Martes, 28 de enero de 2014 | Hoy
MUSICA › EN EL FESTIVAL DE COSQUíN, LA PLAYA SOBRE EL RíO ES EL ESCENARIO MáS GENEROSO
Más que la capital del folklore, Cosquín, que ya va en busca de su cuarta luna, tendría que denominarse el maratón del folklore, porque se escuchan cantos, guitarras y bombos todo el tiempo, a toda hora y en cualquier lugar.
Por Sergio Sánchez
Una tarde en el río Cosquín puede convertirse en una experiencia más significativa que tirarse a nadar un rato o mojar los pies en el agua. A diez cuadras de la Plaza Próspero Molina cobra vida todos los días “Cosquín vuelve al río”, el escenario callejero más grande de la ciudad y que retoma la tradición de las guitarreadas al aire libre. A diferencia de lo que sucede en la plaza mayor, este tipo de espacios, al igual que las peñas, son ideales para que se arme el baile. No importa si no se cuenta con técnicas ni coordinación corporal: alcanza con ser un poco mandado y tener ganas de divertirse. Aunque, claro, hay que manejar ciertos códigos. No es lo mismo una chacarera doble que una simple, por ejemplo. Abierto durante todo el festival, el escenario está ubicado en el Club de Ajedrez Social y Deportivo (Chacra y la Huella) y enciende sus motores desde las 11 de la mañana hasta las 20, con entrada gratuita. Cosquín, más que la capital del folklore, tendría que denominarse el maratón del folklore; porque se escuchan guitarras y bombos todo el tiempo, a toda hora y en cualquier lugar.
Este escenario alternativo tiene una puesta ideal: está emplazado a unos pocos metros del río y desde sus tablas también se aprecia el cerro Pan de Azúcar –los pueblos originarios lo llamaban Supaj-ñuñu–, que forma parte de las Sierras Chicas de Cosquín. Mientras algunos eligen bañarse o tomar sol, otros se animan a bailar zambas, gatos, escondidos y chacareras. Este gran patio de pasto recibe a familias, jóvenes, artesanos y visitantes de todos los rincones del país: Rosario, Pehuajó, Río Cuarto, Berazategui, Castelar, Santiago del Estero y pueblos de la región patagónica. “Algunos artesanos que no entramos en la feria Cortazar venimos a vender acá lo que hacemos”, cuenta Rodolfo Saracíno, que se vino de Merlo con sus instrumentos artesanales para probar suerte durante los días del festival. Es profesor de música y hace 30 años que se dedica a fabricar instrumentos. Ocarinas, sikus, tamborcitos y quenas se dispersan en su pequeño puesto.
Al parecer, el ingreso a la Feria Nacional de Artesanías y Arte Popular Augusto Raúl Cortazar (ubicada en la Plaza San Martín), la feria principal de Cosquín, es bastante restrictivo. Otros artesanos que tuvieron que mudarse a la zona del río para trabajar son Marta Garay y Pedro Díaz, una pareja oriunda de Cosquín que hace 25 años realiza “cuadros mágicos”, unas preciosas artesanías que parecen tener vida propia. Se trata de paisajes en movimiento construidos con dos vidrios sellados con agua, arena y aire en su interior. Si se los da vuelta, se forma otro paisaje, “Me trajeron uno de Europa hace mucho tiempo. Nos gustó tanto que nos pusimos a averiguar cómo hacerlo”, explica Marta. “Llega una cantidad enorme de turistas en esta época y se trabaja muy bien. De todas formas, durante el año, los fines de semana largo se pone muy lindo Cosquín. Viene mucha gente de los pueblos cercanos”, cuenta la artesana. “Este festival se vive a pleno”, suma Pedro. En los otros puestos, se pueden comprar desde pulseras, anillos y colgantes hasta remeras, muñecos de tela y adornos para el hogar.
Desde el escenario, la propuesta es rica en contenido. A lo largo de la tarde y hasta que el sol se despide, suben a compartir sus canciones Bohemios del Folclore, La Callejera, Los Huanta Hua y Vinales, entre otros. Hay propuestas vocales, tradicionales y también innovadoras. El sol pega fuerte el domingo pero las rondas de baile no paran de vibrar. Una parejita de niños, de 8 y 9 años, se roban los aplausos y las sonrisas. “Qué lindo que las nuevas generaciones bailen folklore”, dice la conductora del encuentro. En la ronda, hay bailarines de ballet y también primerizos. Pero todos conviven sin prejuicios. Otros, más tímidos, se quedan en sus reposeras o se sientan en el pasto. El mate pasa de mano en mano. La cerveza, también. Durante el ciclo, se esperan las actuaciones de Raly Barrionuevo (estará el jueves), Antonio Tarragó Ros, Yacaré Manso, Claudia Vilte, Brisas del Norte, Nahuel Lobos, Reflejos, Juanjo Abregú, Los del Talar, Virginia Ojeda y Algarroba, entre muchos otros.
Una versión en inglés y hiphopera de “Añoranzas”, de Los Manseros Santiagueños, llama la atención de todos. Se trata de Vinales, un proyecto del músico santiagueño-cordobés Andrés Acuña, que conjuga folklore, rock y elementos electrónicos (como sintetizadores y programaciones). Si bien Acuña nació en Santiago del Estero, hace 14 años se mudó a la tierra del cuarteto y el fernet. “El folklore lo tengo desde chico, como buen santiagueño. Pero me acerqué más al folklore cuando escuché una batería, que es un instrumento del rock”, explica Acuña y rescata las influencias de Horacio Banegas y el Chango Farías Gómez, quienes también rompieron con las formas tradicionales.
“Se me ocurrió agarrar canciones que me representaban o me remontaban a un momento de mi vida y tratar de hacer unas versiones nuevas con sonidos modernos. Lo que haga el bombo, que lo haga la máquina, por ejemplo”, le explica a Página/12 quien tocó un tiempo el piano con el Dúo Coplanacu. Vinales acaba de publicar su tercer disco Añoration, donde también le ponen su sello a “Rumi cani” y “La estrella azul”, ambos de Peteco Carabajal. “El primer disco rompió con todas las estructuras de golpe. Este tercer disco es más maduro, tiene canciones propias, pero siempre seguimos la línea de la fusión del folklore”, señala. Vinales tocará el sábado en la Plaza Próspero Molina y su vocalista promete mostrar en escena una “estética bastante particular”.
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