Jueves, 14 de agosto de 2014 | Hoy
MUSICA › LAS ORQUESTAS DE NICOLáS LEDESMA, RAMIRO GALLO, ASTILLERO Y EL ARRANQUE CONFLUYEN EN EL TASSO
El ciclo Típica, Atípica y Arquetípica juntará a dos orquestas por noche en cruces que pretenden mostrar estéticas contrastantes, aunque los músicos se sienten afines. “Lo que sí se ve es un abanico de lo que está pasando en el tango de hoy”, explican.
Por Cristian Vitale
“El mundo del tango sigue siendo pequeño”, se escucha decir desde el seno de una ronda que junta a cuatro duchos en la materia. La voz es la de Mariano González Caló, bandoneonista y compositor, que transita sus días entre un proyecto personal (el Quinteto Criollo GC) y el semianonimato de una orquesta que carga con nueve años, tres discos y mucho agite en el exterior: Astillero. Ninguno se atreve a contradecirlo. El mundo del tango de hoy, pese a cierta pantalla de popularidad y “celebrities” de las pistas, es en efecto restringido. Tal vez no con el plus de intensidad y desencanto de aquella generación que prácticamente se lo chupó (la famosa crisis del ’60), pero sigue siéndolo. De ahí que las palabras que suceden a la sentencia del joven instrumentista deriven en otras tantas que las hermanan en sentido: autogestión, docencia, cooperativa, reciprocidad, libertad, cruces, cara a cara, circuito chico, vino, empanadas, falta de espacios, sacrificio. “No hay nada más gratificante que ir a buscar las empanadas y el vino, después de ayudar a un amigo a grabar”, dispara, en sintonía y convencido, otro de los convidados: el experimentado pianista pampeano Nicolás Ledesma. “Digamos que esto es como una orquesta grande en la que todos nos vamos ayudando entre todos. De eso se trata”, agrega el ex alumno de Horacio Salgán, y le pone el marco preciso a una juntada que se expresará en música durante todos los fines de semana de agosto, en el Centro Cultural Torquato Tasso.
El cartel de la casa tanguera de Defensa al 1500 indica que la orquesta típica de Ledesma confluirá con la arquetípica de Ramiro Gallo, este fin de semana y el otro, y que Astillero (atípica, en este caso) hará lo propio con El Arranque, los viernes 22 y 29, y los sábado 23 y 30, bajo un nombre tentador: ciclo Típica, Atípica y Arquetípica. “La verdad es que, por una cuestión de números, es difícil hacer ciclos donde se comparta una misma noche con dos orquestas. En este caso somos 22 músicos en total y, como todo es autogestión, es difícil que alguien se lleve un mango, muy difícil. Lo hacemos sólo por placer y porque hay otro actor que comparte el esfuerzo”, dice Gallo, el violinista mágico, en la previa de un concierto que prevé un fuerte acento en composiciones propias, y en clásicos del palo como “Milonga triste”, “Caminito” o “Siga el corso”. “Pensamos explorar además territorio compartido”, agrega Ledesma, que también habla de encarar una mezcla de piezas propias y ajenas. “Se trata más que nada del placer de mostrar la orquesta. He hecho cosas en otros formatos, donde jugaba mucho lo virtuoso, en cambio con una orquesta lo que uno quiere mostrar es la expresión, el peso, y eso es lo que vamos a plantear.” El otro cruce (Astillero-El Arranque) va a estar signado por un ensamble conjunto a través de “Regin”, tema del gran Tape Rubín que Juan Villarreal, cantante de El Arranque, grabó con Astillero, y un devenir en el que cada colectivo seguirá su ruta: histórica, en el caso de El Arranque (veinte años + nueve discos), y personal, en el caso de Astillero. “Todo lo que hacemos está compuesto por nosotros”, refresca González Caló.
“A nivel artístico, estos encuentros son beneficiosos. Digamos que pagamos por nuestra libertad, porque económicamente no es conveniente, pero la situación de estar haciendo lo que queremos deriva en una felicidad total. La autogestión es hermosísima y agotadora a la vez”, piensa Gallo en voz alta, y la hipótesis del principio (la del tango de hoy aún como mundo pequeño) se ratifica en forma y contenido. Ledesma habla de calentura (“Esto es como una calentura, digamos, y por una calentura uno se gasta los mangos que le quedan”), y traduce lo dicho en números: “El encuentro está muy lejos de la cuestión comercial. Es, más que nada, darnos un abrazo. Conocemos el trabajo de cada orquesta y nos sentimos parte de esta generación que está haciendo cosas por el tango, hoy. Tenemos ganas de vernos, y tener dos atracciones por noche también es buscar una convocatoria mayor”. “La idea era hacer fechas con orquestas contrastantes –tercia González Caló–. Pero no sé si éste es el caso, porque somos afines en un montón de cosas. Aunque lo que sí se ve es un abanico de lo que está pasando en el tango de hoy. Digamos que se trata de mostrar que finalmente vuelven los estilos en Buenos Aires... Vuelve a haber tango de distintas maneras.”
–¿Acuerdan?
Ramiro Gallo: –Sí. La sonoridad de orquesta típica, tan emblemática en el género, es el denominador común que define al ciclo desde el punto de vista conceptual pero no estético, claro, porque todos tenemos estéticas diferentes.
Nicolás Ledesma: –Además de todo lo que implica juntarse y generar posibilidades. Ese ida y vuelta que dice “cualquier cosa que necesites, avisame”.
–¿El contexto es hostil o auspicioso, entonces? Porque hubo momentos en los que las orquestas eran una gloria y otros, una utopía. ¿En qué punto está parado el tango orquestal de hoy?
N. L.: –Respecto de la estructura, me refiero a los músicos, las orquestas y las formaciones, es muy auspicioso. La carencia son los espacios. Hay pocos y es difícil sostenerlos.
R. G.: –Yo venía trabajando con el quinteto hace algunos años y armé la orquesta por seguir una utopía, la del sonido de una orquesta típica. A partir de ahí me fundí mal (risas), pero me di el gusto. Quiero decir, una orquesta, hoy, no es redituable. Venimos trabajando de una manera seria, profesional y apuntando a tener un nivel alto todo el tiempo, pero eso no siempre tiene su correlato en la realidad de un género que no está en el centro de la escena. Uno invierte plata, tiempo en hacer arreglos y laboralmente no hay mucho retorno.
Camilo Ferrero (primer bandoneón de El Arranque): –La diferencia es que en los ‘40 o ‘50, la orquesta era un lugar de trabajo y era raro que un músico tocara en otros lugares. Con la misma orquesta hacía a la mañana la radio, a la tarde el café, a la noche el cabaret y los fines de semana, los carnavales. Capaz que no ganaba mucho en cada cosa, pero a fin de mes el músico se hacía un bueno sueldo.
–¿Qué significa hoy ser el director de una orquesta de tango?
N. L.: –En lo que a mí respecta, la palabra director tiene más que ver con poner la firma. Con hacerse cargo de lo que uno siente y no con tener una postura figurativa, onda “tiene que haber un director”. En mi caso, es sentir la responsabilidad de un pensamiento musical del que me hago cargo, y le pongo la firma. Evidentemente, como era en otras épocas, un director musical debería estar asistido por productores como para poder dedicarse sólo a la música y descansar de la gestión, pero el que se hace cargo hoy de una orquesta, se tiene que hacer cargo de todo: los arreglos, las copias, el negocio, los teléfonos, la coordinación con los músicos. Es como la AFA, donde uno hace todo (risas).
R. G.: –Hacerse cargo, sí. Tengo un montón de tangos compuestos que si no los hago yo, ¿quién los hace? Es difícil. Me pasó siempre así, y decía “algún día voy a tener mi propuesta”. Y llegó. Se trató de asumir que tenía cosas para decir, y decirlas. Después, pensé que era todo y aparecieron más cosas.
N. L.: –Tiene que ver con marcarse a uno mismo.
–En todos los terrenos...
R. G.: –Es definitorio, sí. Hace unos años asumí hacer mis cosas y el momento para hacerlas. Eso implica rechazar propuestas y tener que pagarles un mínimo a los músicos. Si no da, yo lo pongo y recuperaré en otro momento. Lo que dice Nicolás está bien, un director debería tener un productor cuidándole las espaldas, pero es difícil encontrarlo. A ciertos productores les interesa más tener un rol protagónico en lugar de que el artista sea el protagonista.
N. L.: –O por ahí compran algo hecho cuando ya está funcionando. Así es fácil. Vos te rompés el alma y después lo aprovechan ellos. No existen más esos fanáticos que decían “me gusta esto, voy a invertir acá”. La mayoría están enfocados en sus ideas.
Mariano González Caló: –En nuestro caso, no existe la figura de director. Lo que sí pasa es que en distintos momentos las cosas se van dando por prepotencia de trabajo, el que más hace, más hace en la realidad. No hay una figura de director ni una palabra final, sino que se van tomando las decisiones democráticamente. El que no quiere opinar no opina y el que lo quiere hacer con mucha fuerza lo hace con mucha fuerza. Pero esto no sería ser un director estable.
–Sería un conductor, entonces...
C. F.: –Hay roles que se van definiendo automáticamente, cuando la propuesta es que no haya una figura que sea el director. Cada uno tiene más talento para una cosa y menos para otra.
–Volviendo a la cuestión del contexto, en la época de oro de las orquestas siempre aparecía el nombre fuerte y el colectivo detrás, mientras que hoy eso no es tan así. La imagen del director no es tan fuerte como la de Troilo, Pugliese, Piazzolla, Federico...
N. L.: –Es que hubo un cambio cuando irrumpieron el Sexteto Mayor y el Sexteto Tango. Hasta esa época, eran todas orquestas: la de Basso, la de Salgán, la de Pugliese... Hasta que ambos sextetos empezaron a formar los grupos cooperativa, con un nombre de fantasía, y aparecieron grupos en ese contexto.
–Algo típico del rock, por otra parte, donde el concepto de banda “anula” al nombre individual ¿Puede ser que el tango se haya dejado influir por este rasgo extragénero?
M. G. C.: –Por la cultura pop, sí. Es una decisión de marketing, de alguna manera, porque yo también tengo mi proyecto donde está mi nombre, y ahí sí soy director (risas). Creo que se trata de generar un nombre de fantasía que sea más importante que las partes, de generar un personaje nuevo.
C. F.: –Viene del rock, sí, porque muchos de los músicos que hoy tocamos tango hemos pasado por el rock, o por lo menos lo hemos escuchado. Yo toqué la guitarra y el bajo, tuve grupos de rock, y esa forma “grupal” del género siempre me gustó. Prefiero eso a ponerle mi nombre a una orquesta... Igual es personal, no sé cómo hacen ellos para hacerse cargo de todo. La verdad, no lo sé (risas).
R. G.: –Están buenas las dos cosas. Por un lado, el hacerse cargo que dice Nicolás, y por otro, la cosa grupal. A veces envidio las soluciones grupales. De hecho, mi experiencia con El Arranque fue uno de los momentos más cómodos de mi vida a nivel trabajo, porque hacía lo que quería y había una pata que se ocupaba de la producción.
M. G. C.: –En Astillero nos organizamos como una cooperativa no porque seamos comunistas (risas), sino porque es la forma que encontramos para poder sostener un proyecto por muchos años. Todos somos dueños del proyecto, por lo tanto, nadie demanda cobrar cada vez que toca. Es un ámbito propicio para desarrollar todos los fetiches compositivos, y en ese sentido funciona, también.
R. G.: –Es así, o tratar de asumir una propuesta como propia, donde vos sos el último que va a cobrar un mango. Ese es el nombre al frente, y no tiene nada que ver con el ego.
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