en El Cairo. Vivió en Grecia y la agarró el sacudón social en Atenas. Vivió en Turquía y cantó tangos, jazz y boleros. La vivió, puede decirse. “Cuando empezó la crisis en Egipto estábamos con mi hija en el Sinaí, totalmente aisladas. Después nos fuimos a El Cairo y estuvimos el 25 de enero tocando el bombo por Morsi. Fue impresionante y no me quería volver: quería estar ahí. Digamos que en cada lugar dejé un pedazo de mi corazón, no estuve de paso sino en pequeños hogares. Cuando estás sola en esos lugares o te agarrás de la cultura o sos un paria que te tenés que ir a los quince días”, cuenta y se presenta con una sonrisa: “Soy una loca de la guerra”.
El ciclo que la Orozco –actual pareja de Raúl Carnota– dará durante los miércoles de marzo en La Biblioteca Café (M. T. de Alvear 1155) también va mucho más allá de las piezas que recrea en Sola primero, su disco debut. Algo de Björk, un tango griego o una canción francesa son un plus no desdeñable ante las versiones registradas de “Nada”, “Malena” o “La última curda”. De ahí que el ciclo, del que también formarán parte el mismo Carnota, Lorena Astudillo y María Volonté como invitados, se llame Música del mundo con sabor a tango. “Lo que hago de Björk es supertrágico, y es parte del viaje de la vida, por eso elegí amigos que se puedan sumar a esto. Y Volonté es como yo: una viajera de afuera y de adentro; Lorena está eligiendo repertorio y es posible que hagamos un candombe y Raúl va a cantar en portugués, algo que hace muy bien y que la gente desconoce totalmente”, anuncia.
–Todo el mundo me pregunta lo mismo... (risas).
–Totalmente, sí. Nos conocimos en 2009, pero el contacto más fuerte fue en 2010. El estaba en plena gira por Francia, tuvo un problema de salud y me llamó para cantar sus partes porque no podía. Yo andaba perdida por el Sinaí, laburando y cantando y, como nunca digo que no a nada porque soy una loca zarpada (risas), fui. Volé a París y bailé, toqué el cajón y canté, y más tarde empecé a curtirla con él... supergeneroso. La verdad es que mientras canté en su grupo, me le animé al tango en Argentina porque, hasta ese momento, sólo lo cantaba afuera. Raúl vio cosas en mí que yo no veía. Y me fue bien, nadie me sacrificó por cantar tangos como me salen.
Fue su arranque en serio con el tango. Antes –formada en los misterios de las danzas clásicas y contemporáneas, en el teatro, en la percusión y en el canto–, Orozco había incursionado en bandas de rock y pop (Dr. K, MP3, Slogan), había cantado jazz en el trío de Carlos Campos, bailado en el cuarteto vocal Gaia, cantado en el grupo de música sudamericana Carpe, compartido escenario con Liliana Herrero y Jaime Roos, e integrado el grupo de su pareja junto a Pablo Fraguela, Rubén “Mono” Izaurralde y Juancho Perone. “La verdad es que no me niego a ningún estilo y por eso me gusta viajar, porque tampoco me niego a trabajar 25 horas por día si se trata de aprender. Soy muy curiosa y me encanta la mezcla. Es más, con Carpe habíamos atravesado 15 años y en un momento la banda necesitaba la etiqueta ¿folklore?, ¿esto?, ¿lo otro?, ¿qué hacemos?... Eso me molestó porque yo canto música. La verdad es que yo no puedo cantarle al mistol porque no dormiría a la noche, me sentiría una mentirosa... tengo que escuchar a Mercedes Sosa y callarme la boca, ¿no? Puedo cantar folklore, sí, pero me crié escuchando los Stones y Pink Floyd”.
–Liza Minelli decía: “Todos los personajes del mundo están dentro de una sola persona, sólo hay que buscarlos”, y a mí me gusta eso, el viaje que me propone cada tema. Por ahí “Malena” lo escuché cincuenta veces, pero antes de ponerme a cantarla, la visto y me la imagino cómo sería hoy para mí ¿se entiende?: siempre la canto distinto, y no me importa si vende o no. No tengo una Ferrari ni salgo en las revistas, no me importa.
–Sí. Ella fue una genia y no se la reconoce. Fue una de las que reformó nuestra música de acá a 200 años. Soy fanática de Eladia y, si fuera por mí, haría todo de ella, pero maticé el fanatismo con “Nada”, “Balada para un loco” o una milonga de Carmen Guzmán (“Milonga por tantas cosas”) que tampoco está reconocida, pero tiene una obra maravillosa.
–Sí, porque habla del interior y yo vengo de Trenque Lauquen. A los 18 años me vine a dedo y con 15 pesos en un camión de La Serenísima. Me decían que el arte era un invento cultural, que no iba a lograr nada, pero acá estoy. Nunca más volví.
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