Viernes, 31 de enero de 2014 | Hoy
PLASTICA › LA MUESTRA IGUALDAD CULTURAL. PREMIO ARTES VISUALES PUEDE VERSE EN LA CASA DEL BICENTENARIO
A través de un concurso con un premio de 10 mil pesos para cada obra, la Secretaría de Cultura de la Nación compró cien pinturas, esculturas, dibujos, objetos, fotografías, videos e instalaciones, que luego de su exhibición serán donadas a museos públicos del país.
Por Facundo Gari
“En el mundo de las artes visuales, el Estado corría desde atrás, pero ahora es un agente más”, enfatiza Andrés Duprat, jurado del Premio Artes Visuales del Plan Nacional Igualdad Cultural. El hecho bisagra al que hace implícita referencia es la adquisición, por parte de la Secretaría de Cultura de la Nación, de cien obras de diversos formatos; pinturas, esculturas, dibujos, objetos, fotografías, videos e instalaciones que por estos días se exhiben en la Casa del Bicentenario y que más tarde serán donados a diez museos públicos, de índole municipal, provincial o nacional. “Está muy bien que haya actores privados, y de hecho el arte contemporáneo emergente más interesante ocurre en las galerías, pero lo desarrollan con la finalidad de venderlo. El Estado compensa la ecuación: busca fomentar la cultura, impulsar la experimentación en los jóvenes y sostener a artistas silenciosos cuyo valor no se mide por su éxito”, distingue el curador en diálogo con Página/12.
La muestra, tan estéticamente variopinta como físicamente extensa, es el corolario de una convocatoria federal realizada a fines de 2012. El director del Fondo Nacional de las Artes, Fernando Farina; la directora del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, María Isabel de Larrañaga; el director nacional de Patrimonio y Museos, Alberto Petrina; el artista visual Daniel Santoro y el propio Duprat, que se desempeña como director de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura, tuvieron la frondosa tarea de escoger un centenar de entre casi nueve mil trabajos de más de tres mil hacedores de todo el país. “Siempre me llevé mal con la idea de los concursos de arte, esa cosa de podio, de carrera de caballos aplicada a producciones artísticas. Por eso buscamos cien obras y ninguna es la primera. Son sólo muy diferentes entre sí”, sostiene.
El monto total destinado al premio fue de un millón de pesos. Cada uno de los cien artistas elegidos recibió 10 mil, en muchos casos una cifra bastante menor al precio de mercado de sus piezas, en algunos incluso por debajo de sus costos materiales. Por eso Duprat percibe que la mayor porción de los que participaron de la convocatoria lo hizo en su apoyo. Claro que también funcionó como anzuelo la posibilidad –no demasiado frecuente por limitaciones presupuestarias– de formar parte del acervo de un museo público en lugar del de un coleccionista.
Los destinos finales de las obras serán, en colecciones de a diez, el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino + Macro, de Rosario; los provinciales de Bellas Artes de San Miguel de Tucumán, Salta, Corrientes, Resistencia, San Juan, Luján de Cuyo, Córdoba y La Plata; y el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén. “Desde las políticas neoliberales de la dictadura y de los gobiernos posteriores hubo una defección del Estado, que desapareció. Ahora está volviendo a ocupar los espacios que dejó vacantes. Pienso en un ejemplo de la literatura: por ahí no se venden muchos libros de Macedonio Fernández. Una editorial privada se fijaría en que no sale y podría desaparecerlo del imaginario popular. Ahí entraría el Estado, editándolo y distribuyéndolo en bibliotecas y escuelas”, ilustra el curador.
Preocupado por la “experiencia estética, el impacto que produce la obra”, al preguntarle si considera qué iniciativas de esta clase colaboran en popularizar un arte hermético como las visuales, Duprat no escatima aliento. “Ese es el problema central del arte contemporáneo mundial. Como ninguna otra disciplina, se ha alejado de lo popular. Asusta porque se volvió críptico, da la impresión de que hay algo a descifrar, de que tenés que estudiar muchísimo para disfrutarlo. Y eso es mentira, no hay tal cosa”, desestima. “La institucionalidad del arte también le dio esa aura. Ves una muestra que no es buena, pero la gente la respeta, hasta le tiene miedo, como si estuviera en Tribunales frente al estrado. Está esa idea de que ‘si está acá, debe ser bueno’. Eso es de moral baja. Es mejor decir ‘no me gusta, no estoy de acuerdo con esto’. Por supuesto que hay capas de lectura, no estoy en contra de la formación: cuanto más sabés, más ves. Pero, por otra parte, estoy a favor de volver a la experiencia sensual.”
Dos pisos ocupa la muestra en la Casa del Bicentenario, el segundo y el tercero, así que hay bastante para interpelar desde “lo sensible”, sin esnobismo: entre otras obras, están las perturbadoras calaveras de arena de Ruth Viegener; la ampliación del billete de dos pesos intervenida por Ral Veroni; la composición fotográfica de Ramiro Quesada Pons, de lo que sería la habitación de un fanático de Damien Hirst, llena de tripas de tiburón; la hipnótica instalación de Mauro Koliva que parece la disección de una fruta, un animal y un ecosistema, todo a la vez; la atmósfera metafísica e inquietante del acrílico sobre tela de Marcelo Torreta; la bella instalación de video y pintura deconstructivos de Estanislao Florido; el acrílico de Germán Wendel protagonizado por un ratón antropomorfo que recuerda al del comic Maus; y el “bólido” de revestimiento y madera de Daniel Basso, que al vistazo despierta recuerdos de su Mar del Plata. “El mundo globalizado hizo que haya problemas comunes para los artistas, pero queda un anclaje geográfico cultural de la zona. El rasgo nacional es la suma de esa heterogeneidad”, cierra Duprat.
* La muestra Igualdad Cultural. Premio Artes Visuales puede visitarse de martes a domingos y feriados de 15 a 21 en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985). La entrada es libre y gratuita.
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