Domingo, 27 de julio de 2014 | Hoy
MUSICA › PEDRO CHEMES HABLA DE LAS CANCIONES DE AIRES, SU NUEVO DISCO
El eje es el tango, pero el guitarrista, pianista y compositor sigue intentando esos caminos atípicos que le cerraron más de una puerta en las discográficas. “En este momento tan abierto para la música, también es necesario conectarse con uno”, dice.
Por Cristian Vitale
La primera y última vez que Pedro Chemes se plantó a negociar con una multinacional se encontró con dos cachetazos. “El capo me dijo, ‘tenemos un problema muy grande, lo suyo es demasiado original, y me deja sin plan B’”, se ríe él, a carcajadas. “Esa fue una, y la otra me la veía venir: ‘Usted jamás va a llenar la cancha de River’. Aunque nadie invente nada, uno intenta ser original, y el tipo te dice ‘no, pibe, original no’, ¡todo al revés!”, refuerza él, siempre en tren lúdico, y despeja el panorama. Tiñe de lógica pura el día y el lugar que eligió para presentar el flamante Aires (martes 29 en el Café Vinilo), y también un repertorio absolutamente desprovisto de clásicos, hits, lados A, o como se los quiera llamar. “En este momento tan abierto para la música, me parece que también es necesario conectarse con uno, con el exterior y con uno, y este disco nace de esa intención. Se trata de una búsqueda de estilo personal con eje en el tango, pero que se dispara hacia otros sonidos”, dice el experimentado guitarrista, pianista y compositor, en un intento por ponerle un marco a su nueva –y original, claro– criatura.
En efecto, ninguna de las 18 piezas que pueblan Aires arraiga fuerte en el imaginario. Ni las suyas, que son amplia mayoría, ni las tres versiones que se subdividen en un dos por uno de lujo: “Fuga 9” y “Bandoneón, guitarra y bajo”, de Astor Piazzolla, e “Introducción y milonga del ausente”, de Dino Saluzzi. “Fue muy lindo, porque Dino me dio el tema y se estableció un vínculo. Yo hice un arreglo de esos en los que uno quiere demostrar todo lo que sabe (risas) y lo grabamos. Dino es un tipo muy importante, porque ha abierto un montón de puertas para la música popular argentina. Conoce la tradición y a su vez en un atrevido, y eso le ha hecho mucho bien a la música argentina. Habría que darle más bola, me parece”, asegura Chemes, que ha modelado su obra junto a un cuarteto que completan Mariana Gaitán en violín, Fabián Guerrero en contrabajo y Javier Sánchez en bandoneón y que, en cuestiones de trayecto personal, ha grabado discos notables (Tango y origen, en especial), ha organizado el ciclo La Música Popular para el Fondo Nacional de las Artes, ha dirigido el Cuarteto de la Ochava, agrupación que, hacia fines de los ’80, se dedicó a grabar tangos de la guardia vieja, y ha musicalizado el documental Maten a Perón, de Fernando Musante, entre otras cuestiones. “Y de Piazzolla... qué decir”, retoma, “él es como un papá que uno se quiere sacar de encima y no puede. Estamos en una edad en la que nos queremos pelear con él, no seguirlo, pero hay que tener aguante para eso. Creo que todos nos enamoramos de Astor, y de eso no se sale”, vuelve a reír.
–La polémica sobre si la música de Piazzolla es tango o no se zanjó hace tiempo. Es puro tango. ¿Y lo suyo?
–Si me restrinjo a Aires, no lo pensé como disco de tango, salió así, y me alegro de que haya salido así, porque se trata de algo que he estado investigando durante mucho tiempo, y sobre todo sin preconceptos, sin decir “tengo que hacer un disco así o asá”. No me ceñí al género. Quiero decir, brotó naturalmente. Y me gustó que la gente me diga que le sonaba la música cuando caminaba por la calle. El lenguaje llegó a cierta cotidianidad.
–Un sonido no tan extraño al imaginario medio, entonces.
–Es que si uno admira algo del tango, es su carácter de música no ajena a la realidad. Si la música suena a la ciudad, mejor. Y la devolución de los otros, claro, porque si no la música se transforma en algo que empieza y termina en uno, y así no hay diálogo posible. Yo estuve 30 años transitando tangos, y en un momento paré y me pregunté por qué llegué al género. Esa fue la cosa, conocerlo, mamarlo, pero hay otras cosas que me siguen siendo ajenas al tango, que no abarcan mi mapa y menos mi historia. Mi infancia fue en esos años ’70 muy alejados del tango, por cierto. Digamos que más bien me llegó cuando me fui a estudiar afuera. Escuchar un disco de Arolas en París es muy fuerte, te obliga.
Más allá de las versiones, Aires zigzaguea por una movediza línea estética que va de los aires tangueros y urbanos de “Apuntes” o “19 horas”, pieza que “cortineó” un programa radial de Víctor Hugo Morales (“Un gomía apasionado, de esos que alientan mucho, y todo el tiempo”, según Chemes) hasta temas más asociados al criollismo campero como “El coleccionista”, “Homenaje al vals criollo” y “El adiós”, o un desliz eléctrico en pleno viaje acústico, corporizado en otra invención propia: “Sobrevuelo”. “Son dos sensaciones, claro. Por un lado, la de una Buenos Aires que tenemos metida bien adentro, y la otra, relacionada con una cosa más ‘abierta’, digamos. Y por eso
Aires, porque el aire implica algo que tiene un ‘sabor a’, pero que no está estrictamente definido. Me parece bueno como concepto, porque no me ata a un género, pero sí a algo que está ahí, que es común y nos pertenece. Por un lado esa música con olor, con ese barro adentro que me encanta, porque tiene algo muy fuerte conectado con la tierra, y por otro, eso también tan fuerte que implica estar en una ciudad y gozar de sus beneficios y sus contramarchas”, concluye el músico, a punto de estrenar su nueva criatura.
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