MUSICA › VIUDA E HIJAS DE ROQUE ENROLL PRESENTAN PERLAS Y DIAMANTES EN EL GRAN REX
El show de esta noche significará el retorno a los escenarios del grupo femenino que le aportó color, desenfado e ironía al rock argentino de los ’80. “Es increíble cómo las canciones se quedaron en el disco rígido del cerebro”, afirman sus integrantes.
› Por María Zentner
Era un día de mediados de los ’80. Las cuatro Viuda e Hijas de Roque Enroll viajaban en barco a Punta del Este. De repente, se acerca una chica y le espeta en la cara a María Gabriela Epumer que su novio anda con otra mina. En el barco, camino al descanso, al relax. No había manera de averiguar si el dato era verdadero hasta no volver a Buenos Aires. Mavi Díaz, Claudia Ruffina-tti y Claudia Sinesi recuerdan así la génesis de “Me dijeron que te diga”, tema que formó parte de Ciudad Catrúnica, segundo álbum de la banda. Cada una de las canciones de Viuda e Hijas parece tener su anécdota. Casi todas parten de una premisa: reírse de ellas mismas. De la adversidad. Durante la entrevista con Página/12, Díaz, Ruffinatti y Sinesi actúan en bloque, en equipo. Se completan las frases mutuamente, hablan a tres voces. La química entre ellas parece intacta. Con este espíritu –y con Perlas y diamantes, el nuevo disco, bajo el brazo–, las Viuda e Hijas de Roque Enroll se preparan para volver a presentarse en vivo, después de casi veinte años, hoy a las 21 en el Teatro Gran Rex (Corrientes 857). Momento difícil y emotivo que fueron postergando hasta sentirse en condiciones, ya que la muerte de Epumer, en junio de 2003, parecía haber borrado cualquier posibilidad de retorno. “Nosotras nos resistíamos, sencillamente, porque pensábamos que era imposible hacerlo sin María Gabriela”, reconoce Díaz. Hoy hablan de “indicios”, de “planetas alineados”, de “señales”, de “varitas mágicas” que las alentaron para que esta vuelta se produjera. Pero, sobre todo, de María Gabriela: “Sé que ella está totalmente de acuerdo y apoyando este regreso –asegura Ruffinatti–. Por eso estamos acá”.
–¿Siguen divirtiéndose igual que en los ’80?
Claudia Ruffinatti: –¡Pero claro! Eso es lo que a nosotras nos alimenta, nos motiva, nos inspira.
Claudia Sinesi: –Es increíble cómo las canciones se quedaron en el disco rígido del cerebro. Están ahí. Al volver a cantarlas, nos reímos como la primera vez.
Mavi Díaz: –Los músicos que tocan con nosotras nos miran y no lo pueden creer. Nos cuesta terminar los temas porque en el medio nos empezamos a cagar de risa. Hay veces que tenemos que explicarles algunas palabras que aparecen porque no las reconocen. Porque, claro, son jóvenes... Somos como una especie de Canal Encuentro para ellos.
–Entran en “estado Viudas”...
M. D.: –Sí, pero es un estado que no nos pega sólo a nosotras. Le pasa al público, también. Hay algo que creemos que tiene que ver como con una máquina del tiempo, que te lleva a ese lugar de la alegría, que entrañablemente guardás, que te acompañó en tu crecimiento. La gente nos permite ver eso: aunque no se dé cuenta, está ahí. Es parte del show.
C. S.: –Con las que más lo notamos es con personas que son serias en la vida real. Parecería que se transforman cuando estamos tocando. Es algo que a nosotras nos emociona porque es lo primero que advertimos. Y es como una demostración de amor.
–En Perlas y diamantes, las nuevas versiones de los temas viejos suenan más estilizadas que las originales, ¿las Viuda e Hijas maduraron?
M. D.: –En el disco nuevo, lo que quisimos fue mantener cosas fundamentales, como el tempo o el beat. Eso no lo podíamos tocar, porque cualquier modificación ahí... pierde, ya no baila. Pero sí que trabajamos con los sonidos de ahora. Creo que la madurez a la que te referís es una síntesis de toda esa experiencia musical que fuimos adquiriendo a lo largo de los años con nuestros proyectos. Siempre fuimos muy poperas, pero esto es como un “Viudas Reloaded”.
C. R.: –La intención era que los que conocieron los temas hace treinta años los reconocieran hoy pero, a la vez, que no sonaran viejos. Nos aggiornamos. Les sacamos lo que entendíamos que les sobraba.
–En su momento, las letras de Viudas podían ser leídas ingenua o irónicamente. ¿Cómo mantienen ese rasgo treinta años después?
C. R.: –Siempre decimos que tienen varias lecturas. Cada uno entiende lo que quiere o lo que está maduramente en condiciones.
M. D.: –Tenemos una forma de decir que no es agresiva, ni tirabombas ni chabacana. Las canciones de las Viudas tienen capas. Te entran por el colorido, la alegría, la música, el ritmo y, después, según vas escuchando, podés ir dándole los diferentes significados. Nosotras, en los ’80, hablábamos de la transexualidad, de las siliconas, del divorcio, de la hipocresía, de la Iglesia, de los adolescentes. Tocábamos temas que, de un modo u otro, siempre están vigentes. Si las canciones de un artista quedan en el recuerdo de tres generaciones, con la sobreinformación que hay hoy en día, es porque algo tienen que haber tocado en la vida de las personas, que las han hecho suyas. Cuando una canción es el soundtrack de un momento determinado de tu vida, cuando la asociás con la emoción, ahí es cuando trasciende. Cuando pasa a ser parte de la vida de otro, pasa a ser una huella digital. Las buenas canciones hacen eso: nos llevan a lugares.
C. R.: –Y entonces dejan de ser del artista.
–La estética siempre fue muy relevante en su propuesta y estaba muy en contacto con los ’80. ¿Es posible mantener una imagen posmoderna en 2014?
M. D.: –Para nosotras, siempre fue importante expresarnos a través de la estética. Es todo un combo. Respecto de ser posmodernas, creo que se puede ser fiel a una estética innovadora en todo momento de la vida. Por supuesto, una va adaptándose a lo que le queda mejor.
C. S.: –En este grupo no se puede dejar de hablar de la imagen. Siempre existe el “¿qué me pongo?” y siempre terminamos solucionándolo bien.
–Ustedes hablan de temas de chicas, clichés femeninos, y se ríen (¿se burlan?) de muchos de ellos. ¿Se consideran feministas?
M. D.: –No, nos consideramos muy femeninas. Somos bastante machistas, de hecho. Nos gusta el caballero. Nos gusta tener privilegios como mujeres, nos gusta ser tratadas como chicas. No como objetos, sino como mujeres. Y, sobre todo, nos gusta mucho reírnos de nosotras mismas. Nunca fuimos de mostrar las tetas, el culo, tener todo apretado. Nunca nos pareció que lo explícito fuera rico. No buscamos nunca el canon estético de la belleza sexy, potra, nunca fuimos por ahí. Era otro tipo de búsqueda, otra manera de romper. Y tenía mucho que ver con el momento en que nos tocó vivir. Nosotras pasamos del blanco y negro al color. En la Argentina no había bandas que tuvieran puesta en escena, que se preocuparan por tener escenografía, puesta de luces, decoración, pilcha. Eso era vedado. Parecía que, si hacías eso, eras superficial, que no le dabas bola a la música. Para nosotras no era sólo la estética, era ir en contra de un montón de prejuicios. En ese momento, la estética por sí misma era un poco subversiva. La alegría era subversiva. Nosotras queríamos romper con todo eso. No querías gustarle a la gente, querías provocarla. En eso hay una provocación femenina, no feminista. Feminista es, quizá, esconder el atributo en pos de la igualdad. Nosotras no queríamos ser iguales, queríamos ser bien distintas.
C. R.: –A mí, la palabra “feminista” no me gusta. Nos preguntaban mucho en los ’80 sobre el feminismo porque ahí sí que era rompedor. No la actitud a nivel musical, pero ya la ejecución de instrumentos que eran para los hombres, el bajo, la guitarra eléctrica...
M. V.: –Lo éramos, si se quiere asociar con una cosa contestataria, contra el establishment social, pero no era una prédica. Nuestra prédica siempre es la alegría. Y reírnos mucho de nosotras mismas.
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