Jueves, 22 de junio de 2006 | Hoy
MUSICA › CONCIERTO CON OBRAS DE MARIANO ETKIN
Esta noche se estrena Cinco poemas de Samuel Beckett, con entrada gratuita.
Por Diego Fischerman
“Morton Feldman le mostró a su maestro una obra y éste le dijo que tenía que pensar más en el hombre de la calle”, cuenta Mariano Etkin. “Y Feldman le contestó que cuando estaba componiendo miró por la ventana y, en la calle, vio a Jackson Pollock.” Compositor, teórico y maestro, Etkin es uno de los nombres fundamentales de la generación surgida en la segunda mitad del siglo XX. Formado en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, que dirigía Alberto Ginastera, en la Julliard School de Nueva York, el Conservatorio de Utrecht y la Academia de Música de Basilea, no tiene miedo a bromear. Pero sus bromas, como su música, implican siempre un altísimo grado de reflexión acerca de la propia naturaleza de la creación. Y hoy, como parte de un ciclo organizado por la Dirección Nacional de Música denominado Música y Literatura, que se desarrollará en el Centro Nacional de la Música (México 564) y que continuará con conciertos dedicados a Gerardo Gandini y Marta Lambertini, se estrenará su Cinco poemas de Samuel Beckett, para clarinete bajo, trombón, percusión, violín, cello y recitante, coincidentemente con el centenario del nacimiento del escritor irlandés.
El concierto, a las 20 y con entrada gratuita, incluirá también las composiciones La naturaleza de las cosas (2001), para clarinete, trombón, piano y cello, y Lo que nos va dejando (1998), para percusión. Los intérpretes, dirigidos por Santiago Santero, serán María Inés Aldaburu (recitante), Marcelo Barragán (clarinete y clarinete bajo), Henry Bay (trombón), Gerardo Cavanna (percusión), Martín Centeno (violín), Néstor Tedesco (cello) y Haydée Schvartz (piano). Y, además, las obras serán comentadas por el compositor y el poeta y ensayista Guillermo Saavedra. “Lo que me interesa de Samuel Beckett es algo que dice Cage, en el comienzo de la Conferencia sobre nada: ‘No hay nada que decir y lo estoy diciendo’”, comenta Etkin. “Eso me parece válido, en cuanto a la imposibilidad de la palabra frente al mundo y, al mismo tiempo, al saber acerca de que se trata de la única posibilidad. Elegí, además, algunos poemas que se destacan por su concisión, que es algo que me importa mucho de Beckett. Y está eso que tiene su literatura de desierto ondulado; aunque haya eventos la sensación de que atrás hay un desierto nunca se pierde. Y eso creo que está en la música. No es que me haya puesto a pensar cómo podía traducir a Beckett, cómo podía trasvasar algo de un lenguaje a otro, simplemente me sumergí en los textos y trabajé.”
Cinco poemas de Samuel Beckett está pensada a partir de otra anterior, que formaba parte de un espectáculo llamado Manchas en el silencio. “Esa era una obra abierta, donde incluso los textos los elegían los intérpretes”, recuerda el autor. “No importaba cuáles fueran mientras fueran de Samuel Beckett. Y no me gustó. Ahora los textos están elegidos por mí y la obra está fijada. Hay algo importante, por otra parte, y es que nunca hay superposición de texto y música. Esa es una premisa que estaba en la obra anterior y que mantuve en ésta. Entre otras cosas quise soslayar totalmente cualquier sugerencia de ilustración, por mínima que fuera. Ahora me acuerdo de un lied de Schumann, ‘Lloré en sueños’, donde el piano se alterna con la voz.”
–Decidir no ilustrar el texto con la música es, de todas maneras, decir algo acerca del texto.
–Que haya un texto, obviamente, no es lo mismo que si no lo hubiera. Lo que sucede es que en este caso son textos casi circulares, que se autoanulan. Uno de los poemas, por ejemplo, dice: “Noche que tanto hace que imploremos el alba, noche, por favor, cae”. Es circular. En ese sentido, tiene una vinculación con Cage. De todas maneras es evidente que la música está para ser escuchada y ser sentida y no para ser dicha.
–Sin embargo, en este concierto en particular se va a hablar sobre la música.
–Y el ciclo se llama Música y Literatura, además. Es que, aunque sepamos que es inútil, igual hablamos de música. Pero, en realidad, no hablamos sobre música, sino sobre lo que otros, o nosotros mismos, hemos dicho sobre la música. El problema de la palabra en relación con la música no tiene solución. Pero plantea problemas interesantes. En mi caso, crecí rodeado de libros. La literatura, para mí, siempre tuvo una gran importancia, pero no en el sentido de servir de estímulo para generar ideas musicales. Nunca pude encontrar una conexión que a mí me sirviera. Raymond Rusell, por ejemplo, es un escritor que me importa muchísimo y la forma de obras suyas como Impresiones de Africa me impresionó con mucha fuerza. Pero jamás eso me llevó a componer en una forma análoga.
–Las otras dos obras incluidas en el concierto también dialogan con textos de alguna naturaleza.
–En Lo que nos va dejando hay una referencia a la idea del tiempo para los nahuas del México precolombino. Ellos definían el tiempo –cáhuitl– precisamente como “lo que nos va dejando”. La obra trabaja con repeticiones mínimas, con retornos que parecen ser iguales pero no lo son. Es una obra, creo, acerca de lo parecido y lo diferente. En La naturaleza de las cosas la referencia es a un texto didáctico de Lucrecio (De rerum natura), que originalmente tenía como fin divulgar la filosofía de Epicuro y la física atomista de Demócrito. Pero ahora ése es un texto poético, donde dice, por ejemplo, que los átomos caen y a veces hay pequeñísimos desvíos, que son los que generan la creación del mundo. Eso es lo que me interesa de ese texto, que me parece modernísimo. La idea del desvío. Creo que el arte es desvío.
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