Lunes, 25 de noviembre de 2013 | Hoy
MUSICA › BABASONICOS PRESENTO ROMANTISISMICO EN EL MALVINAS ARGENTINAS
En la primera de las tres fechas elegidas para mostrar su nuevo trabajo, el quinteto (ampliado) volvió a visitar con cuentagotas su pasado más lejano, en un show en el que la atención estuvo centrada más en las canciones que en la puesta en escena.
Por Joaquín Vismara
A lo largo de más de veinte años de carrera, Babasónicos mantuvo una única constante en su trayectoria: la provocación. Si en sus primeros trabajos fue un grupo camaleónico en el que cada álbum se constituía por oposición al anterior, en los últimos años mudó su capacidad de incomodar al terreno discursivo. Afianzada como una efectiva máquina hacedora de hits, la banda de Lanús ahora encuentra la satisfacción al poner en boca de miles de personas frases que pueden ruborizar al escucha casual. Parado en el centro del escenario, Adrián Dárgelos no puede disimular la sonrisa mientras miles de voces corean junto a él una frase como “Curva de la muerte, somos de la misma especie. Te voy a dar hasta que agarres ritmo” y él completa la escena meneando su cadera para redondear la metáfora.
Los moldes siempre fueron algo de lo que Babasónicos rehuyó, y eso se traduce a la dinámica elegida para presentar Romantisísmico, su undécimo trabajo de estudio. En vez de un show, la banda preparó tres: el del sábado pasado en Malvinas Argentinas, una función en el Teatro Maipo el 3 de diciembre y un cierre de ciclo con un show gratuito, con lugar y fecha a confirmar. Cada una de las instancias tiene su perfil definido: la primera, concentrada en su repertorio más rockero; la segunda, convertida en una oportunidad para favorecer a las piezas más olvidadas de su catálogo; y la tercera, orientada a complacer al público masivo a fuerza de hits, algo de lo que Babasónicos sabe bastante.
El puntapié de esta trilogía es una sucesión de golpes de efecto que arranca antes del acto principal, cuando Onda Vaga toma el escenario en su rol de banda telonera. Rebautizada como Onda Vava, la big band del indie folk local se metió de lleno en un repertorio de versiones babasónicas en clave rioplatense, que se paseó por éxitos asegurados como “Irresponsables” y “Desfachatados”, pero que también dio lugar a pasajes más esquivos, como “La roncha” y “El Diablo es mujer”, un tema de la discografía paralela del grupo del sur bonaerense. El gesto funcionó por partida doble: no sólo amenizó la espera, sino que también alimentó la expectativa del público.
Al momento en que Babasónicos salió a escena, el aire caldeado del Malvinas se llenó con los alaridos de un público que cantó con fervor los versos de “Humo”, “Fiesta popular” y “El baile de Odín”. Fiel a su costumbre, la banda visitó con cuentagotas su pasado más remoto: “Patinador sagrado”, “Malón” y “Koyote” (todas ellas de Trance Zomba, de 1994) fueron las únicas alusiones a su repertorio más añoso en un show de veintiocho canciones. Lo importante no pasa a ser qué temas viejos incluyen en su lista, sino cómo esas selecciones se instalan codo a codo con sus composiciones más recientes, sin romper la línea estética y sonora de continuidad.
Lejos de las puestas ambiciosas de sus últimas presentaciones, la banda apeló en La Paternal a la economía de recursos en materia escénica. Un tablado planteado en dos niveles conectados por una escalinata y un juego de luces preciso pero discreto fueron sus únicos complementos visuales para un espectáculo en donde la atención estuvo puesta en las canciones. Sin ninguna señal de preaviso, Babasónicos puede alternar entre el rock empapado en feromonas, la canción romántica setentista (“Irresponsables” podría haber sido un gran éxito de Sandro), y el pop de raíz electrónica, que a veces invita al baile, y en otras ocasiones sirve para disminuir las pulsaciones cuando Dárgelos se pone en la piel de un crooner herido, víctima de las tribulaciones sentimentales.
Otro de los factores clave de los shows de la banda de Lanús es el misticismo que ellos mismos se han generado. Alcanzan los dedos de una mano para contar la cantidad de veces que el vocalista dialogó con el público. Al igual que el protagonista de “Puesto”, el cantante coquetea con la audiencia sin sutilezas. Apunta el pie de su micrófono hacia el campo, hace ademanes para invitarla a que eleve la voz y le clava la mirada, pero también se hace desear, porque así es el hedonismo para Babasónicos. Aun cuando sus compañeros de banda tienen sus minutos de protagonismo (el solo de guitarra de Mariano Roger al borde del escenario en “Sin mi diablo”, el paso al frente del multiinstrumentista Carca en “Paisano” y las intervenciones histriónicas de Diego Uma), la atención se concentra en la figura de su líder, en un pacto tácito que ni los músicos ni los fans están dispuestos a quebrantar.
Puestas una al lado de la otra, las canciones del repertorio dejan a la vista cierta evidencia de que la banda encontró una suerte de zona de confort en los últimos años. Es cierto que ya no asume tantos riesgos, como también lo es que eso ya lo hizo y en demasía en otro momento de su carrera. La propia banda es consciente de esto, y por eso el estribillo de “Aduana de palabras” ayuda a entender el cuadro de situación sobre su propio oficio: “Todas esas palabras que no puedo ni quiero escribir me desesperan”. Aun sobre terreno seguro, para Babasónicos la fórmula para el éxito sigue siendo un desafío.
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