Domingo, 9 de junio de 2013 | Hoy
MUSICA › LEON GIECO PUBLICO EL ALBUM VERDADERAS CANCIONES DE AMOR
En dos CD, el cantante compiló 34 canciones escogidas no sólo entre toda su discografía oficial, sino también luego de revisar cintas con versiones inéditas de sus propias composiciones. Mientras, sueña con editar más material de archivo y crea otros proyectos.
Por Juan Ignacio Provéndola
León Gieco entra en la oficina y pregunta quién es Christopher Lee. No le sorprende enterarse que se trata del más emblemático intérprete de Drácula en el cine. Lo que verdaderamente revuelve su intriga es haber oído que el tipo acaba de editar un disco de heavy metal a sus 91 años. Más que curiosidad, lo invade una sana envidia. “Es que siempre me gustó el metal”, explica el cantautor, remontándose a The Who y a Led Zeppelin. “Esos bateros y esos sonidos de viola eran re-heavy metal, loco. Y también Neil Young, que yo lo tenía catalogado como un tipo del folk y del country, el del disco Harvest, grabado con la Orquesta Sinfónica de Londres... hasta que, de golpe, el mono apareció con una mano distortion y aluciné.” Todo tiene que ver también con Un León D-Mente, aquel proyecto que cruzó a Gieco con la banda de Andrés Giménez, el ex líder de Animal que ahora participa como accionista artístico de una multinacional del metal llamada De La Tierra, compartida con el germano brasileño Andreas Kisser (Sepultura), el mexicano nacido en Estados Unidos Alex González (Maná) y el argentino Flavio Cianciarullo (a punto de volver con los Fabulosos Cadillacs). “Lo llamé a Andrés y le pregunté ‘¿qué onda con eso?’. La experiencia con él se había basado en reversiones pesadas de mis temas, que grabamos en un disco y anduvo muy buen. Fue de los más vendidos de aquel año, tuvo un éxito impresionante y nos llevó a tocar por todos lados, incluso como soportes de Metallica. El próximo objetivo es hacer temas nuevos, que es lo que nos quedó pendiente. El me pasó algunas canciones que estaban muy buenas, pero para poder laburarlas tengo que retirarme de mis actividades y ponerme a escribir”, cuenta el cantante.
Los planes sobran y alimentan nuevos deseos. Así, la vida sigue viva y nada pierde sentido, aunque la agenda apriete y arrincone con sus urgencias. La primera de ellas, por ejemplo, es la promoción de Verdaderas canciones de amor, un disco doble que rescata y pone en valor una sensibilidad siempre relegada por el peso político y social que dominó a la obra de Gieco. Son 34 canciones escogidas por su propio autor no sólo entre toda su discografía oficial, sino también luego de revisar cintas viejas con versiones inéditas de sus propias composiciones. Según revela en el librito interno del disco, Gieco se inspiró en este trabajo una vez que manejaba por el interior de Uruguay y se cruzó con un cartel que decía: “Goce del paisaje”. “A mí me encanta agarrar el auto, poner música suave y levantar el pedal para poder ir tranquilo, disfrutando de lo que veo. Por eso pensé en un disco despojado de estridencias y de cargas políticas y sociales, para que lo puedas escuchar relajado mientras manejás, o bien cuando te levantás a la mañana, estás estudiando o te vas a dormir. ¡Lo probé conmigo y funcionó!”, confiesa.
Para Gieco, este disco habrá valido la pena si logra “que, al menos, una persona salve su vida por ir despacio con el auto, escuchando este disco que te inspira a relajarte”. El hincapié en el manejo responsable tiene que ver también con su fervorosa adhesión a los propósitos de Conduciendo a Conciencia, la ONG surgida tras la tragedia vial que acabó en octubre 2006 con la vida de nueve alumnos del colegio Ecos, una docente y los dos tripulantes del camión que embistió al micro escolar en una ruta de Santa Fe. Es tan sólo una de las tantas causas a las que el músico de Cañada Rosquín suscribe cada día de su vida. “Todo el tiempo me ofrecen mil movidas a las cuales me cuesta un huevo decir que no”, argumenta. “Hace poco, por ejemplo, me invitó Estela de Carlotto y no pude ir. Lo mismo me pasó con Alex Freyre y también con Martín Fresneda, de HIJOS, con quienes tengo ganas de hacer un video con mi canción ‘Semillas del corazón’. ¡Y también me llamaron de Chiapas, loco! Es para apoyar un nuevo plan educacional que está muy piola y tengo que ver si lo hago coincidir con una gira que estoy por hacer en México, ya que de otro modo no tendría tiempo.”
–¿Tiene algún límite para evitar caer en la demagogia a la hora de aceptar esta clase de propuestas?
–Es un tacto mío. Confío en mi veleta, aunque eso no quita que me haya ensartado un par de veces. Una vuelta, por ejemplo, me enganché con unos pibes que llevaban ropa y comida a una ciudad del interior, no importa cuál. Les dije que podía ir solo, gratis, pero que si querían que fuese mi banda iban a tener que pagarles a los músicos. Ellos prefirieron esto último, porque decían que así iba a ir más gente. Y así terminó pasando: cobraron entrada y fueron casi dos mil personas. Pero cuando termina el show, vienen los pibes al micro a decirme que en realidad yo les había dicho que nadie iba a cobrar nada. Fue un altercado tremendo. Se pusieron a llorar y vino un padre a decirme que yo era un chanta. ¡Me acuerdo que me amenazaron con denunciarme en televisión! Otra vez fuimos con Moris y Spinetta a tocar para un tipo que tenía que operar al hijo. Hicimos un concierto que estuvo buenísimo y juntamos un montón de mosca... ¡y después resultó que el tipo tenía que viajar a no sé dónde y nos mintió a todos! Me he comido sapos, pero no me importa: el 99 por ciento de las propuestas son interesantes y de buena leche.
–¿Cuál es el lugar más exótico en el que se encontró tocando a raíz de estas invitaciones?
–¡En la Berlín oriental! Mercedes Sosa me había invitado en 1985 a tocar en Alemania occidental y ahí conocí a gente de la RDA, que me llevó al año siguiente. Era un lugar políticamente privilegiado, donde cantaban por Marx y por Lenin. Se juntaba dinero y camiones con cosas para Nicaragua, Cuba y lugares así. Veías a las juventudes laburando por la causa, era todo de verdad. Ahí me encontré con personas increíbles como Daniel Viglietti, Rubén Blades, Pete Seeger, y el Modern Jazz Quartet, un grupo de negros que Los Beatles habían producido para su sello Apple. Tuvimos mucho éxito y guardo un video donde aparecen cinco mil alemanes bailando ‘Bajo el sol de Bogotá’, que es un ritmo de huayno.
–¿Editará alguna vez todo ese material que conserva?
–Me encantaría. Tengo un archivo muy grande en mi agencia con videos, fotos, discos y temas inéditos que, cada tanto, voy largando. Mi idea es fabricar un álbum de fotos y hacer una preselección en video de cuatro horas, para dejar dos, que lo va a hacer un artista español. Estamos yendo para ese lado.
–Hace unos años dijo que con gente de su edad ya no podía hablar. ¿Lo sigue sosteniendo?
–Me cuesta relacionarme con gente de mi edad que no esté en nuestra actividad. Tengo un ejemplo bien claro que me pasa seguido, y es el del tipo grande que se me acerca a pedirme un autógrafo pero aclarándome que es para el hijo. “Yo era fanático tuyo, pero antes, así que mejor firmale a mi pibe”, me dicen. Tomo eso como una claudicación de parte de ellos, porque yo, lejos de dejar atrás mis fanatismos de otras épocas, me siento cada vez más joven. ¡Tengo que tener cuidado de jugar al fútbol porque mi mente va más rápido que mi cuerpo! Puedo relacionarme con pibes a través de la música y eso es por la apertura que tengo gracias al rock. Y, honestamente, me cuesta encontrar este comportamiento en personas de mi edad que no son colegas, a excepción de algunos amigos divinos.
–Usted tuvo algunos encuentros casuales con Héctor Cámpora. ¿Cuál es su apreciación acerca de él y de aquel momento histórico, ahora que se cumplieron cuarenta años de su asunción presidencial?
–Lo conocí cuando él le mandaba télex a Perón a España y yo era operador de EnTEL. ¡Era algo así como el intermediario del intermediario! Tenía 19 años y era consciente de que él era una persona muy honesta, además de que nos daba la posibilidad de que el Viejo volviera. Desgraciadamente, Perón estaba muy grande y no era lo que uno pensaba. Y nos echó de la Plaza cuando fuimos a gritarle que estaba rodeado de fachos genocidas como Isabelita y López Rega. Tengo recuerdos encontrados de ese acto, porque por un lado fue ahí donde estreché la relación con la que hoy es mi mujer, madre de mis hijas y abuela de mis nietas, pero a su vez todos nos fuimos muy decepcionados. Había escuchado decir a Perón algo así como que “Si yo fuera un joven argentino, estaría tirando bombas como hacen los chicos”. Creo que lo registró Pino Solanas. Yo no le pedía que tirara bombas, aunque sí creía que iba a venir a poner las cosas en orden y a consolidar una democracia como la gente. Pero el Viejo no podía hacer nada más, y menos con esos dos genocidas que tenía a su lado. Perdimos todo y fue el primer escalón hacia la dictadura. De hecho, la parte de “Sólo le pido a Dios” que dice “si un traidor puede más que unos cuantos”, está dedicada a él.
–¿Tenía alguna participación política en aquel tiempo?
–En ese entonces no, pero después milité en el Partido Intransigente y me llegué a juntar algunas veces con Oscar Alende antes de las elecciones de 1983.
–Una posición más de izquierda que la de apoyar la vuelta del peronismo al poder bajo la candidatura de Italo Luder...
–¡Por supuesto! En ese momento nos salvó Herminio Iglesias, quemando el cajón y despertando la reacción de la gente. Aún hoy le estoy agradecido a Herminio por ese gesto que le permitió ganar a un tipo como Alfonsín, que fue un gran presidente, al menos durante sus dos primeros años. Tuvo sus cosas problemáticas, también. Rescato el Juicio a las Juntas y el Nunca Más, un relato de todos los que se salvaron que, creo, fue muy valiente, a pesar de que no concuerde con su prólogo. Después, cometió algunos errores, como por ejemplo decir que quería trasladar la Capital a Viedma porque hasta ahí había llegado Roca. Otra vuelta invitó al presidente de Italia a pasear por el Riachuelo... ¡y el tipo se descompuso de la baranda a mierda que había! Y no atendió a Cortázar. Tampoco a las Madres de Plaza de Mayo. Nunca. Pero reconozco que fue un tipo para nada corrupto.
–Justamente, ésa es la principal condición que se pondera de Pepe Mujica, con quien tuvo un encuentro afectuoso la última vez que cantó en Uruguay...
–Me invitó a la Casa de Gobierno y luego él fue al show. Me llamó la atención verlo llegar solamente acompañado de su mujer, ya que, por ejemplo, cuando Cristina va a un lugar, primero aparecen como 80 tipos para revisar todo. Ellos llegaron al Teatro de Verano, la gente los aplaudió, y luego se sentaron en primera fila sin que nadie los molestara. No lo podía creer. Después fue al camarín a comer asado, porque había una parrilla de catering, y vimos juntos el show de Agarrate Catalina. Creo que es muy auténtico y tiene derecho a decir lo que quiera, aunque igual le tiré un moco a su mujer, porque ella dijo que no se iba a caer el mundo por cambiar de lugar a un juez (en relación al sorpresivo traslado de fuero de Mariana Mota luego de instruir más de 50 causas vinculadas a delitos cometidos por la última dictadura uruguaya). ¡Sí, señora, claro que se cae el mundo por desplazar a tipos como ella o como Baltasar Garzón! Hay jueces y jueces, y ella estaba haciendo algo muy interesante en Uruguay.
–¿Le sorprende el temor con el que los demás países de la región revisan los delitos de lesa humanidad cometidos por sus recientes dictaduras?
–Es increíble que estén atrasados en ese sentido. El único lugar que vivió estos juzgamientos como un adelanto de la historia fue la Argentina, y estoy encantado por eso. Ando por todos lados, y si nos tienen en cuenta en el mundo por algo es, justamente, por la lucha de los derechos humanos. Hablo de los artistas, de los militantes y de la buena gente en general. Y a los que creen que en el mundo no nos tienen en cuenta por eso, les mandamos a una reina y a un Papa para que se los metan en el orto...
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