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Nada como un aniversario para la industria discográfica, más en tiempos en que el catálogo y las ediciones de lujo parecen ser el último salvavidas en medio del mar de desorientación generalizado. Y hoy se cumplen cinco años de la muerte de Michael Jackson, así que por las bateas que quedan anda el pertinente Xscape, con material inédito y retrabajado, que sorprende gratamente por una calidad insospechada en lo que venía del “descarte”. Seguramente, además, el número redondo provocará una inyección en las ventas de los discos y canciones del pasado más glorioso de Jackson, como sucedió en los días siguientes a su fallecimiento. Y habrá tributos aquí y allá, a menudo sin cuestionar ninguno de los aspectos que hicieron del cantante una figura trágica, un Icaro al que se le derritieron las alas por haber volado demasiado cerca del sol.

Es entonces cuando cobra más interés Jacksonismo-Michael Jackson como síntoma, que acaba de publicar Caja Negra: el libro compila textos de críticos y periodistas como Barney Hoskyns, Steven Shaviro, Simon Reynolds e Ian Pennman, entre otros, escritos justo después de la muerte del cantante. Cada uno aborda la figura de Jackson desde un punto de vista diferente, a menudo divergente con el del ensayo anterior, como si las luces del escenario apuntaran todavía sobre porciones del cuerpo mutante de aquel bailarín que deslumbraba al mundo. El libro apareció originalmente a fines de 2009 bajo el título The resistible demise of Michael Jackson y fue compilado por Mark Fisher, periodista y profesor de Filosofía, quien también escribió uno de los ensayos. “Es muy bueno que ahora el libro tenga una segunda vida con su traducción al español”, aseguró Fisher a Página/12 vía e-mail. “Fue bastante bien recibido en inglés, pero no tuvo un público tan grande como el que pensé que se merecía, así que es bueno que tenga la oportunidad de llegar a más lectores ahora.”

–¿Cree que llegaron a algo cercano al “libro definitivo” sobre Michael Jackson?

–¡No soy yo quien tiene que decirlo! Y no estoy seguro de que sea posible ofrecer una perspectiva definitiva sobre algo con tantas facetas como Michael Jackson. Pero siento que el libro fue muy fuerte, que ofreció una interesante serie de miradas no sólo sobre Jackson, sino sobre la cultura pop durante los últimos treinta años.

–¿Cree que hay nuevos aspectos sobre Jackson que deberían ser mirados desde el presente?

–No creo. No mucho de lo que supimos sobre Jackson en el período inmediato a su muerte fue una sorpresa y nada que hayamos descubierto desde entonces realmente cambió la imagen sobre él que se había fijado entonces. Su muerte confirmó que era una figura trágica, alguien destruido por las mismas cosas que le permitieron ser exitoso. Creo que todavía lo vemos así, cinco años más tarde.

–¿Cómo lo afectó personalmente la muerte de Jackson?

–Como muchas personas que no eran fanáticas, en el período anterior a su muerte había dejado de tener interés en Jackson. Parecía muy difícil que alguna vez volviera a lanzar un disco que valiera la pena escuchar. Era una superestrella en la que realmente nunca pensábamos demasiado. Pero su muerte cambió eso. De repente recordamos por qué Jackson nos había cautivado. Su muerte nos trajo de vuelta al viejo Michael, el de los ’70 y los ’80. Después de su muerte me descubrí a mí mismo mirando una y otra vez los videos de ese período, especialmente los de los temas de Off the Wall y Thriller. Me invadió una tristeza que tenía que ver con el contraste entre el modo en que se veía en esas performances tempranas –cierto brillo en su mirada, la sensación de que disfrutaba de lo que estaba haciendo– y la figura torturada, atormentada de sus últimos años. Quise explorar esa tristeza y el libro salió de eso. Escuché su música de un modo en que no lo había hecho durante años. Los veintipico de años de discos banales nos habían hecho olvidar el poder de cosas como “Billie Jean” o “Don’t Stop Til You Get Enough”. Cuando él murió, todo esto regresó de golpe.

–¿Por qué creyó que el modo de abordarlo era una colección de ensayos?

–Porque pensé que era importante resaltar su muerte con algo que no fuera ni un trabajo hagiográfico de devoción fanática ni un libro de chismes. Sentí que era necesario evaluar el fenómeno Michael Jackson, no sólo su música, sino también las maquinarias de medios y promoción que hicieron posible su fama sin precedentes. Jackson fue un reflejo crecientemente grotesco de lo que sucedía en la sociedad norteamericana y en la cultura de la celebridad en general. El gran momento de transición en la carrera de Michael –su ascenso a un nivel de fama nunca antes alcanzado, después de Thriller– coincidió con el arribo de Ronald Reagan y el neoliberalismo. La muerte de Jackson ofreció una oportunidad única para reflejar los últimos treinta años a través de una lente particular. Un libro nos permitió juntar a diferentes autores y darles espacio para escribir en su propio estilo y en sus propios términos. Algunos de estos escritores eligieron un enfoque experimental que hubiera sido difícil de imaginar como posible en cualquier otro contexto. También pudieron escribir con la extensión que se les ocurrió.

–En su ensayo El fin del Jacksonismo, usted cita a menudo al crítico cultural y periodista Greil Marcus, particularmente al libro Rastros de carmín. En el ensayo que viene a continuación, Steven Shaviro dice que los comentarios de Marcus le resultan “intolerables” y lo acusa de adoptar “una actitud paternalista y cercana al racismo”. ¿Era crucial que en el libro hubiera esta multiplicidad de voces diferentes?

–Sí. Una de las grandes fortalezas del libro es su polifonía; cada pieza se beneficia de las otras que la rodean. Y esa es otra razón por la cual era importante hacer un libro. Algo tan complejo como el fenómeno Michael Jackson demanda un número de perspectivas diferentes y un libro nos permitió que esas perspectivas se combinaran entre sí. Algunos se enfocaron en la música; otros dijeron muy poco sobre la música y se concentraron en su fama y la locura que produjo. Algunos usaron estrategias que fueron desde la escritura de ficción hasta tratar de meterse en la mente de Michael. Este rango de estilos y técnicas es una de las cosas que hacen único al libro.

–En lo que todos coinciden es en categorizar a Jackson como una estrella única. Sin embargo, quizá se lo pueda comparar con Diego Maradona: ambos estuvieron en la cima del mundo casi al mismo tiempo, tenían sus “particularidades”, venían de familias pobres, se destacaron desde niños, y lo más importante, fueron superestrellas globales en un período preglobalización.

–Es una buena comparación. Pero tengo que decir que la fama de Michael Jackson está en un nivel superior a la de Diego Maradona. En parte, porque en esa época Maradona no fue tan conocido en Estados Unidos, o al menos entre la población de habla inglesa de Estados Unidos. Jackson fue conocido globalmente de un modo en que Maradona no lo era. No se trata sólo de que Michael Jackson logró un nivel de fama sin precedentes, sino que ese grado de fama sólo fue posible en ese momento y es muy difícil que se repita. A principios de los ’80, los medios y la promoción invadieron la vida cotidiana en todo el mundo en un modo que no se había visto antes. Y era un momento en que los medios todavía tendían a la concentración. Ahora, con el ciberespacio, hay una tendencia a la dispersión. ¿Quién podía manejar ese nivel de fama? Debido a sus antecedentes problemáticos, Michael Jackson parecía particularmente poco preparado para manejarlo, pero, ¿podía hacerlo alguien?