Martes, 18 de noviembre de 2014 | Hoy
MUSICA › EL ESTRENO DE AN INDEX TO METALS, DE FAUSTO ROMITELLI
La obra que al fin podrá disfrutarse en Buenos Aires, en el ciclo de música contemporánea del San Martín, instaló una libertad formal y tímbrica inusitada.
Por Diego Fischerman
El comienzo de “Shine on you Crazy Diamond”, de Pink Floyd, es también el de An Index of Metals, una de las obras más importantes de las últimas décadas. Aparece y desaparece. Es un punto de partida que se deriva en direcciones múltiples. Pero es, también, además de un principio, una declaración de principios. Esta “video-ópera”, compuesta para una orquesta amplificada, proyección multimedia y electrónica, instala una libertad formal y tímbrica inusitada y, también, reconoce un parentesco. Una alianza.
Empezar con Pink Floyd, en todo caso, podrá ser muchas cosas, pero jamás un gesto neutro. Distorsión, juegos de luces y tres pantallas donde las imágenes se proyectan en diferentes planos son algunas de las marcas. La hipótesis de su autor, Fausto Romitelli, era que los aportes estéticos del rock de comienzos de los ’70 podían (¿debían?) ser parte de la música artística de tradición académica. La obra fue completada en 2004. Romitelli ya estaba enfermo de cáncer. Y ese mismo año, muy poco después, murió. Acababa de cumplir 41 años. An Index of Metals será estrenada en la Argentina hoy a las 20.30, en la Sala Casacuberta del San Martín y como parte del ciclo de conciertos de música contemporánea. Participará como solista la gran cantante francesa Donatienne Michel-Dansac y, junto a ella, los ensambles Sonorama y Nunterpe. Y la dirección será de Santiago Santero.
Alumno de Franco Donatoni en la Accademia Chigiana de Siena y luego en la de París de Gérard Grisey, Romitelli fue compositor residente, entre 1993 y 1995, en el célebre Ircam (Institut de Recherche et Coordination Acoustique/Musique) fundado por Pierre Boulez. “La vanguardia musical de posguerra hizo tabla rasa con el pasado y elaboró nuevas categorías de pensamiento”, escribía en un artículo titulado “El compositor como un virus”. “Desde el estructuralismo post-weberniano hasta la música espectral, las generaciones que nos han precedido han estado obsesionadas por el deseo exasperado de reorganización total. Por el contrario, la nueva generación no ha inventado nuevos sistemas lingüísticos, pero ha intentado reencontrar una eficacia perceptiva y un impacto de comunicación fuerte y nueva. La herencia de la vanguardia ha sido tamizada. En algunos aspectos ha sido integrada en nuestro trabajo y en otros, rechazada. Ciertos principios de escritura se han convertido en patrimonio de nuevas generaciones, mientras que otros han sido abandonados. La grilla de selección no ha sido ideológica, sino musical; los dogmas sobre la pureza y la neutralidad del material musical, indispensables en una mitología de la abstracción y del formalismo, han colapsado.”
En ese mismo texto, Romitelli recomendaba: “Los compositores deben salir de sus pretendidas torres de marfil (de los guetos, en realidad) y confrontarse con el panorama mediático y con sus técnicas de comunicación”. An Index of metals, que ganó el premio Franco Abbiati en 2004, cuenta con diseño visual de Paolo Pachini y Leonardo Romoli y, según el primero de ellos, “habla de la materia incandescente, a la vez sonora y luminosa, de un magma de sonidos, y lo hace de una forma abstracta y violenta, mezclando la música espectral con la distorsión del rock y el tecno. Romitelli miraba hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo. Todo ello articulado en torno de un texto –no un libreto– de la escritora ítalo-croata Kenka Lekovich, que cuenta fragmentariamente la historia de una heroína que se hunde en la materia hasta llegar a una crucifixión o desintegración metálica”. El objetivo, decía Romitelli, era sacar a la ópera de su forma y de los hábitos de circulación estandarizados y “llevarla a una experiencia de percepción total, sumiendo al espectador en una materia incandescente que es a la vez luminosa y sonora, un magma de sonidos que no fluye con narrativa, sino con hipnosis, posesión y trance”. Además de los sampleos de Pink Floyd, la obra incluye intermedios electrónicos compuestos por el dúo experimental finlandés Pan Sonic. “Tanto por fuera de la vanguardia como de los circuitos comerciales –escribía el compositor–, existe un universo de experimentación musical que, desde los años ’60 hasta nuestros días, en el dominio del rock o del tecno, ha intentado furiosamente, pero sin dogmas, nuevas soluciones sonoras, logrando a veces con éxito conjugar la riqueza sobre el sonido y la modulación de ruido y un gran impacto perceptivo. La revolución musical de los próximos años no vendrá quizá de la música escrita ni de los compositores cultivados, sino de la locura anónima de los jóvenes que poseen hoy en día una computadora con la cual muestrear y tratar el sonido; justamente porque ellos no tienen pretensiones artísticas, es que desarrollan un nuevo saber artesanal, una nueva sensibilidad y posiblemente, el día de mañana, una nueva música.”
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