MUSICA › MARKY RAMONE, EL EX BATERISTA DE UNA BANDA LEGENDARIA
El músico vuelve a Buenos Aires para dar dos shows en Vorterix. Promete hacer 32 temas de la banda neoyorquina. “Gente que no conozco habla sobre los Ramones, pero yo soy el único miembro vivo que estuvo mucho tiempo en la banda”, se defiende.
Desde lejos se advierte su inconfundible estampa, combinación balanceada entre lo simple y lo extravagante: una campera, un peinado, unas zapatillas. Marky Ramone se viste prácticamente igual desde hace treinta años y así se siente bien: no sólo le gusta su ropa, también su apellido adoptivo, que lo identifica como el baterista más significativo de una de las mejores creaciones del siglo XX: los Ramones. La desaparición física de casi todos su ex compañeros de banda hace de Marc Bell no sólo un sobreviviente calificado, sino también el vehículo de un potente imaginario: carga la vestimenta, pero también la música, un generoso catálogo que es revisado incesantemente, a veces por sus protagonistas –CJ Ramone o él mismo–, a veces por extraños. “Siempre que vengo a tocar a Buenos Aires voy a restaurantes; me encanta la comida, es mi hobby”, concede, con un nivel mínimo de obsecuencia si se tiene en cuenta que siempre hubo amor entre el cuarteto neoyorquino y la Argentina.
Uno de los mejores bateristas de punk rock desembarca nuevamente en la Argentina para brindar dos shows, hoy y mañana, desde las 19, en el Teatro Vorterix. En la voz lo acompaña Michale Graves, quien fuera el cantante de The Misfits desde la partida de Glenn Danzig hasta 2001. “Tengo un método especial para armar las listas de temas. Busco en mis videos, me fijo en qué canciones el público responde mejor y las pongo juntas en un set. Voy a tocar 32 temas de los Ramones y Michale va a hacer cinco acústicos con su material”, adelanta.
–Las grabaciones de su cámara personal originaron registros interesantes de la banda. ¿Sigue filmando durante las giras?
–En alguna ocasión, pero no como antes. Cuando salíamos de gira con Johnny, Joey y Dee Dee, llevaba tres cámaras. Después alguna se rompió, otra fue robada; en los aeropuertos había que estar abriendo el bolso todo el tiempo. Tengo cuatrocientos videos de los Ramones por el mundo, pero con los años se me fueron las ganas, había que estar atento a demasiadas cosas.
–Hablando de registros, CJ Ramone sigue escribiendo su autobiografía...
–(Interrumpe.) ¿Por qué hace eso? Perdón, ¿entonces?
–... ¿Usted pensó en hacer la suya?
–Está un 99 por ciento terminada. CJ estuvo apenas seis años en la banda, no entiendo por qué escribe un libro. No estuvo desde el principio, no tocó en el CBGB. Yo me uní a la escena punk en el ’75, estuve en bandas importantes, hice setecientos shows y nueve discos de estudio con los Ramones. Todo el mundo puede escribir un libro, lo difícil es tener mucha información interesante, no se puede publicar basura como los libros de Johnny y Joey, que fueron escritos por familiares y hasta ex esposas. Yo viví los mejores momentos de nuestra carrera: el disco con Phil Spector (End Of The Century), la película Rock ‘n’ Roll High School, los shows en Buenos Aires, dejar Nueva York para salir al mundo en los ’70. Ni Joey ni Johnny estaban vivos para escribir libros y los escritos de Dee Dee son un poco fantasiosos. Gente que no conozco habla sobre los Ramones, pero yo soy el único miembro vivo que estuvo mucho tiempo en la banda, tengo bastante para decir. Todavía no tengo el título, se iba a llamar “The Job That Ate My Brain” (“El trabajo que me comió el cerebro”), que es el nombre de una canción que escribí para el disco Mondo Bizarro, pero alguien lo descubrió y lo registró a su nombre para revendérmelo.
–Hoy el CBGB es una casa de ropa. ¿Qué siente cuando pasa por la puerta?
–El CBGB se terminó cuando murió Hilly Kristal. Ver esa casa de ropa me da la pauta de que terminó una era y me hace pensar que otros grupos tienen que crear su propio CBGB, una nueva escena. Estoy esperando ver otro CBGB. Fue divertido, duró 34 años, toqué muchas veces y hasta con tres bandas distintas, pero se terminó.
–Se habla mucho sobre las tensiones internas durante la última etapa de los Ramones, ¿qué recuerda de eso?
–En realidad, por alguna razón que no conozco del todo, Joey y Johnny nunca se cayeron bien, pero eso jamás afectó la música, que era lo más importante para nosotros: teníamos una banda, y una banda es un negocio, aunque todos sabíamos que se iba a acabar. En 1994, se sentaron los dos en una habitación de hotel y decidieron terminar la banda en el ’96, a veinte años del primer disco. Nunca pudieron arreglarse, es una lástima, porque cuando nos enteramos del cáncer de Joey parecía ser un momento ideal para eso.
–Muchas veces se asocia el punk rock con la falta de habilidad de sus músicos, pero usted tiene un estilo único, sobre todo en la velocidad de su mano derecha. ¿Cómo desarrolló la técnica?
–Que tengas alguna habilidad no significa que no puedas ser un baterista de punk. Puedo tocar cualquier cosa y me adapto a ciertos estilos. En mi época de secundaria estaba en una banda militar, donde me daban unos palos que eran el doble de pesados que los de la batería. Entonces, cuando agarraba los palillos tradicionales, todo era muy simple. Además ensayaba mucho: tres veces por semana, durante hora y media. Por eso puedo tocar tan rápido. Muchos otros músicos creyeron que podían tocar como nosotros y se dieron cuenta de lo difícil que era. Incluso esos técnicos que nos criticaban notaron lo mismo: sin ser técnicamente avanzados, éramos geniales en lo que hacíamos.
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