Viernes, 31 de enero de 2014 | Hoy
MUSICA › JUAN FALU SE QUEJO POR PROBLEMAS DE SONIDO Y EL HOMENAJE A SU TIO EDUARDO QUEDO TRUNCO
Raly Barrionuevo, Gustavo Chazarreta, Los Manseros Santiagueños, el Dúo Coplanacu y múltiples encarnaciones de los Carabajal –sin Peteco– animaron la quinta luna coscoína, en la que quedó el gusto amargo del corte de uno de los mejores conciertos del festival.
Por Sergio Sánchez
Desde Cosquín
“Desde el Puente Carretero” suena por tercera vez en la plaza Próspero Molina y eso es signo de que la música santiagueña se adueñó de la quinta luna coscoína. Hasta el momento, se trató de la jornada más atractiva del festival, la más encendida, sentida y hasta la más polémica. No fue la más convocante –aunque la Plaza estaba bastante llena–, pero sí fue rica en contenido. Desde la tierra del mistol se presentaron Raly Barrionuevo, Gustavo Chazarreta, Los Manseros Santiagueños, el Dúo Coplanacu y, en sus diferentes formaciones, todos los Carabajal (Cuty y Roberto, Roxana, Graciela), menos Peteco, quien tuvo concierto propio en la segunda luna. La primera polémica del festival tuvo lugar en el homenaje a Eduardo Falú, a cargo de Juan Falú, Liliana Herrero, Lilián Saba y Marcelo Chiodi. El sonido de la guitarra criolla –que no tenía enchufes, sino que se amplificaba con el micrófono– se escuchaba muy bajo y, con razón, el músico se molestó. “No todos los músicos podemos probar sonido y hay símbolos fuertes, como Eduardo, que tenemos que respetar”, disparó Falú desde el escenario. Esta noche actuarán Víctor Heredia, León Gieco, Teresa Parodi y los ascendentes Aymama, Franco Luciani y Adriana Tula, entre otros.
La jornada, sin embargo, comenzó sin problemas con el impecable concierto de Raly Barrionuevo. Como lo viene haciendo hace un tiempo, el músico de Frías mostró una propuesta diversa en estilos y sonidos. No sólo no tocó ni chacarera propia, sino que se despidió con la cumbia “Luna del Albigasta” y la guaracha “Mujer de fuego”, ambas de su último disco, Rodar. Y también repitió su gesto solidario de invitar a músicos ascendentes. “Quiero compartir este sagrado escenario con grandes amigos que admiro y que para mí son la evolución de la música de raíz folklórica”, dijo antes de invitar al riojano Ramiro González y al cordobés José Luis Aguirre, para interpretar “La cosechera perdida”. Luego, los cordobeses de La Cruza lo acompañaron en “Marta Juana González”, una canción de su autoría. “Fuera Monsanto de Malvinas”, decía la remera que Raly levantó bien alto entre sus manos. No fue la única alusión a la empresa de semillas y agroquímicos. “Me gustan todos los santos, menos Monsanto”, bromeó luego el personaje Doña Jovita.
La gran –y merecida- ovación de la noche fue, esta vez, para Los Manseros Santiagueños, una institución de la chacarera y la música del norte del país. Creadores de un estilo, Los Manseros recibieron todo el afecto del público y la comisión les entregó la cinta dorada coscoína y el clásico poncho. Durante el concierto, no hubo lugar para canciones nuevas o desconocidas. Tiraron toda la carne al asador: “Desde el Puente Carretero”, “Entra a mi pago sin golpear”, “Para los ojos más bellos”, “Canto a Monte Quemado” y la profunda “Añoranzas” fueron algunas. Fue tan grande la ovación para que hicieran un bis que Onofre Paz, uno de los fundadores del grupo, se emocionó hasta las lágrimas. “No te mueras nunca, viejo”, gritó de-saforado un hombre. “La juventud es una parte fundamental en los festivales. Es un síntoma fantástico para la música popular, porque significa que esto va a durar por mucho tiempo más”, sostuvo en conferencia de prensa el hijo de Onofre, Martín Paz, un joven treintañero que integra el grupo. “La juventud mezcla el canto nuevo con la raíz. Y está bien. Es importante que sigamos haciendo el folklore y la música popular argentina”, coincidieron los más antiguos del grupo.
“Qué masa estos changos”, dijo desde el escenario –en alusión a Los Manseros– Julio Paz, del Dúo Coplanacu. Y ellos no tienen nada que envidiarles a sus colegas. La dupla, que también integra Roberto Cantos, es muy querida por tierras cordobesa y es respetada por todo el círculo del folklore. La mítica peña que alguna vez tuvieron en Cosquín aún sigue despertando nostalgia. A base de bombo, guitarra y violín, los santiagueños que residen en Córdoba mostraron su repertorio popular, siempre atravesado por un estilo propio. La fuerza musical del dúo se reflejó en las chacareras “La ronquera”, “Ñaupa ñaupa” y “Achalay tierra mojada”, la zamba “La bandeña” y la preciosa “Zamba de los mineros”. “Aunque haya un montón de gente, esto sigue siendo un patio y una guitarreada”, se alegró Paz. El viento santiagueño siguió arrasando con el Carabajalazo y las diversas formaciones de la familia más folklórica del país.
El homenaje a Eduardo Falú, sin duda, mostró un cambio de registro en la quinta luna. “Esperamos que este modo sobrio de hacer música tenga lugar en esta plaza”, introdujo Juan Falú y recibió la aprobación del público. “Tonada de un viejo amor”, en la voz de Liliana Herrero, dio comienzo al tributo a un talentoso creador y un guitarrista excepcional que falleció en agosto pasado. Con la compañía en piano de Lilián Saba y Marcelo Chiodi en quena y los dedos mágicos de Falú, el concierto fue, hasta el momento, uno de los mejores del festival. Fue una propuesta diferente. Pero el sonido no estaba del todo ajustado y algunos instrumentos no se escuchaban. “Hay tanto avance tecnológico, no puede ser que no se escuche una guitarra criolla. Tenemos que saber respetar a los músicos que se han ido”, protestó Falú. Pero, de todas formas, siguió el concierto con “Trago de sombras”, “Las golondrinas”, “Milonga del alucinado” (Falú-Dávalos) y refinadas piezas instrumentales.
“No es éste un horario acorde para homenajear a Eduardo Falú, ni es éste un sonido adecuado”, dijo Herrero, cuando el reloj marcaba las tres de la madrugada. El asunto no había pasado a mayores hasta que la organización decidió dar por terminado el concierto -supuestamente porque había terminado el tiempo-, cuando aún faltaban dos o tres temas. Ni siquiera importó que la gente aplaudiera eufórica de pie y pidiera “otra” reiteradas veces. El escenario móvil giró y los artistas ya no volvieron a escena. Frente a la desazón, el show siguió. “Celebro que se puedan escuchar estas críticas. En otros tiempos, uno no podía expresarse”, justificó Marcelo Simón e intentó remontar lo irremontable. El primer papelón coscoíno.
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