Viernes, 6 de septiembre de 2013 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA A RAUL “TILIN” OROZCO Y FERNANDO BARRIENTOS
El dúo mendocino presentará mañana en La Trastienda su tercer CD, Tinto, en el que ratifican su compromiso con el folklore atravesado por la cultura rock. Son cuecas y tonadas en las que se cuelan otras influencias, desde Robert Fripp hasta –dicen– Trent Reznor...
Por Cristian Vitale
Desliz. Raúl “Tilín” Orozco se ríe igual, pero el trago que tiene enfrente no es el previsible: agua con gas. “Bueno, che, quiero saber cómo es”, se “excusa”, mientras Fernando Barrientos –su otro yo– airea los dientes con una sonrisa y no quiere ser menos: pide un café, o algo así. La coyuntura de una merienda frugal, sin alcohol, contrasta claramente con la impronta que el genial dúo mendocino imprime habitualmente a su vida artística, cotidiana y total. Una prueba más, una muestra entre mil, deviene del flamante tercer disco que acaban de editar, Sony Music mediante, y que estrenarán mañana en La Trastienda (Balcarce 460): Tinto. “No había otro nombre posible”, sentencia Barrientos. “A ver, si los Beatles tenían el blanco, Metallica, el negro, nosotros por lo menos teníamos que tener el tinto. De alguna manera, empezó como un guiño a esos grandes laburos. Además, este disco se hizo todo en Mendoza, ¿y dónde está la elaboración del tinto, si no?”, ironiza el pelilargo de las ondas morochas, cuyo rol en el dúo es el de componer letras y plasmarlas con su voz. “Todo envasado en origen, todo”, arremete Orozco. “Lo queríamos hacer muy mendocino, y eso influyó en el resultado final, porque en Mendoza los tiempos son otros, entre toma y toma hacíamos asado”.
–Y tomaban tónica, lógicamente...
Tilín Orozco: –Nooo.... agua (risas). Dicen que es para las guaguas y las mujeres con susto.
El guitarrista, cuyo rol en el dúo es componer las músicas y plasmarlas en su instrumento, se mete de lleno en una de las 16 piezas que pueblan Tinto: en “La refranera”, cueca cuyana de Félix Dardo Palorma, que el dúo viene recreando en vivo hace bastante tiempo, y que ahora decidió pasar a soporte fijo y permanente. Igual que con varias de las canciones que, vistas en conjunto, dan una paleta ecléctica con plataforma, claro, en cuecas y tonadas, y devenir en múltiples miradas. En la muy rockera “Chilenitas”, en los aires folk de la dura y desgarrada “Pelota de trapo”, en la profundidad acústica de “El amor puede salvar”, o en el paso a bucolismo folk de la tradicional “Tonada del arbolito”, todo bajo la fina supervisión de Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel, productores del disco. “Porque éste es un dúo de tres, ¿sabe?”, contempla Orozco, en obvia referencia al ex Arco Iris, que modela sus músicas desde –casi– siempre. “Es así en nuestro ideario, en nuestra impronta, en lo que queremos. En buena hora Santaolalla llegó a nuestra vidas”, determina.
–¿Qué hubiese sido sin él?, ¿lo fantasearon alguna vez?
Fernando Barrientos: –Bueno, el dúo pintó oficialmente en Viña del Mar 2003, pero veníamos trabajando como dúo compositivo desde fines de los ’80. Y ése fue el principal combustible para nosotros... las ganas de armar un cancionero propio. En ese momento pensábamos no en interpretar nuestras propias canciones, sino en ponerlas en boca de quienes estaban en boga en ese momento... nos movíamos así, llevando demos a los festivales, en fin, hasta que a partir de Viña, y de que Gustavo conoció nuestro trabajo, al toque se armó un ida y vuelta muy fuerte. Pensar en qué habría sido sin él... bueno, no sé...
T. O.: –Lo que somos, creo. No hemos cambiado nada.
–El dúo es el dúo, y tiene una fuerte autonomía, dicen...
T. O.: –Sí, claro. Lo que hizo Gustavo fue potenciarnos. Es importante reconocer lo que él implica en nuestras vidas, pero hubiésemos sido lo que somos porque él, como productor, no te interviene, no te somete, no te invade, y eso es ser un gran productor. Su capacidad no es mérito nuestro (risas). Digamos que se formó una química especial con él, y también con Aníbal Kerpel. Los honores y las capacidades están bien puestas. Cuando ellos ponen a disposición tuya esos dones, esos honores y esas capacidades, bueno, todo se potencia a la máxima expresión. Igual, nosotros somos los mismos del principio: sabemos que no vamos a llegar a la Luna.
Tinto es el tercer paso de un largo y relajado existir que, en términos discográficos, arrancó allá por el 2004 con el maravilloso Celador de sueños, y siguió por uno de los discos más bellos que se hayan hecho en el rubro Música Popular Argentina en lo que va del siglo: Pulpa, publicado en 2008. “Yo veo a Tinto como una síntesis entre Celador y Pulpa. Como un compendio de ambos, y lo trabajamos desde ese lugar, sabiendo lo que hicimos en el primero, en el segundo, y muy convencidos de lo que queríamos en el tercero. No es que nos sentamos solo a hacer el número tal del disco. Nos sentamos a hacer un disco que represente lo que somos, pero a la vez sea superador, porque nos dio otra visión... aprendimos otras cosas”, opina el guitarrista. “Yo también lo veo como una síntesis de nuestros dos trabajos, más una vuelta de tuerca que siempre tienen, y la posibilidad de grabar 16 canciones después de una preproducción de más de 30”, redondea el cantante.
–La pregunta clavada es por qué se toman cinco años entre un disco y otro.
F. B.: –Es que así se plantea nuestra forma de laburo. Optamos por juntar un material que viene de hace tiempo, a ver si tiene continente en este disco, después empezamos a componer, que también lleva un tiempo. Y además, somos de entregar muchas canciones a Santaolalla... es una forma de trabajar que nos ha beneficiado.
T. O.: –Nos abocamos a componer todo el tiempo y también tenemos un mínimo grado de elaboración, de exigencia, para que el disco te complazca, porque si no, no lo sacamos. No hay otra cosa... Orozco-Barrientos es nuestra vida, nuestro único proyecto, y cuando el almacén es tuyo le dedicás el mayor tiempo posible. Además, como decía Fernando, en Mendoza los tiempos son otros.
Los dos son de Guaymallén, y se criaron juntos. Barrientos jugaba al fútbol en el Boca de Bermejo, y Orozco, en el club Obreros de Maco. “Tenían camiseta naranja... parecían zanahorias de 50 mil dólares”, lo bardea el pelilargo. “Horas y horas corriendo sobre las piedras, sí, él jugaba bien, y yo corría, pero a éste, para hacerlo correr le tenías que hacer un exorcismo”, responde Orozco y habilita una excusa eficaz: “Bueno, loco, la que corre es la pelota y uno acompaña. ¡No vas a correr más vos que la pelota!... para eso es redonda...”.
–¿Dejaron el fútbol por la música?
T. O.: –Nooo, éramos muy jóvenes.
–¿Por el tinto?
T. O.: –(Risas) Imaginá los partidos. Terminabas de jugar y lechón, asado... damajuanas de vino nos bajábamos, ja, ¡qué deportistas!... terminábamos en verano a las cuatro de la tarde, los campeonatos Evita, interminables.... y a las diez y media de la noche todavía estábamos en pantalones cortos llenos de barro y con un pedo tremendo. Allá no es como acá, acá los caballos no usan herradura, pero allá es todo piedra. Piedra y tierra... te pegabas unos raspones que puteabas tres años seguidos. Y con el calor de Mendoza, te duraban tres años.
F. B.: –Nuestro mayor mérito futbolístico fue haber participado de la biografía de Víctor Legrotaglie, un prócer nuestro del fútbol, jugador de Gimnasia y Esgrima de Mendoza... todos los futboleros lo amamos allá.
La pasión por la redonda no es tema aleatorio para los mendocinos, cuya impronta futbolera dio letra a uno de los temas más sentidos de Tinto: “Pelota de trapo”. “De alguna manera sí, quisimos mostrar el derrotero de los pibes que arrancan con un picado y, bueno, terminan en el paco. Antes era el vinito, como hablábamos, pero ahora es el paco... ‘Pelota de trapo’ es el recorrido del potrero”, relata Barrientos, sobre un tópico “menor” si se lo compara con el líquido elemento de color púrpura oscuro que sobrevuela, resignificado y recurrente, en varias de las canciones. “Si navegar es preciso, es mejor que sea con vino”, cantan en “Chilenitas”, apuntalados en el lap steel guitar del mismo Santaolalla; “Echándole un vinito, solo Dios salva”, aparece como la frase fuerte de “Cerca de casa”, o la oda completa al vino que también beben de Félix Palorma, vía “Póngale por las hileras”: “Para el tiempo de cosecha, que lindo se pone el pago (...) siempre un racimo de encargo de la blanca o de la negra (...) hay que llenar la bodega, ya se está acabando el vino”.
–Vino, tonadas, fútbol, cuecas y ...
T. O.: –Y Beatles, siempre. Y Spinetta. Y Charly...
F. B.: –Y el Dúo Salteño, el Cuchi, Palorma...
T. O.: –Y Castilla, Bill Evans, Kusturica.
–Eso en cuanto a los gustos. ¿Y las influencias que podrían explicar la impronta de este disco, en particular?
F. B.: –Es raro. Yo, últimamente, venía escuchando bastante esa banda de sonido de Trent Reznor con Atticus Ross para The Social Network, la película de David Fincher, y vengo alucinado con eso que, claro, aparentemente no tiene nada que ver con esto, pero en algún punto se tocan, me parece. Alguna cosa de oscuridad, no sé, todo entra en un ordenador que empezamos a limpiar. Yo noto en muchas secuencias de viola que Reznor está ahí...
T. O.: –O Frank Zappa y Robert Fripp, que en ciertos casos tienen similitud con las guitarras cuyanas. Pienso y sostengo que la guitar craft es algo que se viene escuchando en Cuyo desde la década del ’20... la baja púa ¿no?... podés agarrarlo de Zappa, o de Angel Cataldo, Pedro Palacios o de nosotros... está muy conectado.
F. B.: –La otra vez hablábamos con Gustavo y los chicos de Bajofondo del entretejido de esas guitarras, que tiene mucho que ver con esa cosa “a lo Fripp”, esos contrapuntos permanentes, violas cantando, y Cuyo es una zona eminentemente guitarrística.
–¿Hasta qué punto se sienten exponentes indiscutibles del folklore cuyano?
T. O.: –Lo somos y mucho.
–Puede haber un guardián de la tradición que niegue conexiones con Zappa o Fripp, en ese sentido va la pregunta.
T. O.: –Bueno, sí, esos que siempre están, los vigilantes del arte. Pero nosotros no le pedimos permiso a nadie porque venimos de ese lugar, del folklore, y por eso nos han cobijado y los hemos cobijado. En este disco está demostrado, y por eso van los homenajes a manera de devolución.
La referencia ancla, por caso, en la cuyanísima “Quien te amaba ya se va”, que el dúo ejecuta junto a Teresa Parodi y Liliana Herrero. O en “La tonada del arbolito”, anónima y hermosa. “Mal podría una persona del folklore tradicional decir nada, porque acá están Annie Lennox y la más pura tradición cuyana, y conviven. Estas canciones ejercitan esa cosa de maceración que tiene el vino, eso de quedarse ahí un rato, química que se nutre... que está viva”, explica el cantante. “Es una cuestión de definiciones. Noso-tros creemos que hacemos música con aires folklóricos, con aires rockeros, con aires de jazz... en realidad, somos un aire, y en buena hora, si no, nos aburriríamos rápidamente”, arremete Orozco, “y a eso hay que sumarle la buena química, que te dan la confianza y la amistad o, bueno, el gran negocio... pero como acá no hay un gran negocio, nosotros ya estamos formateados de la otra manera”.
–Bueno, si nombra a Zappa o a Fripp como referencias, está claro de qué lado están...
>T. O.: –No renegamos del “negocio”, pero artísticamente es así. Es el sustrato de la música popular.
–Otra arista sorpresiva del disco es “El tordo viejo”, el tema en el que Orozco se animó a cantar.
F. B.: –Bueno, en discos anteriores no había tenido la posibilidad por su timidez o por su, no sé, pero con Gustavo lo convencimos de que era el momento justo. Empezó a cantar en los shows, notó que había buena onda con la gente, y bueno, pero ojo que el tipo siempre cantó ¿eh?
T. O.: –Pero para mí, o con un vino. ¡Si canta éste me voy a meter a cantar yo!, están locos. Para mí es un esfuerzo, aunque ya no tanto. Ya me está gustando. Ya voy por mi plan solista. ¡ahora que se vayan a la mierda! (risas)
–Pero siempre el que se corta solo es el cantante, Tilín.
T. O.: –No, ahora el que se va es el violero. En Orozco-Barrientos todo es al revés (carcajadas). Bueno, pero me gustó, quedó bien, yo qué sé. “Tordo viejo” es una de las cuecas que más me gustan. Igual, no creo que por ser un dúo tengamos que cantar los dos.
F. B.: –Pero hay que abrir el abanico, loco, ¡rock & roll!... el tordo viejo es como nuestro pájaro negro, nuestro “Blackbird”.
T. O.: –¿Me quieren hacer cantar?, cantemos, loco; pero después me van a hacer querer bailar ¡y después me van a hacer cortar los tickets, hijos de puta, me van sacando de a poco!... no me van a cagar (carcajadas).
–Si tuvieran que elegir dos temas que operen como ejes conceptuales de disco, ¿por cuáles optarían?
F. B.: –Por “Bajo los sauces”, porque mantiene ese espíritu de cómo empezamos y continuamos haciendo nuestras tonadas. Y “Cerca de casa”, una cueca que tiene mucha polenta y que porta la síntesis de la cosa rockera que tenemos. Los arreglos de la viola son buenísimos, y está muy presente la formación cuyana.
T. O.: –Yo iría por el lado de “Cara sucia”, un tema que habla de la necesidad de no explotar más a los niños en las viñas, que los niños se dediquen a jugar y a estudiar, ¿no?, y agrego “Póngale por las hileras”, de Palorma, que es tinto a morir.
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