“A veces chichoneo con la idea de hacer una película o de escribir un par de guiones, eso me encantaría”, suelta Gieco. Son algunos de los deseos que el santafesino anota en los márgenes de sus compromisos a futuro, más cercanos a actividades que no tienen que ver específicamente con entrar a grabar un disco a un estudio, subirse a un escenario o cualquier otra postal de su cotidianidad profesional. Y, aunque se trate de una recopilación de sus canciones ya grabadas, Verdaderas canciones de amor fue pensado también como un trabajo conceptual para ser escuchado de principio a fin, sin interrupciones. Es decir, a contramano de las lógicas actuales del picoteo Grooveshark y del download fast food que atenta contra el concepto de disco como unidad, en una secuencia cronológica inalterada. “Cuando entrás a grabar un disco, no solo pensás qué canciones meter, sino también el orden en el que van a estar dispuestas, pensando en ir cambiando las intensidades para ofrecer variedades”, describe. “Un ejemplo de eso fue De Ushuaia a La Quiaca, que termina pareciendo un clip de rock, porque en su momento pensamos que el público en general no se iba a tolerar todo folklore. Hoy, no estoy seguro de que ese formato pudiera funcionar.”

–¿Volvería a hacer algo similar a eso? ¡Un De Ushuaia a Alaska, por ejemplo!

–Bueno, estoy de gira permanentemente, digamos que las rutas no las abandoné nunca. Aunque hacer algo así sería muy difícil, sobre todo por la popularidad que tengo. No podría bajar en los pueblos, ir a comer a los lugares y todo eso, porque la gente me gastaría con los autógrafos y las fotos. De hacer algo así, lo aprovecharía para algo exótico. Pondría Internet en el motorhome y me iría a grabar bagualas para mandárselas a David Byrne, así las produce, o ir con un grupo de gente a rescatar cosas para que luego las viera el propio Gustavo Santaolalla. De lo que no tengo dudas es de que no me voy a bajar del escenario, tal como vengo haciendo desde hace cuarenta y tres años.