MUSICA › HOMENAJE A TROILO Y A SU COMPAÑERO DE SIEMPRE: EL BANDONEON
Dos generaciones de bandoneonistas, cantores y guitarristas se reunieron para celebrar el día del instrumento tanguero por excelencia. En otro acto, Garello donó un fueye de Pichuco.
› Por Karina Micheletto
En la Argentina ya hay un Día Nacional del Bandoneón y la fecha elegida tiene un claro sentido de celebración: es el día del nacimiento de Aníbal Troilo, 11 de julio. El martes, dos generaciones de bandoneonistas, cantores y guitarristas se reunieron para celebrar por primera vez el día del instrumento tanguero por excelencia (la ley que lo establece fue sancionada el año pasado). Y también, claro, para recordar a Pichuco, que hubiera cumplido 92 años. En la Academia Nacional del Tango hubo otro festejo: Raúl Garello donó a esta institución un bandoneón que perteneció a Troilo y se anunció la creación de un espacio dedicado al instrumento, donde comenzará a fabricárselo y se formarán nuevos luthiers.
La gran fiesta del bandoneón reunió a Ernesto Baffa, Julio Pane, Néstor Marconi, Nelly Vázquez, Pablo Mainetti, César Angeleri, Aníbal Arias, Osvaldo Montes y Rubén Juárez en Pigmalión Casa Tango. Además de los músicos que mostraron lo suyo sobre el escenario, el lugar se llenó de tangueros y tangueras: estuvieron Raúl Lavié, Alberto Podestá, Guillermo Galvé, María José Demare, María José Mentana, Veronika Silva (ex cantante de Gotan Proyect) y Liliana Barrios, entre otros. Y Francisco Torné, uno de los nietos de Zita, la compañera de Troilo.
En la tanguería, que quedó chica para todos los asistentes, se respiraba un clima especial. Es que varios de los presentes formaron en las filas de la orquesta de Troilo o lo conocieron en distintas circunstancias. “Estoy tan conmovida como el día en que debuté con la orquesta de Pichuco”, anunció Nelly Vázquez, muy emocionada, antes de arrancar con “Barrio de tango”, acompañada por Rubén Juárez. La cantante recuerda perfectamente aquel día y repite la fecha: 18 de septiembre de 1963. “Cómo me lo voy a olvidar, si tenía un julepe...”, dice con una sonrisa. Ernesto Ba-ffa es otro de los que tienen anécdotas acumuladas: fue el primer bandoneón de Troilo durante quince años y también el último de la orquesta. “Empecé a los 26 años al lado de ese monstruo sagrado, ¿qué más puedo pedir?”, sintetiza. “Fue un fuera de serie, como músico, como instrumentista, como autor y como ser humano. Y mire que yo estuve con Salgán, con Piazzolla... Pero estar con Pichuco fue como tocar el cielo con las manos. Era una ternura de persona, nunca lo oí hablar mal de nadie. El hombre más bueno que conocí.”
Antes de su actuación, Néstor Marconi (tocó primero solo y luego en un trío con Pane y Juárez) destacó la sanción de la ley: “Me alegro de que estemos celebrando el Día del Bandoneón y el cumpleaños de Troilo al mismo tiempo. Es una manera de sentirlo más vivo”, explicó. Más tarde definió el arte del homenajeado: “Troilo marcó un antes y un después en la forma de tocar el instrumento, no sólo musicalmente, también en el trato: él acariciaba el instrumento, no lo maltrataba. Mostró que no había necesidad de patalear el piso, golpear y tironear del fuelle. Lo hacía sonar como los dioses sin siquiera despeinarse”.
Mientras estos troileanos festejaban en Pigmalión, en la Academia Nacional del Tango Horacio Ferrer y el empresario de tango Juan Fa-bbri (dueño de otra tanguería, La Esquina de Carlos Gardel) hacían un anuncio especial: el alemán Klaus Gutjahr, uno de los contadísimos luthier que actualmente fabrican bandoneones, vendrá a radicarse a la Argentina. Gutjahr es académico honoris causa de la Academia de Tango y aquí comenzará a fabricar bandoneones con el precinto de la institución. Esta será la punta de lanza para la creación de un espacio especialmente dedicado al instrumento: “Queremos que Klaus forme a otros maestros luthier argentinos. Y vamos a hacer un centro académico con museo del bandoneón, venta, afinación y enseñanza”, se entusiasma Horacio Ferrer. El proyecto incluye otros pasos, como lograr financiaciones bancarias especiales para la compra de los instrumentos.
Con un precio que actualmente supera los tres mil dólares, la compra de un bandoneón nuevo es más que dificultosa. La gran mayoría de los bandoneones que circulan en la Argentina tiene más de sesenta años y llegó antes de que la famosa fábrica de bandoneones AA quedara destruida tras la Segunda Guerra Mundial. La nobleza de estos instrumentos hace posible su reparación y conservación y también los buenos oficios de dos expertos reconocidos en la Argentina: el luthier Mario Faris y el afinador Ricardo Romualdi. El bandoneón de Pichuco, donado por Raúl Garello, ya está exhibido en una vitrina especial de la Academia de Tango. A la espera, quizá , de que otras manos vuelvan a acariciarlo.
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