Mié 18.12.2013
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MUSICA › ARIEL ROT HABLA DE LA HUESUDA, SU DECIMOTERCER áLBUM COMO SOLISTA

“Es un disco atípico en mi carrera”

El ex Los Rodríguez y Tequila grabó en un formato despojado las canciones que había compuesto durante una gira acústica. El trabajo incluye una versión de “Debajo del puente”, su primer éxito. Lo presentará en abril junto a músicos argentinos.

› Por Joaquín Vismara

Aunque varios de sus movimientos no repercutan de este lado del Atlántico, Ariel Rot lleva ya treinta y cinco años de actividad musical ininterrumpida. En 1978, fundó Tequila en Madrid junto al también argentino Alejo Stivel, y el grupo fue una pieza clave para el acceso a la masividad del rock español. Terminada esta experiencia, y tras dos álbumes en solitario, se volvió el ladero de Andrés Calamaro hacia fines de los ’80. Al poco tiempo, volvió junto al ex Abuelos de la Nada a Madrid, y así fue como en los ’90 crearon Los Rodríguez, cuyo éxito replicó a ambos márgenes del océano hasta la disolución del grupo, en 1996. Desde entonces, Rot se concentró en su prolífica carrera solista, con la que lleva publicados trece álbumes a la fecha. El más reciente, La huesuda, lo encuentra en su mejor forma artística, en su punto más esmerado como guitarrista de rock, a la par de que se ríe de algunos clisés del género. En un formato despojado, el disco le permite explorar otros estilos, como la ranchera y el swing, como lo muestra su relectura de “Rubias de New York”, de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. De paso por Buenos Aires, en el marco de una visita promocional, Rot aprovechó para probarse junto a un seleccionado de músicos locales (Gringui Herrera, Mauro Conforti, Paco Arancibia y Manuel Caizza) con los que presentará su disco en La Trastienda en abril del año próximo.

–¿De dónde nació la idea de La huesuda?

–Es un disco un poco atípico dentro de mi carrera y lo compuse durante una gira acústica, que fue larga. Creo que está presente esa parte romántica del songwriter, que muchas veces se pierde cuando vas con banda en la euforia y la ansiedad que provocan salir a tocar rock and roll. Fue una gira más íntima y reflexiva, con viajes más pausados, y éramos solamente tres personas, por lo cual si yo una mañana me enrollaba escribiendo, podíamos manejar los horarios democráticamente. Son canciones que, tal vez, cuando las estaba componiendo estaba pensando en tocarlas en ese formato.

–¿Buscaba que el álbum tuviera un hilo conductor?

–Es un disco que puedo defender desde el principio hasta el final absolutamente solo, pero no hay un concepto. En todo caso, creo que si de algo habla, es de la vida. Hay relaciones humanas, separaciones, pérdidas y reflexiones. En la canción que le da título hay una intención de sacarle peso a la muerte, y por eso es un corrido mexicano, porque ellos son especialistas en eso. Tiene algo satírico, y es la canción más alegre del disco.

–El disco abre con una relectura de “Debajo del puente”, el tema con el que empezó su carrera solista en 1984. ¿Qué lo llevó a volver a él?

–Me parece increíble que su texto tenga tanta actualidad hoy en día, por lo menos con todo lo que está pasando en España. Antes era una lectura sobre un mundo marginal y ahora es como que ese debajo del puente salió a la superficie, muchas frases podrían haber sido escritas este año. Por otro lado, me parece que, a pesar de haberla escrito a los 23 años, no desentona para nada con mi material actual, lo cual es bastante curioso. Fue uno de mis primeros textos adultos y creo que tuve un buen arranque. Nunca me había quedado del todo contento con la versión original, siempre me había hecho sufrir un poco. Está muy marcada, casi esclavizada, por las producciones de esa época. Queríamos ser tan modernos que a la semana siguiente nos quedamos antiguos. Eso es lo que tiene la moda, por algo todos los años cambia. Me pareció interesante hacer una versión mucho más atemporal, es casi un clásico por cómo está tratada. Es un blues, con lo cual creo que es más perdurable.

–Se cumplen veinte años de Sin documentos, el disco más exitoso de Los Rodríguez. ¿El destino de la banda habría sido el mismo si se hubiera fundado en Buenos Aires en vez de en Madrid?

–Andrés estaba fascinado con muchas cosas en España. Yo llevaba muchos años viviendo allá y nunca me había acercado al mundo flamenco, pero eso con Los Rodríguez pasó enseguida. Conocimos a Raimundo Amador y a los Ketama, que a nivel musical son lo más alto que hay en España. El estaba muy fascinado con eso, y también con los periódicos deportivos y con cómo se vivía la calle en ese momento, pero nuestro éxito empezó antes acá que en España. Cuando recién estábamos arrancando, vinimos aquí y llenamos Cemento, y fue un suceso para nosotros. El tema de Los Rodríguez es que cuando triunfó ya estaba medio herido. Habíamos pasado unos años duros, con mucha urgencia, y no se sostenía que Andrés estuviera ahí si las cosas no funcionaban. El tiene algo en su ADN que es totalmente respetable, que es que es un solista y necesita eso. Entonces, todo lo que era decisiones grupales era muy complicado.

–¿Por qué decidió armar una banda con músicos locales?

–Tengo un grupo en España con el que llevo tocando mucho tiempo, pero es imposible poder moverme y tener cintura. No quiero seguir haciendo shows sólo por una temporada, no puedo volver a la Argentina a hacer eso. Tenemos la suerte de que acá hay unos músicos increíbles y con un par de semanas de ensayo o menos podemos salir a la cancha. Me junté a tocar con ellos y ya a la primera mañana parecía que tocáramos hace mucho tiempo. No se sudó de más, fue todo tan fluido y tan disfrutable que lo que comenzó como una cuestión práctica se transformó en algo totalmente placentero. Por otro lado, en España salir a tocar en banda se transformó en un alto riesgo con todo lo que está pasando. Se terminaron los cachets que se manejaban en algún momento y hay que moverse por tickets, con un público de una edad que es la que más jodida está. Son los que se compraron la casa y tienen que pagar la hipoteca o tuvieron hijos, y lo que más quieren es llegar a casa, abrirse una botella de vino y no salir de ahí.

–¿Y cómo sobrevive un músico en ese escenario?

–Hay que volver a los inicios y aprovechar el tiempo para estudiar y tocar más. Durante tantos años se generó tanto trabajo que casi no daba tiempo para hacer otras cosas. Empecé a dar algunas master classes y sigo aprendiendo; ahora estoy muy entusiasmado con el piano. Sé que nunca voy a ser muy bueno, pero cada pasito que doy es muy enriquecedor, una inyección de energía. Soy amigo de Federico Lechner, un músico argentino de jazz que vive en Madrid. Cada tanto voy a su casa y me enseña algo. Es un maestro total y ahora está tocando la batería, así que coincidimos mucho en eso. ¿Qué mejor input que empezar con un instrumento nuevo a estas edades?

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