MUSICA › OCHO SONATAS PARA PIANO DE GANDINI, EN EL CETC
“Gerardo fue alguien que democratizó la música hacia los jóvenes”, señala Lucas Urdampilleta, coordinador del proyecto que se inicia hoy y continuará durante tres noches consecutivas, dentro del ciclo Integrales del Centro de Experimentación.
› Por Diego Fischerman
“Transcurrido un cierto tiempo y con un conjunto de obras compuestas, que actualmente llegan a más de cien, lo que significa varios días de música, tengo la sensación de que se trata siempre de la misma obra. No es que sean iguales entre sí, pero, probablemente, están intentando decir siempre lo mismo”, decía Gerardo Gandini a Página/12 en ocasión del estreno de sus Sonatas para piano V y VI. Y es que si su obra se estructura siempre como una suerte de espía, o escucha guiada, sobre la historia musical, la serie de sus sonatas para piano funcionan como un universo cerrado que, además, muchas veces se espía a sí mismo.
Respecto de una obra que podría considerarse gemela (o prima muy cercana) de estas dos sonatas, la que escribió para cello (y que comparte con ellas un mismo título, Anatomía de la melancolía, extraído del epígrafe de “La biblioteca de Babel” de Borges), el compositor bromeaba: “Pierre Menard, autor de la Sarabande de Bach, aunque supongo que Menard la hubiera vuelto a componer exactamente igual y yo, en realidad, le hice unos agujeros, le sustraje notas. Y en el double de la Sarabande, por esos agujeros se cuelan pedazos de otras sarabandes de Bach. Como si hubiera ventanas por las que aparecen otras cosas. Partí de la cita de esa cita que hace Borges. El texto original, de Robert Burton, habla de las distintas maneras de curar la melancolía, y menciona a las 23 letras del alfabeto. Tanto la quinta como la sexta sonata tienen 23 secciones cada una y ambas parten de una idea de simetría, donde la sección número 12 funciona como centro”.
A partir de hoy y durante tres noches consecutivas, el CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón) presentará, dentro de su ciclo Integrales, las ocho sonatas para piano de Gandini, más la escrita para cello, que completa la trilogía Anatomía de la melancolía, interpretadas por un conjunto de pianistas jóvenes seleccionados por Lucas Urdampilleta, que coordinó el proyecto y, además, tocará la última de las sonatas en la última de las noches. Hoy, a las 20.30, el programa abrirá, precisamente, con la trilogía: Fernando Palomeque tocará la Sonata V, Malena Levin interpretará la VI y Martín Devoto la Sonata para cello. Mañana, Victoria Gianera tocará la Sonata I, Leandro Rodríguez Jáuregui la II –que Gandini había estrenado en esa misma sala en 1997, durante la presentación del libro de un amigo– y Lorena Torales la III –cuyo estreno también fue parte de la presentación de un libro, en este caso de La invención musical, de Federico Monjeau–. El sábado 10, Diego Ruiz interpretará la Sonata IV, Sebastián Gangi la VII y Urdampilleta la VIII.
“El sólo hecho de que haya una nueva generación de pianistas de este nivel tocando en el CETC, que es mérito de Urdampilleta, que los conocía, siguió sus desarrollos, habló con ellos, ya sería un acontecimiento trascendente en sí mismo”, señala Miguel Galperín, director de esa sala, quien cuenta que “la idea fue previa al fallecimiento de Gandini (el pasado 22 de marzo); con Lucas (Urdampilleta) pensábamos en que pudiera pasarse la antorcha a una nueva generación. Lo hablamos con Gerardo y él, incluso, estaba viendo si retomaba el estudio del piano para poder tocar alguna de las sonatas él mismo. En el campo de la composición, a través de la Beca Melos-Gandini, él había estado transmitiendo mucho a los músicos más jóvenes, pero en cuanto a la práctica interpretativa de su música no, y eso es lo que se logró con esta integral”.
Urdampilleta señala que “Gerardo era inmensamente generoso, fue alguien que democratizó la música hacia los jóvenes, abriendo las puertas de esta sala por ejemplo. Simplemente pensamos en hacer lo propio con la generación que sigue.” En cuanto a las interpretaciones, cuenta que “algunos de los pianistas no habían tocado su música, o habían tocado piezas breves. Lo interesante es que surgieron formas propias de interpretar. Aparecieron las personalidades de los intérpretes. A mí me resulta difícil sustraerme a la manera de tocar de Gerardo, porque lo conocía, lo escuché. Pero hay un momento donde esas obras ya están ahí, como parte de un saber, de una tradición, para ser interpretadas en el sentido más cabal de la palabra. Por otra parte, son obras claras, donde hay algo que subyace, que está allí aunque no esté escrito, pero que es perceptible. El propio Gerardo daba mucho espacio a los intérpretes de su música. Después podía hacer algún comentario o sugerir trabajar algo en especial, pero lo primero que decía siempre era: ‘Está fenómeno’”.
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