Martes, 18 de noviembre de 2014 | Hoy
MUSICA › CANCIONES SOCIALES Y LíRICAS
La cantante colombiana es una referente de la música de su país, aunque está radicada en Barcelona y vivió una década en Nueva York. Es su segunda vez en la Argentina: tocó en 2001 en Tucumán y en Buenos Aires invitada por Raúl Carnota.
Por Sergio Sánchez
“Canta, que la vida aprieta pero abraza”, entona la cantante colombiana Marta Gómez, que actualmente vive en España. Aunque a bastantes kilómetros de casa, Gómez le canta a una Latinoamérica de pie. Sus canciones reflejan esa mezcla de esperanza y armonía –salvo excepciones– que se respira por estas tierras desde hace algún tiempo. Ella nació en Girardot (Colombia) hace 36 años, vivió una década en Nueva York, donde se formó como música, y desde 2009 reside en Barcelona. Con una decena de discos editados, Marta Gómez es una de las voces más inquietantes de Latinoamérica y una de las artistas más representativas de Colombia. En el marco del Tour América 2014, la cantante y compositora presentará en Argentina su último disco, Este instante, en el que transita por los colores folklóricos latinoamericanos y por primera vez trabajó de manera conjunta con un productor. “Es una mezcla entre seguir una línea y hacer algo nuevo”, sintetiza Gómez. “Fue producido por Juan Andrés Ospina durante todo un año. Nunca había trabajado con un productor, entonces creo que se ve una diferencia con respecto a los otros discos, que los grabábamos mucho más rápido. Tiene una sonoridad diferente, es más fresco y bonito. Pero sigue en mí la misma línea temática que ya venía trabajando: canciones sociales y contenido lírico.” La cita será hoy a las 21 en el ND Teatro (Paraguay 918). Y habrá invitadas especiales: Sandra Mihanovich, Mariana Baraj y Georgina Hassan.
El salto sonoro se percibe en los delicados arreglos de cuerdas, vientos, coros y la fuerte presencia del piano. “Es un sonido que nunca había trabajado, con muchas capas. Nunca toco con piano”, explica. Entre las once canciones, se destacan la bella “Manos de mujeres”, en la que participan la española Martirio y la colombiana Andrea Echeverri, y “Una pena”, con aires de zamba argentina. En tanto, la canción “Este instante”, que da nombre al disco, es muy especial para Gómez. “Es una canción que habla del amor real, en el cual se tiene que luchar cada día, para que este instante se extienda lo más posible. Habla de la inmediatez, de poder vivir el momento. En este momento de mi vida lo estoy experimentando con mi hijo: los niños te dicen ‘ahora’ y no pueden esperar”.
–Sí, todo. Físicamente hay un cambio importante, que es el acercamiento con el dolor, que nunca había experimentado. El hecho de estar embarazada, de parir, de amamantar te conecta con un dolor animal que nunca había vivido. Me parece que desde entonces canto diferente. También la empatía con otras mujeres. Me acerqué a esa parte de ser mujer: las dudas, los miedos, todo eso que no había vivido antes. Vivía siempre muy centrada en mí: mi carrera, mi figura como cantante. Pero ahora me da miedo no saber si soy una buena madre. La maternidad me cambió a un nivel más humano. Me hizo pensar aún más en el otro.
La primera vez que Marta Gómez tocó en la Argentina fue en 2001, en plena crisis. “Fue en Tucumán, en pleno corralito”, recuerda. La persona que hizo posible esa visita fue el entrañable Raúl Carnota. “El había ido a Berklee (College of Music), la universidad donde estudié, invitado por unos músicos tucumanos, y ahí lo conocí. Nos hicimos muy amigos y una vez me invitó a tocar a La Vaca Profana. Cantó una canción y me dejó todo el concierto para mí”, se emociona Gómez. Mercedes Sosa fue otra de las artistas que le tendió una mano y la invitó a cantar. “No hay nadie como ella. Hay un dolor en su voz que en otras cantantes no hay. Ella representa a la mujer, a la coherencia política y social. Mercedes era como Spinetta en el rock: hacía todo perfecto”, elogia y considera que actualmente “los líderes” en el terreno de la canción de autor son Chile y la Argentina.
–Estoy desde 2009. Estaba muy cansada en Nueva York, aunque laboralmente estaba muy contenta. No conocía Europa, me invitaron a un festival en Barcelona y me enamoré de la ciudad. Me pareció increíble, me quedé encantada. No necesito vivir en un lugar que me dé trabajo todos los días. Sigo tocando en Nueva York, como en Barcelona y otros lados. Cualquier ciudad me da la posibilidad de viajar.
–Creo que es más fácil. Primero, porque estoy conectada con mi país a través de Internet. Y puedo elegir qué ver y qué escuchar. Además, tengo la suerte de estar en una ciudad muy ligada a Latinoamérica. A veces estamos más enterados de lo que sucede en Colombia que los mismos colombianos. La distancia te hace ser mucho más crítico. Cuando uno vive en Colombia, desarrolla mecanismos de defensa ante la pobreza, pero el hecho de vivir afuera te obliga a no naturalizar eso, a hacerlo consciente.
–Sí, lo que pasa es que ahora por la crisis hay menos festivales. Sin lugar a dudas, Latinoamérica es el referente. España tiene una tradición de Joan Manuel Serrat, Pedro Guerra, otro género de cantautor. Pero aquí (en América latina) hay cantautores con ritmos increíbles. Allá todavía está muy separada la pata musical rica, como el flamenco, con el cantautor. El cantautor sigue siendo el de su guitarra. En cambio, acá el cantautor no es Silvio, sino gente como el Negro Aguirre y Raúl Carnota.
Hace algunos meses, la colombiana lanzó a través de Internet una campaña para promover la paz entre Israel y Palestina. El proyecto, denominado Para la guerra nada, consiste en la creación colectiva de una canción: los artistas que participan de la iniciativa le agregan una frase al tema y lo liberan para que otros sumen su parte. Entre otros, pusieron su sello León Gieco, Piero, Víctor Heredia y Pedro Aznar. “Surgió por un rechazo que tengo hacia la guerra en general, pero puntualmente por los hechos recientes entre Israel y Palestina”, explica la cantante. “Es muy impactante porque es una guerra que vemos en vivo. Voy mucho a Israel, tienen un amor increíble por la música latinoamericana. Entonces, estoy muy conectada con ellos y me afectaba más esta situación. ‘¿Cómo puede hacer algo así el país que yo quiero, que me recibe de manera tan abierta?’, me pregunté. Me tomó poco tiempo darme cuenta de que era su ejército y no la gente a la que yo le canto la responsable. Pero igual era duro. Entonces, quise componer una canción sobre eso. Y pensé: ‘¡Qué diferente sería el mundo si nos dedicáramos sólo a pensar cosas bonitas y alegres!’ Quiero que sea un himno para los niños, algo fácil, casi inocente. No quería una canción que ahondara en las razones y en las excusas. Y sobre todo porque mi país está viviendo ahora un proceso muy interesante, que es la negociación de paz. Llevamos muchos años en guerra. Entonces, nos dimos cuenta de que la única forma de resolver los conflictos es hablando, no con las armas.”
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