Vie 08.03.2013
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MUSICA › LAS NOCHES SABINERAS DE ANTONIO GARCIA DE DIEGO Y PANCHO VARONA, EN LA TRASTIENDA

Relajadas, intimistas e interactivas

Los históricos guitarristas y co-compositores de Joaquín Sabina aprovechan los momentos de “indolencia creativa” de “el jefe” para tocar sus canciones –y darse algunos gustos– en ambientes más reducidos, “más cerca de la gente”.

› Por Cristian Vitale

“El jefe está en estado de indolencia creativa”, informa Antonio García de Diego. Y entonces ocurre lo que ocurre. Que él y Pancho Varona –los dos históricos guitarristas, compositores y arregladores de Joaquín Sabina, el “jefe”– hacen la suya. Es decir: aprovechan el parate y se cortan solos. “Tengo un lema que es ‘hay vida antes y después de Sabina’”, se ríe y explica el plan: básicamente juntarse con dos acústicas y un piano, tomar el ABC del cancionero sabinero –“Princesa”, “Soledad”, “Es peor para el sol”, “Calle melancolía”, entre otras–, agregar ciertos gustos personales –“La cigarra”, de María Elena Walsh, en su caso; “No me importa nada”, de Varona por Varona– y cantarle al público bien de cerca, en una suerte de tributo con chapa. “Nos encanta esto de cantarle a la gente directamente al oído, sobre todo en la Argentina, donde el público es tan apasionado y se implica tanto. Para nosotros es un regalo”, confiesa el hombre que forma parte de la banda del cantautor de Jaén desde 1988, luego de haber tocado para Ana Belén y Víctor Manuel.

El convite, llamado Noches sabineras, es para esta noche en La Trastienda (Balcarce 460) y los co-autores de clásicos del universo Sabina (“Con la frente marchita”, “Contigo”, “Y sin embargo”, etcétera) planean un concierto relajado, intimista e interactivo. “Lo que hacemos, básicamente, es cantar una hora nosotros y luego hacer subir a la gente al escenario. Seis o siete personas que vienen a cantar, después de haberse anotado en la entrada, porque el sabinero, en general, es muy entregado, fetichista y mitómano, y nos interesa hacerlo participar”, dice De Diego, cuyo ingreso a la banda viajera de Sabina se produjo cinco años después que el de su compañero de dúo. “La verdad es que pensamos que a Joaquín le gustaría poder hacer algo de esto, estar en lugares así, más intimistas y pequeños, más cerca de la gente. Se ha convertido en un artista tan masivo que esa coreografía es demasiado rotunda para él... Me encantaría que el cierre de su vida artística sea así, como alguna vez hicimos, porque es otra manera de sentir las canciones.”

De Diego y Varona, además de compartir las canciones con el público, las amenizan con historias y anécdotas. “Es cierto que no todas las historias que se cuentan en las canciones tienen por qué haber sido una historia anterior, y sobre todo las de Joaquín, que ahora está escribiendo de una manera más introspectiva. Ya no son historias tan urbanas, no es el mismo escritor que era hace veinticinco años, cuando su vida estaba mucho más dentro de la vorágine, de la noche, pero a nosotros nos gusta contar la historia de algunas, o secuencias con él. Tenemos como mil”, anuncia el guitarrista. Y esboza alguna: “Fue en Ferro, Joaquín estaba en plena euforia y tenía un saco rojo que le tiró a la gente. Al día siguiente, de pronto, se presentó un tipo magullado en el hotel y le dijo: ‘Joaquín, mira cómo me he puesto ayer en la pelea por conseguir tu saco... Hubo golpes por todos lados, pero aquí te traigo el pasaporte que estaba en el bolsillo’”, se ríe y deja picando un resto que, seguramente, revelará cuando le toque, mientras “el jefe” siga en su trance de indolencia.

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