Mar 17.09.2013
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MUSICA › LUCAS SEDLER HABLA DE SU DISCO-LIBRO CANCIONES CON PESSOA

Entre lo luminoso y lo sombrío

El ex guitarrista de Memphis transformó en canciones nueve poemas del portugués y completó su disco solista con más poesía, en parte recitada por Santiago Kovadloff. “Pessoa merecía un contexto musical que no caricaturizara el drama que implica leerlo”, afirma.

› Por Cristian Vitale

Están las canciones. Nueve en total, en las que Lucas Sedler les intenta un sonido a sendos poemas de Fernando Pessoa. También las poesías, no sólo cantadas y transcriptas letra por letra en la lámina interior del disco sino también –algunas– recitadas por el traductor top del vate portugués: Santiago Kovadloff. Y lo que es más: cada canción y cada poesía van acompañadas por acuarelas acorde, imaginadas por Juan Sáenz Valiente. “¿Por qué no volver al fetiche que se perdió? No sé, mi viejo tiene sus vinilos hechos una hermosura, y yo, a lo Pessoa, vivo esa ceremonia de abordar todo, que no viví, pero siempre quise recuperar”, enmarca el ex guitarrista de Memphis La Blusera, mientras observa la fina puesta del soporte. En rigor, la edición del disco-libro es en CD, pero remite, por forma y contenido, a la estética del vinilo. Si a tal condición se le agrega que canciones, escritos y dibujos conviven en armonía con una acabada noción de belleza, la obra total –llamada Canciones con Pessoa– cierra en sí bajo un círculo perfecto.

Para contarla mejor, Sedler se expresa en sentido contrafáctico. “Fue decisivo encontrarme con la obra de Pessoa, porque si él hubiese encontrado una guitarra en vez de una estilográfica, hubiese sido un bluesman o un fervoroso estudiante del jazz, sobre todo porque ambos comparten el patrón de hacer algo con lo que el dolor hizo de uno. Me refiero a transformar una falta en el contenido de una obra. Esa paradoja de quien busca hacer algo con sus angustias es algo que Pessoa manifiesta a través de toda su vida”, desarrolla.

–¿Cómo trabajó la cuestión musical, entonces? ¿Cómo le imaginó un sostén de sonido a la nostalgia que propone Pessoa en sus textos?

–Para mí, Pessoa merecía un contexto musical que no caricaturizara el drama que implica leerlo. Buscaba enternecerlo desde lo musical, para no caer en una especie de melancolía lapidaria, para el que escucha y para mí. Esto tiene que ver con algo personal: leer a Pessoa no implica estar peor, al contrario, es curativo. Vivo con alegría cada vez que lo leo.

Poco hay de melancolía y bajón, entonces, en las músicas que ocurren suaves, sutiles, “a jazz con escobillas”, blues de luna tranquila o canción confesional, bajo la ejecución de Germán Wiedemer en teclados y arreglos de vientos, Leandro Bulacio en teclados, Luciano Peralta en contrabajo, Leonardo Alvarez en batería, Pablo Wajncymer en saxo tenor, Alejandro Martín en trompeta y Germán Sbarbatti en coros. “Creo que el mayor logro es que se escucha a Pessoa desde un lugar argentinizado, cuando en general siempre se lo lleva hacia el fado. Y fue natural, porque la idea fue tratar de encontrar una música que reflejara la empatía que tengo por él, que no se deshace de la nostalgia, pero pone en evidencia lo que Pessoa hizo en mí: darme un abrazo. Lo paradójico, ¿no?, el lenguaje que se recicla y en el que no siempre la lógica tiene la razón”, comenta el músico, que ubica como piezas eje de la obra a “El abuelo y el nieto”, y “Cumpleaños”. “Este es el tema que más impacta en lo emocional, y a la vez, siendo un tema recitado por Santiago, contiene una especie de muestrario de todo lo que el disco tiene para ofrecer. Es un valsecito menor y mayor a la vez, un híbrido de tonalidades que fluctúa igual que Pessoa, entre lo luminoso y lo sombrío...

–“Un blues para Pessoa” es el único tema cuya letra le pertenece a usted, y aparece como “composición adicional”. ¿Por qué razón?

–Traté de poner en evidencia lo que suele ocurrir cuando uno lee un libro de Pessoa: vivir cosas que no le ocurrieron, sentir nostalgia por lo que no pasó. Pessoa llegó a hacer de sus faltas la materia de aquello con lo que soñaba. En “Navidad”, por ejemplo, habla de paisajes que ignora y así desmiente la idea de que los sueños pertenecen al plano hipotético de la vida... un modo astuto de elegir otra forma de vivir. Y a mí me pasó algo parecido con su Lisboa natal, un lugar que conozco sin haber estado. Bueno, precisamente el tema se trata de eso: “Yo nunca fui a Lisboa, pero pude estar a solas con su mar; un blues para Pessoa porque es suyo mi entrañable Portugal”.

Sedler es discípulo de Don Vilanova (Botafogo) y gracias a él se integró como guitarrista a Memphis La Blusera, cuando apenas tenía 19 años. Allí permaneció ocho años y, en escena, orbitó cerca de Eric Clapton, Carlos Santana, Javier Malosetti y Luis Salinas, entre otros. Lleva cuatro discos solistas a la fecha (Sencillo, Tal vez después, Remanso y el flamante Canciones con Pessoa), tiene 32 años y hace cuatro que estudia Letras en la Universidad de El Salvador. “Ahí voy, con la precisión de la lentitud. Es difícil no perder el foco y que la libido no se te vaya para el lado de lo musical, cuando ésta tiene estímulos más inmediatos y gratificantes. Para llevar la carrera hay que ser más estoicos, más amigos de esa rigidez tal vez un poco deshumanizada que tiene el sistema universitario para evaluar. Incluso tuve un año fallido, en 2007, cuando aún estaba con Memphis y era difícil conjugar ambos mundos: lo estrictamente académico con los vaivenes desprolijos e imprevisibles del mundo del rock”, se ríe.

–Los de una vieja banda de blues, con todo el agite que ello implica...

–(Risas.) Cursé un año y me di cuenta de que no hacía pie en el asunto. No podía cumplir con la escolaridad obligatoria y encima ese año, en plenos exámenes, salió una gira infinita con Memphis por todo el país y bueno... olvidate. Fue. Elegí seguir con Memphis y no aprovechar una beca que me habían dado para estudiar en la Berklee, por ejemplo.

–¿Y al cabo qué pasó? ¿Inició la carrera como una necesidad, un complemento para sus músicas, o por razones más autónomas?

–En un momento sentí que parte de mi expresión como músico se estaba agotando y necesitaba reinventarme. En ese sentido, la literatura le hizo muy bien a lo musical. Ya en Remanso, mi disco anterior, sentí que la impronta que estaba buscando pasaba por conjugar lo literario con lo musical. Fue un primer esbozo, que se fue intensificando con el tiempo.

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