Lun 29.08.2005
espectaculos

MUSICA › MARCELO COSTAS Y SU BIG BAND PIAZZOLLIANA

Temas para tango y orquesta

› Por Diego Fischerman

El principio, como tantos otros, fue una casualidad. Marcelo Costas estudiaba en el Conservatorio de Amsterdam, hacía varias cosas para vivir, entre ellas limpiar pisos y tocar tangos en el Barrio Rojo junto a una violinista suiza, cuando un profesor lo escuchó, en un restaurante. “Se sorprendió, y se acercó al piano para ver si realmente todo eso estaba escrito en la partitura”, cuenta a Página/12. “Después hice un arreglo, para fagot y piano, de Revirado, de Piazzolla, para el examen de un colega. Allí estaban todos los profesores y, por un lado, les llamó la atención el arreglo y, por otro, verme como pianista, porque me conocían en el fagot. Y se ve que les quedó en la memoria porque, al tiempo, el profesor me pidió que, para el cierre del Festival Vondelpark, donde tocaba una orquesta conformada por todos los docentes y por varios de los músicos más importantes de Holanda, hiciera una orquestación especial de un tema de Piazzolla. Arreglé La muerte del ángel y allí empezó todo.”
En esa orquesta primigenia estaban, entre otros, estrellas como el cellista Anner Bylsma, las violinistas Vera Beths y Lucy Van Dael y el oboísta Hans De Vries. Ahora en Buenos Aires, Costas rearmó el grupo con músicos locales para grabar el material en CD. Y mañana, a las 19, lo presentará en vivo por primera vez en esta ciudad, en el Auditorium de la Asociación Cristiana de Jóvenes (Reconquista 439), con entrada gratuita. La actuación, con esa suerte de big band integrada por 16 instrumentistas de cuerdas, vientos, piano y percusión, forma parte del ciclo Tango YMCA Siglo XXI, ideado y dirigido artísticamente por Natalio Gorín, el autor del ya clásico libro sobre Piazzolla A manera de memorias. “Siempre hice tangos, aunque al principio lo hacía para mí, no profesionalmente. Cuando estaba en Argentina, todavía, había escrito para quinteto de vientos, había hecho algunos arreglitos y, cuando tocaba en la Orquesta Juvenil de Radio Nacional, que dirigía Ljerko Spiller, con asiduidad escribía para la orquesta”, recuerda Costas. “Las decisiones son bastante complejas y uno nunca sabe por qué las cosas terminan siendo como son”, dice, tratando de reconstruir el camino que lo llevó a Amsterdam, donde está radicado, y a esta Big Band Tango para la que tiene orquestado un cuerpo consistente de obras de Piazzolla. “Yo me había ido para hacer un posgrado, gracias a la gestión de Leonor Luro, en Festivales Musicales, al Mozarteum y a la Fundación Antorchas, que colaboraron para darme una beca. Iba a perfeccionarme en el fagot pero el primer día que entro al conservatorio, al ingresar a la sala, veo dos pianos de cola. Allí eso es normal: en las aulas del conservatorio hay pianos –dice, no del todo consciente de la ironía–. Por eso también recupero ese lugar de pianista que tenía más que ver con mi pasado y, aunque en ese momento no lo sabía, con mi futuro.”
El hecho de tocar habitualmente con músicos no nacidos en Argentina ha llevado a Costas a reflexionar en el papel de la interpretación en el tango en general y en la música de Piazzolla en particular. Y, también, a extremar la minuciosidad en la escritura. En las partituras de sus arreglos aparecen detallados con obsesividad los acentos, los microdesplazamientos en el tempo, las frases, todo aquello que es la música de Piazzolla pero habitualmente no está escrito. Costas se pregunta, además, sobre la necesariedad de ser argentino (“o uruguayo”, agrega) para tocar tango. “Algo de cierto hay, lo que no significa que otra gente no pueda hacerlo. Ni que todo argentino vaya a tocar bien el tango. Creo que para que un tango lo sea realmente, tiene que representar la cultura rioplatense. Y quien participó de ella, quien la conoce a fondo, cuenta con una ventaja inicial muy importante. Depende, desde ya, del apasionamiento que se ponga pero la impresión, a partir de los músicos europeos que he conocido, es que la mayoría, frente al tango, puedenaprender el cómo se hace pero no el qué es. La roña, la mugre, como se dice habitualmente, es mucho más difícil de aprender que las notas.”

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