Sábado, 9 de agosto de 2014 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¡Qué tiempos estos, eh! Sí, estamos en tiempos en los que pasan cosas... Cosas esperadas durante décadas, como el maravilloso encuentro de Estela (y toda su familia) con su nieto, con el nieto número 114, o, podríamos decir sin temor a equivocarnos, con “su” nieto número 114.
Quizás le suene extraño, lector, pero usted y yo sabemos que es así, que ella tiene ya 114 nietos (más, si incluimos a los de su propia familia biológica), y la expectativa, de ella, de las Abuelas, de todos, de que ese número crezca, y lleguemos, finalmente, a que todos recuperen su identidad.
Y nos enteramos de que fue él, el joven, quien la buscó, quien se buscó y la encontró y se encontró. Como Estela misma lo dijo, las Abuelas se pasaron décadas buscando a sus nietos y, hermosa paradoja de la historia, ahora ellos, ya hombres y mujeres, son quienes las buscan a ellas, mientras se buscan.
Y dicen que uno de los disparadores de esta búsqueda, de este encuentro, fue un spot publicitario, en el que los jugadores de la Selección Nacional de Fútbol acompañaban a las Abuelas y decían (a los posibles nietos) que “desde hace 10 mundiales los estamos buscando”.
Otra manera, una más, de conectar y de contar la historia. De recordar lo que pasa, lo que nos pasó, de lo que salimos, de los que estamos saliendo, de lo que “Nunca más”.
Porque si nos remontamos diez mundiales, nos encontramos en 1978. En nuestro propio país, que en ese momento no era “nuestro” ni mucho menos “propio”, ya que un nefasto grupo uniformado lo había tomado por asalto, en nombre de otro grupo no tan uniformado pero igualmente nefasto. Y nos hacía creer que estábamos en el mismo país de siempre, pero no era el mismo. Era un país donde la gente no podía decir, ni hacer, casi diríamos que ni pensar lo que quería, salvo que quisiera lo mismo que ese grupo del que recientemente hablamos.
En ese Mundial, salimos “campeones”. Y no puedo dejar de recordar esa publicidad en la que aparecía Pelé, alabando “el orden y la organización” de nuestro país, y diciendo –antes de que se jueguen los partidos– “En ese sentido (el del orden) Argentina ya es campeón”.
Rara paradoja, ¿no, lector? En el aviso, en 1978, Pelé nos llamaba “campeones”, por nuestro “orden”. Diez mundiales después, Messi, en otro aviso, nos habla de la búsqueda de las Abuelas. Me animo entonces a decir que tiene razón, mucha razón, el cantito ese de “Brasil, decime qué se siente...”, al menos en su verso final. Pero no solo Diego sino también Lionel “es más grande que Pelé”. No hace falta comparar goles, gambetas, pases, nada. Con los dos avisos alcanza y sobra. ¿No, lector?
Después, el Mundial ‘82, España, en medio de la guerra. Malvinas. Quizás alguno pudiera decir, delirando “estamos ganando, estamos ganando”, pero estábamos perdiendo. En España, en Malvinas, y en cualquier lugar del país. Los uniformados seguían ahí, aunque el país que ellos querían que creyéramos se les estaba cayendo a pedazos.
Llega México, 1986... Y democracia. Democracia, Diegooooo, Diegoooo, el barrilete cósmico (Víctor Hugo dixit), los uniformados juzgados y el país saliendo de la pesadilla y festejando. Y el Plan Austral. Y las pocas expectativas. Pero los dos goles de Diego ante Inglaterra y la victoria en la final contra Alemania siguen siendo parte de nuestra historia, y de la historia de ese Mundial al que casi no llegamos (nos clasificamos con un gol agónico de Passarella de cabeza).
En el ’90, Italia, la más linda canción ¿Se acuerda, lector, qué linda? ¿Y se acuerda de los penales de Goycochea? ¿Y el gol de Cani que dejó afuera a Brasil? ¿Y de la híper y de la otra híper?
En el ‘94, un peso, un dólar; un Diego y una efedrina; nos cortaron, no sé si las piernas, pero sí las expectativas. En Francia ‘98, casi igual que el país, el 1 a 1 se venia abajo y Holanda nos hizo un gol y nos sacó.
En el 2002, sin convertibilidad, nos convirtieron pocos goles, pero alcanzaron para dejarnos afuera rápido, con esa sensación de desastre mayor que la que ya sentíamos.
Y en Alemania 2006, cuántas esperanzas. Estábamos reestructurando nuestras deudas y el libreto alemán (¿acreedor?) de los penales nos dejó afuera. La historia sigue con Sudáfrica 2010, la vuvuzela, y creo que usted se acuerda, lector. Y que también se acuerda, por lo fresquito, de este Mundial 2014, en el que casi casi casi...
Desde casi 10 mundiales, o sea, no desde el ’78, pero sí desde el ’79, el presidente de la AFA fue la misma persona. Uno que llevaba un anillo que decía “Todo pasa”. Y pasaban los gobiernos y los directores técnicos y los jugadores y las esperanzas y las frustraciones y las nuevas esperanzas. Y los elogios y las críticas y los negocios. Y... bueno, tampoco vamos a decir todo, ¿no?
Desde hace 10 días “el señor del anillo” no está entre nosotros. Elogiado y discutido y criticado (a veces por las mismas personas, e incluso simultáneamente), era quien decidía todo.
Y así como “todo pasa”, “todo sigue”.
De esto trata este suplemento. Hecho como siempre, a nuestra manera, con chistes.
Hasta la semana que viene, lector.
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