Domingo, 16 de marzo de 2014 | Hoy
MUSICA › MIGUEL ANGEL ESTRELLA Y SU CONCIERTO EN EL ESPACIO MEMORIA Y DERECHOS HUMANOS
Para el notable pianista, lo que ofrece la Tecnicatura en Música Popular que se brinda en la ex ESMA tiene un simbolismo que nada tiene que ver con el egocentrismo: “El conservatorio ideal nos debe preparar no para ser los mejores del mundo, sino lo mejor que podamos ser”.
Por Santiago Giordano
“Mire lo que son los signos de la vida. Hace unos años, cuando pasaba por lo que era la ESMA, pensaba que por un momento ese fue mi destino, finalmente torcido por el amor de los que pelearon para que no sea un desaparecido para siempre.” Miguel Angel Estrella ablanda los restos de su acento tucumano para contar. Habla lento y pausado. “Sobrevivientes de ese lugar aciago me contaron que una vez hicieron circular mi foto, preguntado a los detenidos-desaparecidos si me conocían. Les dijeron que me estaban siguiendo en Uruguay y que pronto llegaría ahí”, cuenta el pianista secuestrado en Montevideo en 1977 y liberado en 1980, gracias a una campaña de Naciones Unidas, el Vaticano y la Cruz Roja Internacional, sumada a los pedidos de sus colegas en todo el mundo. Hoy, en ese lugar que hoy es sede de numerosas organizaciones de la cultura y los derechos humanos, Estrella protagonizará un concierto con múltiples significaciones, relacionado con la memoria y el arte como herramienta de superación social.
En el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Av. Del Libertador 8151), el pianista ofrecerá un concierto gratuito, junto a los alumnos de la Tecnicatura en Música Popular de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. “Se cumplen diez años desde que Néstor Kirchner, después de ordenar aquella descolgada histórica del retrato de Videla, dedicó todo ese predio a los organismos de derechos humanos”, continúa Estrella. “Con Música Esperanza, la ONG que presido, trabajamos con Madres Línea Fundadora, y creamos ahí una instancia de formación de una figura novedosa en el campo del arte: la del músico social. ¿Vio lo que son las cosas? Ahora me toca volver seguido a ese lugar, porque entre otras cosas ahí funciona el centro de derechos humanos más grande de la Unesco, que como embajador de buena voluntad fuimos armando con Daniel Filmus y el director de la Unesco. Todo esto tiene una carga emocional muy fuerte: la figura de Néstor, la memoria, las Madres y las Abuelas, mujeres que nos enseñan tanto cada día. Cuando yo les contaba lo que debía ser la tecnicatura, ellas decían que estaban escuchando a sus propios hijos, que era eso lo que ellos hubieran querido.”
“Este concierto es una síntesis de una gran parte de mi vida”, sigue Estrella, y resalta la importancia de que los jóvenes participen en las distintas actividades que se realizan en la ex ESMA. “Qué importante es que tantos chicos y chicas se acerquen a este espacio, que sean parte de la tecnicatura y así se comprometan con la defensa de los derechos humanos y conozcan nuestra historia. Vale la pena decirlo otra vez: sin memoria nada se puede construir”, marca el fundador de Música Esperanza, desde 2004 embajador argentino ante la Unesco.
Estrella cuenta que la Tecnicatura en Música Popular surgió de la inquietud por ofrecer espacios de formación de grado universitario, dentro del Proyecto Escuela Popular de Música Vida y Esperanza, ideado por Madres Plaza de Mayo Línea Fundadora y la Fundación Música Esperanza, con la participación de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. “La idea es formar músicos con sólida cultura musical –sostiene Estrella–, pero a partir de una formación abierta, que incentive la sensibilidad social. Más allá de las materias específicas de la formación musical, contamos con invitados especiales, filósofos, sociólogos, psicólogos, investigadores de otras disciplinas que vienen a tratar temas sociales. Se trata de poner al artista más allá de lo individual.”
La figura de músico social tiene que ver con la naturaleza artística de Estrella, que por ejemplo en los últimos años fue artífice en Medio Oriente de la Orquesta para la Paz, integrada por 40 jóvenes músicos de las tres religiones de los hijos de Abraham (cristianos, musulmanes y judíos), o aquí en Argentina del Concurso Chopin de piano, una competencia muy particular en la que todos los participantes tenían asegurada una devolución por escrito por parte de los jurados. “Este tipo de cosas las traigo desde muy joven”, relata el pianista. “Yo hice el conservatorio porque había que hacerlo, había que tener un título, pero ya entonces con mi compañera, Marta González, detestábamos ese tipo de instrucción individualista. El conservatorio de entonces, como el de ahora, te ofrece una formación competitiva, en la que si no sos el primero de la clase, no servís. Eso incentiva el ego. Lo viví en el conservatorio acá y luego en París, en Londres, en la Unión Soviética. Es un círculo vicioso, donde finalmente los maestros se terminan dedicando a los mejores, porque son los que les darán prestigio como músico y docente. Todo eso es malsano y perverso, porque genera rabia entre los marginados de ese sistema. Ya desde entonces pienso en un conservatorio ideal, que nos prepare no para ser los mejores del mundo sino lo mejor que nosotros podamos ser. Pero que además nos enseñe a expandir eso en la sociedad en la que vivimos, a ser parte de esa sociedad y no creernos especiales.”
Intérprete de nivel internacional, Estrella se constituyó en una referencia de su instrumento. “Nunca creí cuando me decían que estaba entre los mejores pianistas del mundo”, explica. “Hay miles de pianistas que tocan mejor que yo, pero el mercado limita los espacios. El mercado trabaja para sí mismo y por ende desarrolla lo personal, el egocentrismo. Desde muy joven sentí que el mercado era mi enemigo, por eso nunca tuve empresario ni pensé en términos de carrera. Esa palabra me parece bestial. Claro que me gustó haber llegado a tocar en las grandes salas del mundo, pero nunca me la creí.”
El amor por Brahms, la difusión de la música a todos los públicos posibles y las ganas de contar lo que está detrás –o por sobre– esa música, fueron algunos de los intereses que modelaron el periplo artístico de Estrella. “Me interesaba contar por qué estaba enamorado de Brahms, pero con mi mirada de originario de la Argentina profunda, hijo de un poeta socialista y una madre maestra rural, que creció en caseríos del noroeste, especie de Macondo donde lo milagroso podía ser natural”, cuenta. “Así empecé con los conciertos conversados, que proponían otra manera de escuchar, buscaba establecer otra relación con el oyente. Fui creando un circuito amistoso de conciertos, a partir de relaciones humanas. Y eso me brindaba trabajo y sobre todo la libertad de ir a tocar donde me pareciese, incluso en las villas o en las comunidades indígenas.”
–¿Cómo lo miraban sus colegas?
–Como se mira a un loco. Algunos con un fondo de admiración y otros pensaban que no era un verdadero profesional. Para ellos, un profesional no podía andar tocando gratis para los negros. Más tarde, eso mismo me lo dijeron los torturadores.
Estrella cuenta con intensidad y asombro historias que sucedieron en los Valles Calchaquíes –“mi lugar de militancia, pianística y peronista”– o en las villas urbanas, entre gente humilde, ilustrada de la vida. Cuenta de cuando en Cochabamba invitó a un concierto suyo a 50 lugareños que nunca habían ido al teatro, para terror de los organizadores; también de aquel que distinguía la música de Mozart como “limpita”, la de Haydn “chispeante” y la de Bach “limpia”, pero no “limpita” como la otra; o del padre que explicaba al hijo que la música que salía del piano a veces es un poco aburrida y a veces tan bella que no se parece a nada. Historias de justos asombros, de humanidad extendida que dan un sentido de invencibilidad a la música y a quien la escucha.
“Y en eso seguimos”, concluye Estrella. “Hay mucho por hacer todavía, seguro. Pero hay algo que sé muy bien: en estos diez años en los que soy embajador argentino ante la Unesco, primero de Néstor y ahora de Cristina, estamos haciendo cosas que nunca hubiéramos imaginado.”
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