MUSICA › EL MAESTRO LEOPOLDO FEDERICO FESTEJARá ESTA NOCHE LOS 55 AñOS DE SU ORQUESTA TíPICA
El gran bandoneonista, compositor y director, toda una referencia del género, tocará en el teatro Maipo junto a su orquesta típica y rodeado de amigos como Atilio Stampone, Horacio Ferrer, José Colángelo, Hugo Marcel y Hugo Rivas.
› Por Karina Micheletto
A Leopoldo Federico lo presentan como el “héroe de la supervivencia de las orquestas típicas”, y el despliegue pensado para título no está nada errado. A sus 86 años, y habiendo atravesado prácticamente todos los hitos del género –desde la orquesta típica hasta la vanguardia del Octeto de Piazzolla, pasando por el arrollador éxito de Julio Sosa, en tiempos de declive para el tango, o aquel dúo que instaló todo un sonido de bandoneón y guitarra, Federico-Grela–, Leopoldo Federico sigue siendo una referencia indiscutida y un hacedor incansable, además de un defensor de una manera de hacer música: la de asumir su tarea creativa ante todo como un trabajo, siempre en compañía de colegas con los que supo formar una verdadera familia. Tanto que son cincuenta y cinco años los que está cumpliendo ya su orquesta típica, y el aniversario amerita una celebración especial.
Compositor, director y gran bandoneonista, comprometido con su trabajo al frente de la Asociación Argentina de Intérpretes, Federico es además uno de los artistas más queridos de la Argentina. Por eso, alrededor de este cumpleaños de la orquesta han decidido reunirse varios de sus amigos de siempre, en lo que será un homenaje a él y a la formación que supo dirigir y sostener todo este tiempo. Será hoy a las 20.30 en el teatro Maipo (Esmeralda 443), en lo que promete ser un concierto irrepetible. Estará la orquesta de Federico, ya de por sí un seleccionado de grandes músicos: Horacio Romo, Carlos Corrales y Federico Pereiro completando la fila de bandoneones, Nicolás Ledesma al piano, Horacio Cabarcos en contrabajo, Damián Bolotín, Miguel Angel Bertero y Brighita Danko en violín, Diego Sánchez en chello, más el cantante Carlos Gari. Pero, además, habrá una serie de invitados especiales, compañeros de escenario de Federico en diferentes épocas y circunstancias: Atilio Stampone, Horacio Ferrer, José Colángelo, Hugo Marcel, Hugo Rivas.
Reunidos para la nota un mediodía soleado en la Asociación Argentina de Intérpretes, Stampone, Colángelo, Marcel y Rivas –Ferrer llegará algo más tarde: sus hábitos noctámbulos conjuran tamaño madrugón– conversan acaloradamente. Acercando la oreja a la conversación, se revela la pasión que conecta a estos hombres, y podría dibujarse un escenario imaginario para reproducirla, o mejor, una mesa de bar:
Leopoldo Federico: –Una cosa que me alarma es que ya no soporto los partidos. Yo siempre fui hincha de fútbol. A muerte, desde pibe. Hincha, soy. Y me doy cuenta de que le he perdido amor al fútbol: sí, al fútbol, por culpa de los jugadores. ¡Si empieza el partido y a los diez minutos ya estoy queriendo hacer otra cosa!
Atilio Stampone: –¿Quién puede querer a este equipo? Esta manera de jugar para atrás, ¡por favor! Pibes jóvenes que no corren, ¿cómo puede ser?
L. F.: –No se merece el hincha esta manera de jugar. No se merece.
L. F.: –Vea: con los años se cambia de todo... Se cambia de coche, de mujer, pero no se cambia de equipo. Hay que aguantar.
Ahora es de Colángelo el suspiro entre el enojo y la resignación, otro sufriente hincha de Racing.
“Con Huguito nos conocimos en el ’58. Con Atilio empezamos a trabajar juntos en el ’53”, repasa Federico. “Yo aparecí recién en el ’62. ¡Qué grandes que son ustedes, mamita querida!”, carga Colángelo, entre risas. Se refiere a su incorporación como pianista acompañando a Julio Sosa, cargo que ocupó hasta 1964, cuando el cantor murió en un accidente automovilístico. El encuentro de Federico y Stampone se dio en la orquesta del ’46 de Astor Piazzolla. Más tarde, en aquel Octeto Buenos Aires con el que Piazzolla hizo deliberadamente vanguardia (tanto que llamó a uno de sus discos Tango progresivo), además de la orquesta que codirigieron en 1952.
Atilio Stampone: –Fue (Roberto) Di Filippo el que le dijo a Piazzolla que tenía que llamar a Federico. Astor no lo conocía. Pero como lo que decía Di Filippo era palabra santa, se llamó a Federico. El día que debutó, en una actuación en Córdoba –me acuerdo de que era en el Club Salta–, en el avión se equivocaron y el repertorio siguió a Tucumán. Así que la primera noche Leo tuvo que tocar de memoria, lo que se acordaba. ¡Cuando se lo dijeron, pensó que lo estaban cargando! (risas).
L. F.: –Pero yo no sabía de memoria nada, ¡si recién me habían llamado! ¡Qué manera de sufrir esa noche! Lo que me acordaba eran las variaciones, esas variaciones kilométricas que hacía Astor. Y arrancamos nomás, subimos al palco y a tocar. Yo mucho no tocaba, ¡si no me acordaba! Y Astor que me codeaba y me maldecía por lo bajo (risas). Por suerte, para la noche siguiente llegó el repertorio.
José Colángelo: –A mí me pasó en mi debut con Troilo: me decía de todo, me retaba: “¡Pibe, por lo menos hacé los bajos!” (risas).
La lista de debuts accidentados sigue con Hugo Marcel, “Hugo Marcelino”, como recuerdan sus amigos que era su nombre artístico (el de su documento es Gregorio Horacio Cárpena). “Fue en Radio Belgrano, en una audición que teníamos a las ocho de la noche. Había ido Armando Pontier, Feliciano Brunelli”, repasa Federico. “Y yo tenía una admiración total por Pedro Laurenz, cuando tenía 12 años mi tío me llevaba a los carnavales y me quedaba admirándolo, escuchando esas milongas... Quise homenajearlo con un arreglo de ‘Milonga de mi flor’.” “Yo cantaba a dúo con Aldo Fabré –se suma Marcel–. Y quién sabe por qué, ese día Fabré, que tenía un vozarrón, enganchó para la segunda voz. Así que nadie hacía la primera. ¡Fue el peor dúo que escuché en mi vida!” (risas). “Ese día estrenamos esa milonga, y cuando terminamos de tocar, rompí la partitura en la misma radio. Fue debut y despedida”, concluye Federico.
Hugo Marcel se incorporó como cantor a la orquesta de Federico cuando tenía 14 años: todo un “niño precoz”. Colángelo tenía 21 años cuando fue convocado por Federico para sumarse a la orquesta que acompañaba a Julio Sosa, en tiempos en que el gusto por el tango comenzaba a decaer entre las grandes audiencias, a excepción del Varón del Tango, todo un fenómeno para la época. “Vivía en Floresta y un día un señor grandote toca timbre en mi casa. Sale mi mamá. ‘¿Está su hijo?’, le pregunta, y ella le responde: ‘¡¿Qué hizo mi hijo?!’ –repasa el pianista–. Era Leopoldo, que fue a decirle a mi vieja que quería que yo actuara con él. Al día siguiente ya estaba tocando con ellos, sin ensayar, nada. Tuve que ver el repertorio en el micro.”
“Así como lo ven, este señor es un chico grande”, señala Colángelo a Federico. “Vivía haciéndonos bromas: sacaba las bisagras de las puertas, para que se cayeran cuando abrías, se disfrazaba de mujer con una túnica y aparecía con voz finita, colgaba papel higiénico de las arañas.. . La pasé muy bien con él, y con una inconciencia total. Sólo con el tiempo me di cuenta de lo que estaba viviendo, con él y con un cantor como Sosa, que fue el gran ídolo que eclipsó todo”, marca. “Si hay algo que le debo a mi hermano mayor –porque eso es para mí Leopoldo– es que me contagió las ganas de tocar. El tocaba cada vez como si fuera la última. Y lo sigue haciendo así.”
El último eslabón entre los amigos de Federico que han tocado con él es Hugo Rivas, guitarrista exquisito, continuador de una tradición familiar que implica tanto la guitarra y el tango como la atención de la peluquería que atiende en el mismo local en el que ensaya y compone, cuando hay un alto en los clientes. Rivas y Federico grabaron juntos un disco también exquisito, Sentido único, en el que suena en tiempo presente la tradición del bandoneón y la guitarra en el tango. “Federico un día me llama a mi casa y, como si me conociera de toda la vida, me dice: ‘Pibe, ¿no te gustaría grabar un tango conmigo?’ Imagínese, no terminó de decirlo que yo ya estaba sacando la viola. Yo que viví esos momentos de Federico con Grela, del ’66 al ’70, puedo decir que lo que hizo Leopoldo entonces es para ponerlo en un cuadrito. Después de Troilo-Grela, había que crear otro sonido, otro dúo, ¿eh? Y Federico lo logró, llevó al punto musical más alto el diálogo del fueye con la guitarra. Logró crear un estilo, que es lo más difícil.”
Los recuerdos, las anécdotas, las bromas se siguen cruzando entre los entrevistados, que como se leyó, finalmente no han sido entrevistados: interrumpir este encuentro con preguntas hubiera sido un desperdicio. Llega Horacio Ferer, vestido de poeta, con presencia de poeta. “¡Bienvenido, maestro!”, lo saluda Federico. “Más maestro será usted. Gracias a Dios”, confirma su condición el poeta.
Entre las anécdotas que se amontonan, espontáneas, en el encuentro, Atilio Stampone cuenta cómo nació el tango “Afiches” y la evocación se dirige a los hermanos Expósito, y en especial a Homero, autor de aquellos versos: “Cruel en el cartel, la propaganda manda cruel en el cartel...” “Los Expósito venían a almorzar a casa, mi vieja cocinaba. Ahí en casa, mientras yo les cebaba mate, ellos inventaron a Billy Cafaro (aquel cantante beat que era primo de los Expósito y que ellos produjeron) –cuenta Stampone sonriendo por el recuerdo–. Yo tenía una melodía que tocaba cuando actuaba con la orquesta en Radio El Mundo, era una música que había inventado para los huecos libres que quedaban. Se ve que la repetía en casa, como una melodía más. Después de comer, Homero se iba al boliche de la esquina a jugar a las cartas, con todos los reos. Ahí él escribía. Un día viene del boliche, me da un papel y me dice: ‘Fijate si concuerda métricamente con esa melodía que no me deja morfar lo que cocina tu vieja’. Coincidía perfectamente. Homero era un genio, tenía todo en el oído. Yo le dije: ‘Che, no hay que cambiar nada’. ‘Ya lo sé’, me dijo él.”
Además del repertorio que hará hoy con su orquesta, Federico recibirá a los invitados especiales con temas pensados para cada caso. Junto a Atilio Stampone, por ejemplo, se anuncian las obras “Criolla linda” y “Tierra querida”, retomando los arreglos del violinista y compositor Argentino Galván. Esa, al menos, es la propuesta de Gabriel Soria, el periodista especializado en tango que produce el concierto de hoy y que ha hecho transcribir estas obras especialmente para la ocasión. “Vamos a probarlas primero, porque no queremos hacer papelones. Si no podemos sacarlas bien, iremos con otras”, se ataja Federico, como si hiciera falta. Con Colángelo repasarán “El abrojito” y “Gallo ciego”, que formaban parte del repertorio que hicieron en 1980 en el Olimpia de París, en una gira junto a Susana Rinaldi y María Herminia Avellaneda. Con Rivas recrearán “Romance de barrio” y “A la guardia nueva”, ya grabados por el dúo. Ferrer recitará un poema que le escribió hace unos años a Federico, “por pura admiración”, dice el poeta. “Yo le pedí que lo haga, como él dice, entrecantando, entre cantando y recitando. Si me da ese gusto, me vuelvo loco”, pide Federico. Además, el próximo jueves 31 de octubre a las 18 se presentará en el Fono Nacional de las Artes (Rufino de Elizalde 2831) otro homenaje en forma de libro, escrito por Cora Roca, dentro de la serie de ediciones de la Asociación Argentina de Intérpretes.
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