Debido a que el presupuesto no les alcanzó, los productores del documental Ciudad de Dios: 10 años después presentarán a finales de 2013 –algunos meses luego de que la cinta dirigida por Fernando Meirelles celebrara la primera década de su estreno–, la historia del destino de los protagonistas del film una vez que éste alcanzara notoriedad mundial. Amén de que la providencia los encontró en la misma favela dos lustros más tarde, salvo casos como el de Seu Jorge (devenido en estrella internacional de la MPB y de la actuación, al punto de que figuró en los créditos del largometraje Vida acuática, al lado de Steve Murray, amenizando la trama con maravillosas versiones en clave de bossa nova de la era glam de David Bowie), esta realización inauguró una nueva manera de contar la situación de los sectores populares de Río de Janeiro. Y es que desde los 2000, Brasil, al menos en el arte, comenzó a sacarse los tabúes, las fábulas de los estereotipos y la alegría, y se sinceró consigo mismo.

“Lo que pasa es que en el cine y en la música, a diferencia de otras manifestaciones artísticas, la vida de la sociedad brasileña está muy presente. Si bien en este momento encuentro un sinnúmero de analogías con la Argentina en ese aspecto, anteriormente, a pesar de que suene inconcebible, eso no sucedía. Ahora existe una necesidad de hablar de las cosas reales”, afirma el cantautor bahiano Lucas Santtana, celular en mano desde Río de Janeiro (la urbe que hace ya un tiempo cobija e inspira a este estandarte del pop independiente del vecino país), a pocos días de la visita del papa Francisco a la megalópolis suda-mericana. “En los años ochenta había un público intelectualizado, un poco más letrado, que desarrolló una dinámica comunicacional con exponentes que intentaban explicarles lo que acontecía en las clases populares. Aunque con la democratización de la Internet, en los últimos tiempos los propios habitantes de las favelas empezaron a describir la forma en que viven. En Brasil, la realidad se tornó más verdadera.”

Luego de su debut en el país en 2010, donde presentó 3 Sessions in a Greenhouse (2006), Santtana regresa esta noche al mismo escenario que lo recibió en aquella ocasión, Niceto Club, para presentar, a partir de las 21, un show en el que hará hincapié en su más reciente producción, el increíble trabajo O que Deus devasta, mas também cura (Lo que Dios devasta, también cura), de 2012. No obstante, antes de su regreso a Buenos Aires, en la conclusión de junio, el músico de 43 años salió a las calles de Río de Janeiro, al igual que otros colegas, para manifestar su descontento sobre la actual situación social de su país y para demostrar asimismo que la militancia artística no sólo pasa por las canciones. “El pueblo les advirtió a sus gobernantes que necesitamos una democracia más participativa. Ahora estamos esperando que se lleven a cabo las reformas políticas, que mejoren servicios públicos como educación y salud. Si no lo hacen, Dilma perderá las próximas elecciones presidenciales.”

–¿La oscuridad musical que sostiene a su último disco está condicionada por el escepticismo político y social que atraviesa su país? ¿Se trata de un trabajo generacional?

–No lo sé porque los discos son como hijos para los artistas. Después de que nacen, no los podés someter. Si bien son compuestos en un momento específico, a partir de una época obtienen la mayoría de edad y se independizan. Comienzan a demostrar su propia voluntad y deseo. No tengo el control.

–En el título de su quinto material (al igual que 3 Sessions in a Greenhouse, también fue editado en la Argentina por el sello Sonoamérica) como solista asoma una gran cuota de existencialismo. ¿Qué lo motivó?

–El nombre del disco lo tomé de una de las canciones del repertorio, que se llama igual, y que está inspirada en una tempestad que cayó en Río de Janeiro y que coincidió con una época en la que acaba de terminar una relación sentimental. A manera de metáfora, el tema describe la relación que existe entre los dioses de la naturaleza y los que gravitan en nuestras relaciones personales.

–Usted forma parte de una nueva generación de artistas brasileños en la que lo idiosincrático ya no pasa por la musicalidad en sí misma, sino por conectarse con una escena global, lo que queda demostrado en sus nuevas canciones, en las que acude a un caleidoscopio de pop, jazz, rock y pop, orquestado por el dub. ¿Cómo llegó a esta síntesis?

–Después de que mis primeros cuatro trabajos fueron concebidos desde el mismo lugar, para éste decidí experimentar con el dub. Mi relación con el género, así como creo que sucede con los demás artistas brasileños de mi generación, surgió de forma natural porque estamos influidos por la cultura jamaiquina, que es una de las patas de la electrónica, y en la que el estudio se convierte en un instrumento más. Las máquinas permiten producir y hacer toda esa mescolanza.

La avanzada de artistas que integra Lucas Santtana, quien en la nota aclara que prefiere que lo llamen “independiente” antes que “indie”, decidió resistirse al destino de muchos artistas del rock o del pop de su país, quienes al entrar en la madurez de edad reciben con honor o con resignación la etiqueta de exponente MPB (siglas de Música Popular Brasileña) y en la que coinciden desde Caetano Veloso hasta Xuxa. “Eso es muy antiguo, me remite a la década del setenta. Y nosotros estamos para más”, afirma este exponente, quien en su tercera ocasión en Buenos Aires (en 2011 compartió grilla, también en Niceto Club, con Tie, Tulipa Ruiz y Do Amor) participará en el ciclo Nuevas Voces de Brasil, junto al paulista Thiago Pethit. Lo que no dejará de hacer es prestar su guitarra y talento, habitué en discos y giras de Marisa Monte o Arto Lindsay, a quien lo necesite. “Busco participar en otros proyectos porque me ayuda a descansar de lo que hago. Al embarcarme en éstos, lo hago una vez que analizo cuál me puede aportar riqueza creativa. Así que tengo una fortuna acumulada.”