Domingo, 16 de marzo de 2014 | Hoy
CULTURA › EL PANORAMA DE CARA AL INMINENTE SALóN DEL LIBRO EN PARíS
Luis Chitarroni, Damián Tabarovsky, Selva Almada y Martín Kohan, cuatro de los escritores participantes, analizan lo que hay y lo que falta para la literatura argentina, de cara a la cita que inaugurará la presidenta Cristina Fernández el próximo viernes.
Por Silvina Friera
“Los pasajes y las galerías han sido mi patria secreta desde siempre”: la frase pertenece a “El otro cielo”, el relato de Julio Cortázar en el que el protagonista vive entre dos cielos: uno “real”, el de Buenos Aires en 1945; el otro, repleto de las galerías parisinas en el final del siglo XIX. El Salón del Libro de París, que se realizará del 21 al 24 de marzo con Argentina como país invitado de honor, reúne en el mismo cielo de la literatura a 46 escritores argentinos –Ricardo Piglia, Liliana Bodoc, Mempo Giardinelli, Diana Bellessi, Pablo De Santis, Damián Tabarovsky, Tununa Mercado, Luis Chitarroni, Guillermo Saccomanno, Selva Almada, Laura Alcoba, Arnaldo Calveyra, Sergio Bizzio, Noé Jitrik, Claudia Piñeiro, Martín Kohan y Oliverio Coelho, entre otros– que participarán en mesas redondas, clases magistrales, conferencias sobre la edición y la cultura argentina, reuniones de trabajo entre editores locales y franceses, homenajes –a Cortázar, a Juan Gelman, a Juan José Saer, a Quino–, encuentros con traductores del país anfitrión y presentaciones de libros. Esta feria del libro francesa –que será inaugurada el próximo miércoles por la presidenta Cristina Fernández– es una oportunidad que no está exenta de varios desafíos en el horizonte.
“La literatura argentina contemporánea tiene muchos buenos escritores, y eso no es poco”, plantea Tabarovsky a Página/12. “Pero es necesario encarar acciones sistemáticas en el tiempo, que involucren no sólo a los autores, sino también a la industria editorial. Hay que ayudar a crear las condiciones para que la literatura argentina tenga aún más presencia internacional, y también acompañar a los editores, en especial de las pequeñas editoriales, para que accedan a contratar autores internacionales, que es la mejor forma de actualizar la vieja y noble tradición de la traducción argentina.” Tabarovsky tiene cuatro novelas publicadas en francés en la editorial Burgois: Bingo, Las Hernias, La expectativa y Autobiografía Médica, y están traduciendo su última novela, Una belleza vulgar, y el ensayo Literatura de izquierda. “Hay que intentar que los editores europeos piensen también en editoriales argentinas –y no solamente españolas– cuando buscan dar a traducir a unos de sus autores. Las pequeñas editoriales locales trabajan bien en ese sentido. El eje París 2014 y Guadalajara 2014, donde Argentina será también país invitado de honor, seguramente marcará un hito en cualquier historia de la industria editorial argentina. Hay que tomarlo bien en serio, como un logro”, pondera Tabarovsky. “Y allí, la presencia de los autores y sus libros es clave. El Programa Sur es un gran paso adelante, lo valoro mucho. Pero aún falta mucho por hacer.” El escritor y editor agrega: “Mal o bien, la narrativa argentina está bastante traducida en Europa; por supuesto, siempre faltan traducir a buenos autores, siempre hay olvidos. Más allá de los nombres obvios –Borges y Cortázar– se conoce bastante a escritores contemporáneos como (César) Aira o Piglia, o incluso más jóvenes. Pero, en cambio, se traduce muy poco ensayo, investigación académica o teoría escrita en Argentina. Allí hay otro de-safío para profundizar”.
Selva Almada, autora de El viento que arrasa –publicada hace un mes en Francia por Mètailiè–, es la primera vez que asiste a una feria internacional en la que Argentina es invitada de honor. “Es una buena oportunidad para poner en circulación libros y autores que aún no han sido traducidos al francés o que se conocen muy poco fuera del país. Las mesas de las que vamos a participar son un buen espacio para que charlemos sobre y hagamos conocer a esos escritores. (Alberto) Laiseca, por ejemplo, que hace poco fue traducido por primera vez al francés, en una editorial muy pequeña. Autores emergentes como el poeta Mariano Dubín o la poeta Mariela Gouiric, dos poetas con una voz muy propia y poderosa. Hablar de ellos, recomendarlos. Y ya que estamos hablando de poesía, creo que es una deuda pendiente en la política cultural difundir a los nuevos poetas, invitarlos a estas ferias internacionales, fomentar su traducción. Por supuesto, en el salón estarán Diana Bellessi y Arnaldo Calveyra, dos figuras enormes de la poesía argentina, pero me refiero a los más jóvenes, a los que están construyendo también una obra muy sólida.” Tres novelas de Martín Kohan están traducidas al francés: Segundos afuera, Ciencias morales y Dos veces junio, las tres editadas por Seuil. “Yo me siento plenamente convocado por la sola posibilidad de tomar contacto con lectores y eventuales lectores, con otros autores, hablar de literatura, abrir discusiones. Son muy buenas experiencias siempre o casi siempre; somos relativamente pocos los que nos interesamos mucho por la literatura; cuando nos reunimos por algún motivo, el efecto es gratificante.”
Aunque Noé Jitrik dio clases en la Universidad de Besançon, al este de Francia, a fines de la década del sesenta, cuenta que cree que no tiene ningún libro traducido al francés. “Para el país, ocurra lo que ocurra, siempre será un éxito político, porque ha sido invitado, porque ha enviado escritores, algunos de obra sólida, otros a la expectativa, de diversas tendencias y edades, algunos con obras hechas, otros por lanzarse al ruedo, con una mínima dosis de prejuicios, pese a los bramidos de algunos que se sienten reyes de la creación.” Luis Chitarroni, escritor y editor, considera que cualquier salida al exterior es una buena oportunidad. “La literatura argentina pasa por un gran momento. Hoy tenía que decidirme por un libro y encontraba tres, cuatro. Voy a nombrar dos para no practicar el mezquineo, una forma muy frecuente acá: Variaciones Turner, de Danilo Albero; Informe sobre ectoplasma animal, de Roque Larraquy.” Chitarroni añade que gracias a las gestiones que hizo en su momento Gabriela Adamo, “nuestras relaciones con los editores del mundo son mucho menos lastimosas”. “Antes, parecían a punto sólo de vendernos algo, y hasta de estafarnos. Creo que logramos revertir la situación parcialmente. Hoy podemos ofrecer nuestros libros con cierta soltura, con cierta comodidad, hasta con firmeza.”
¿Cómo aproximarse al vínculo entre Argentina y Francia? Jitrik responde que es “históricamente esencial”, desde los fundamentos de la Revolución de Mayo hasta el sistema literario argentino y la concepción de su cultura. “El romanticismo, el positivismo posterior, la vanguardia provenientes de Francia ayudaron a encontrar formas propias; el pensamiento francés, el mejor –libertario y poético– y el no tan bueno –el nacionalismo reaccionario–, permearon el pensamiento que iba encontrando sus cauces y le otorgaron un matiz crítico que entró en la Argentina con toda naturalidad, y que es indisociable incluso de nuestro lenguaje. No se me ocurre que eso pueda desterrarse, aunque la fuerza que tuvo parezca hoy languidecer, pero no sé si eso ocurre. Algunos lo dicen pero no hay por qué creerles.” Tabarovsky coincide que este vínculo está en el origen de nuestra modernidad. “Moreno fue lector de Rousseau”, recuerda. “Entre no-sotros es muy fuerte la presencia de la literatura y las ideas de Francia, y notoriamente menos la de las argentinas en Francia. No-sotros conocemos nuestra tradición y la de ellos, muchas veces incluso hicimos nuestra su tradición. Ellos casi no conocen otra cosa que la tradición propia. Buenos Aires es una ciudad absolutamente cosmopolita y París, en cambio, es desdichadamente provinciana.” Para Kohan, Francia es una parte constitutiva del imaginario cultural argentino, “con una función utópica o mitológica que va desde el romanticismo importado por (Esteban) Echeverría hasta Paul Groussac en la Biblioteca Nacional o Amadeo Jacques en el Colegio Nacional; desde Gardel cantando ‘Anclao en París’ hasta ‘El otro cielo’, de Julio Cortázar.” “La idea de que Buenos Aires se ha soñado como París o, más increíblemente, que se ha visto parecida a ella, es insostenible en lo empírico, pero sintomática como ambición.”
“Francia nos enseñó a leer de espaldas, que es un estilo tan legítimo como el gateo –crawl español– que practicamos desde la niñez”, reflexiona Chitarroni. “En el sentido democrático y republicano, también nos enseñó a leer en las dos direcciones. La influencia de un tipo como Groussac, pese a los períodos de luz y sombra sobre su figura, resulta definitiva para la patria, aparte de que su mal humor y su temperamento ofuscado nos ayudan también a buscar refugio de las letanías y las conformidades de cierta literatura española. Claro que sus errores a veces son escalofriantes. Pero de eso se trata el genio.” Almada afirma que el vínculo se mantiene y se alimenta. “Calveyra hace cuarenta años que vive en Francia. (Juan José) Saer pasó gran parte de su vida allá. Por supuesto, Cortázar. Compartimos, por decirlo de alguna manera, a Laura Alcoba, que además se ocupa de traducir a escritores argentinos al francés. Hay una relación bastante fluida. Muchos autores de las nuevas generaciones se traducen al francés, escritores de las llamadas editoriales independientes como Entropía, Mardulce o Eterna Cadencia, se leen con mucho interés en Francia. Quizás en ese sentido la relación es bastante unilateral, no veo el mismo interés en los lectores argentinos por los escritores franceses y lo poco que llega o se lee viene en general traducido desde España.”
Cada escritor despliega su itinerario de autores franceses que dejaron huellas, lecturas que perduran, intereses que se incrementan o disipan. “Me marcaron fuertemente Roland Barthes y Michel Foucault”, admite Kohan. “(Jean-Paul) Sartre se me fue perdiendo por el camino. Me empantané con Gilles Deleuze. Vengo leyendo mucho a (Jacques) Rancière últimamente. Nunca terminé de entrar en (Maurice) Blanchot, claro que, tratándose de Blanchot, quizá no sea en rigor de verdad un fracaso. (Georges) Bataille me interesa siempre y me convence a veces. Son todas marcas muy fuertes en mi formación. Estuve tratando de mejorar mis lecturas de (Louis) Althusser y de Philippe Sollers. Me encantaría poder escribir lo que escribía Georges Perec; a veces pienso que me gustaría vivir de la manera en que él escribía.” Jitrik entró en el mundo imaginario de los “novelones franceses” del siglo XIX. “Me despertaron un apetito que obtuvo sus satisfacciones a lo largo de mi vida. Imposible olvidar el impacto que tuvo en mí la obra de Sartre, por ejemplo, y todo lo que lo rodeaba; más recientemente, Maurice Blanchot me llevó por un camino que todavía estoy siguiendo, poderosas ideas que iluminan el hecho literario y le dan una consistencia ejemplar. Hay quien dice que mi libro Long Beach no podría haber sido escrito si no hubiera mediado la lectura de Blanchot. Igualmente, entrar en la poesía por Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y Apollinaire me parece que explica muy naturalmente lo que yo persigo en mi poesía; y ni hablar de la canción francesa: no sé lo que ocurre hoy pero en mi memoria ocupa un lugar inconmovible.”
El gran escritor francés del siglo XX –según Chitarroni– ha sido (Raymond) Queneau. “Para mí, claro, después de (Gustave) Flaubert y (Marcel) Proust, ha contado, sobre todo, la poesía. No digo ya, después de Victor Hugo, las grandes potestades luminosas, diurnas y nocturnas –Baudelaire, Lautréamont, Mallarmé, Valéry–, sino mi círculo de favoritos privados: (Jules) Laforgue, (Tristan) Corbière, (Paul) Verlaine, (Paul-Jean) Toulet. La narrativa, que muchas veces, por ignorancia, estupidez y pereza, leí mediada por la traducción, no fue para mí decisiva, como la inglesa. Pero leí –y sigo leyendo– a (Françoise-René) de Chateaubriand, uno de los mejores estilos que conozca en el campeonato de la prosa; a (Benjamin) Constant y a otros del siglo XX que a veces sólo admiro con perseverancia: (Nathalie) Sarraute, (Alain) Robbe-Grillet, (Michel) Butor, (Claude) Simon.”
El centenario del nacimiento de Cortázar se celebrará también en Francia. ¿Qué sentidos nuevos puede producir la literatura del autor de Las armas secretas? ¿Qué cuestiones hay que seguir pensando en torno de su obra? Jitrik, que participará del homenaje que se realizará en el Salón del Libro, opina que “depende de cómo se lo lea y de que se considere de cerca y con rigor las múltiples propuestas que alberga su obra, en movimiento todavía, más allá de la iconización de que ha sido objeto, para su suerte o su desgracia”. “No es fácil hablar de sentidos nuevos. Bastaría con recuperar y reconocer el entretejido entre teórico y ficcional en el que se ha desarrollado su obra. Es un acto de justicia poética que se lo homenajee; contraste notorio con la modestia y el silencio en el que construyó su obra, que en su momento conmovió al sistema literario argentino, logrando trascender a todo el orbe latinoamericano. Si entonces consiguió sacudir la modorra que envolvía la narrativa nacional, ahora es probable que siga invitando a repensar tanto en lo que de su obra surgió y fue modificando costumbres y modos de imaginar, como en lo que permitiría no abandonar la literatura, tan amenazada por múltiples enemigos.” Almada dice que de la obra de Cortázar se queda siempre con sus cuentos. “No puedo releer sus novelas, ni siquiera Rayuela, que fue por años mi libro favorito. Pero sus cuentos siguen siendo sorprendentes. Los sentidos nuevos se los dan los lectores nuevos. Quizá por su espíritu de juego, Rayuela puede ser una novela que despierte las ganas en los lectores más jóvenes. Ojalá; así la leí yo y fue un libro que me abrió las puertas a otros libros.” Kohan precisa que la literatura de Cortázar sufrió su éxito más que otras literaturas que fueron también exitosas. “El cortazarismo perjudicó a Cortázar”, advierte Kohan. “Me parece que, habiéndose convertido en un lugar común el gesto del desprecio, o en el mejor de los casos el de rescatarlo en los cuentos pero condenarlo en lo demás, estamos en un momento ideal para volver a Cortázar y revisarlo, y eventualmente rescatarlo del propio efecto cortazariano.”
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