MUSICA › ESPERANZA SPALDING SE PRESENTA EN EL GRAN REX
La notable contrabajista mostrará en la calle Corrientes lo que decanta de diez años de carrera y cuatro notables discos editados a la fecha: Junjo, Esperanza, Chamber Music Society y Radio Music Society. “La música inevitablemente aborda su tiempo”, dice.
› Por Diego Fischerman
Por un lado es, sencillamente, una contrabajista extraordinaria. Y para comprobarlo, basta escuchar cualquiera de los tres últimos discos del saxofonista Joe Lovano, junto al grupo Us5, publicados en Blue Note: Folk Art, de 2009; Bird Songs, de 2011, y el notable Cross Culture, editado recientemente. Pero Esperanza Spalding es mucho más –o muchas más– que eso. Con una carrera de menos de diez años y apenas cuatro discos solistas (Junjo, Esperanza, Chamber Music Society y Radio Music Society), poeta, compositora y cantante capaz de moverse por el borde de las fronteras y de pasar de unas a otras, y del jazz al pop, el rhythm & blues y hasta la chacarera con naturalidad extrema, es, con toda su atipicidad, una de las figuras más típicas del momento musical actual. “Es el modo inevitable en que el arte se mueve”, decía en una conversación con Página/12, pocos días antes de partir hacia Buenos Aires, donde tocará hoy a la noche.
“Creo que ningún arte o estilo que tiene un título –jazz, rock, clásico, el que sea– permanece en ese estado durante mucho tiempo. Es inevitable”, dice. “Es como la poesía. Es un lenguaje que está sucediendo en todo el mundo, de tonos, de ritmos, pero con un mismo lenguaje. ¿Cuántos poetas hay en el mundo que escriben en castellano? No importa de qué modo lo combinan, o de lo que hablan, o si es objecionista, o realista, o abstracto, es castellano. Tenemos la obsesión de analizar, de poner etiquetas a las cosas. En música es lo mismo: no se trata de este tiempo ni sobre cuán diferente es mi vida. La música inevitablemente aborda su tiempo, siempre. Creo que la mayor parte de la música es diversa y contiene influencias de muchos estilos diferentes, pero el porcentaje diminuto de músicos que terminan en MTV o en el Top 40 de la radio en realidad representa a la proporción más pequeña de los artistas. Creo que cuando el mundo analiza el arte basado en un proceso de análisis por el cual se toma a una minoría de músicos para que representen a la mayor parte de la música, cuando uno se pone a mirar a la mayor parte de los músicos que hay en el mundo, la realidad de cómo la música incorpora lo que la rodea, está muy lejos de la manera en que las líneas limpias de los géneros operan en el negocio musical.”
Nacida en Portland, Oregon, en 1984, en 2011 Spalding obtuvo el raro record de haber sido la primera artista de jazz en ganar el Grammy a Artista Revelación por Chamber Music Society, arrebatándoselo inesperada y agradeciblemente a Justin Bieber. Admiradora de Liliana Herrero (“querría hacer algo con ella; tal vez en este viaje logre armarlo”), Spalding afirma acerca de su veloz ascenso: “Uno tiene un deseo y trabaja para lograr eso, para ser capaz de expresar y ser reconocida. Me siento satisfecha cuando escribo una letra y sé lo que significa para mí, las visiones que me sugieren, los sentimientos que trato de comunicar. Y es muy satisfactorio cuando luego de eso viene un extraño que nunca he visto en mi vida y me habla de la experiencia que tuvo con mi poema. Y escucho que la idea, el sentimiento, el pensamiento que traté de comunicar al mundo realmente conectó con alguien, que funcionó. Eso es muy satisfactorio. Es algo que esperamos que suceda, es algo para lo que trabajamos, y cuando escucho que músicos que admiro me entienden o me aprecian, pienso que es fantástico. Aquí hay algo que funciona, me digo a mí misma, y tengo que hacer más, tengo que trabajar más. Tengo que seguir haciéndolo”. Spalding se ríe y se compara con “una escritora que, cuanto más vieja se pone, más ideas tiene”, y agrega: “A medida que se crece, las ideas se hacen más profundas, se experimenta más y se quieren comunicar más cosas. Es un lujo, a mi edad y en mi lugar en la vida, haber podido comunicar de manera efectiva los pensamientos que tuve hasta ahora y que éstos fueran comprendidos. Rezo para tener el tiempo y la seguridad para continuar practicando y estudiando y seguir escribiendo poemas, y seguir escribiendo música”.
Su estilo fue calificado por el pianista Herbie Hancock como “música libre, que no necesita clasificaciones ni trucos mediáticos ni se rinde ante el mercado”, y ella odia hablar de sus fuentes “porque es imposible; la lista es tan larga que nunca sé por dónde comenzar”. No obstante, aclara que allí hay “escritores, pensadores, actrices, músicos, cantantes, poetas, actores, directores de cine; hay tantas fuerzas que se combinan. Es como decir cuál de los afluentes de un río es el más importante: todos lo son. Y por supuesto, a través de diferentes fases de nuestras vidas, nos sentimos atraídos hacia diferentes personas”. No recuerda exactamente el momento en que se dio cuenta de que quería hacer música. Pero, cuenta, recuerda “a Fred Rogers, que era una persona que hacía un programa para niños”. Y, entre risas, amplía: “El y (el cellista) Yo-Yo Ma tuvieron gran impacto e importancia en mi vida porque son las dos personas que hicieron posible que yo tuviera interés en hacer música. Podríamos decir que fueron esas dos personas, porque si trato de mencionar a todos, serían demasiados”.
En la presentación de esta noche, en el Teatro Gran Rex, Esperanza Spalding, tal como es habitual, tocará bajo eléctrico además de contrabajo y cantará. Junto a ella estará un grupo conformado por uno de sus más fieles compañeros de ruta, el argentino Leo Genovese, en piano y teclados electrónicos, Jeff Lee Johnson en guitarra y voz, Lyndon Rochelle en batería y voz, Chris Turner en voz, Tia Fuller en saxo alto, Renato Caranto en saxo tenor y soprano, Aaron Burnett en saxo tenor, Jeff Galindo y Corey King en trombones e Igmar Thomas y Leala Cyr en trompetas. Spalding, en su último disco, publicado por Heads Up International (parte de Concord, una de las compañías del sello Universal), rinde homenaje al mundo de la radio y, claro, de los discos single que allí se difundían. “Cuando era chica, el medio más barato de la música eran los discos, que costaban unos 50 centavos de dólar cada uno en las tiendas de música”, relata. “Entonces yo iba allí con monedas que había ahorrado y compraba música. Podías conseguir discos literalmente por esa suma, o inclusive 25 centavos. Recuerdo haber comprado, también, Scheherezade, de Rimsky-Korsakov, y al escucharlo quedé totalmente anonadada con la belleza, lo escuchaba una y otra y una y otra vez y trataba de que todos lo escucharan. Creo que ése fue el primer disco que escuché con verdadera atención. No tenía muchos discos que me dieran otros chicos, simplemente encontré ése. Escuchaba mucha radio también, algo de repertorio clásico, de conciertos que pasaban en ciertos programas, rock clásico de los ’60, música de los ’50 y los ’60, y mucho R&B y soul clásicos. Creo que ésas son mis auténticas raíces musicales, desde mucho antes de haber empezado a estudiar música.”
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux