Sábado, 20 de diciembre de 2014 | Hoy
MUSICA › MARíA JOSé MENTANA Y CIEN TROILOS, SU HOMENAJE AL LEGENDARIO BANDONEONISTA
En el disco, quien fue “cantante de planta” de Grandes Valores del Tango se cruza con varios referentes del género, que prestan sus dotes musicales pero también aportan anécdotas y vivencias.
Por Cristian Vitale
“Lo vinieron a abrazar Armando y Liberti, ¡los dos!”, evoca Atilio Stampone sobre un Boca-River que compartieron en los ’60, cuando los nombrados presidían cada club. Leopoldo Federico lo piensa como una guía para todos los bandoneonistas de su generación: “Hasta Piazzolla lo admiraba”, asegura. Horacio Ferrer lo recuerda como su máximo ídolo. Ernesto Baffa va hasta 1956 para revivir la primera noche que tocó con él, en el Marabú. Litto Nebbia, hasta el baile de carnaval que los cruzó una noche ¡y nadie se miró!... eran tiempos de tangos versus rock, y Raúl Garello, hasta los pormenores de un ensayo entre él, Cátulo Castillo y el homenajeado: Aníbal “Pichuco” Troilo, claro. “Quería homenajearlo no solamente desde su obra musical, sino también desde el testimonio, las anécdotas de músicos y amigos. Cuando les llevé el disco se emocionaron todos. Jamás hubiese imaginado tener un disco semejante. Lo viví desde las entrañas”, dice la promotora de todo esto: María José Mentana. “Cuando los maestros hablaban de Troilo pasaban a ser humildísimos músicos hablando de su amigo. Ese es el sabor que tengo de la vida de estos tipos. Y eso es lo que transmitieron. Son nuestro valor, nuestros músicos referentes”, sigue. Los testimonios de Stampone, Federico, Ferrer, Baffa, Nebbia y Garello –que tienen su correlato en músicas– ofician como nexo entre pieza y pieza en el homenaje a Troilo que la “nena mimada” de los maestros hizo real a través del disco Cien Troilos. “No pensé en mí como cantante, pensé que tenía que acoplarme a lo que ellos querían hacer para homenajear a su Gordo. Y me fui plegando a cada una de sus formas”, cuenta la cantora. Y alguna lágrima que se le pianta, que le corre el rímel.
Cien Troilos es una especie de summum que incluye las palabras de estos maestros que orbitaron muy cerca de uno de los grandes planetas del tango y nueves piezas musicales que interpretan: Stampone (más Carlos Buono), hacen “Una canción”; Federico, junto al guitarrista Hugo Rivas, el maravilloso “Romance de barrio”; Baffa despunta el vicio a través de “Sur”; Nebbia hace “Garúa” y “Toda mi vida”; Garello, “Y a mí qué”; Osvaldo Berlingieri sublimó sus palabras en la inoxidable “María”. Todas bajo la clara voz de la anfitriona. “Las anécdotas y los temas de Troilo, con toda la espontaneidad y la emotividad que conllevan, dieron estos distintos momentos, estos climas que se sienten ahí. Muchas delicadezas en pos de Pichuco, de todo lo que encerró, son la síntesis. Tener a todos juntos es un tesoro para mí, porque doy otra vez con la idea que el Gordo fue y seguirá siendo un inspirador de talento, de cariño, de creatividad y sensibilidad. Es, como dice Garello, el músico del encuentro”, testimonia María José, que creció rodeada por todos ellos.
Los conoció cuando, entre los 13 y los 35 años, fue la “cantante de planta” de Grandes Valores del Tango, por donde pasaron todos los maestros. Y los siguió frecuentando, porque siguió frecuentando el tango a través de numerosas giras, como voz de Osvaldo Piro, Néstor Marconi, Mariano Mores, Juanjo Domínguez o el Sexteto Mayor. O a través del antecesor de Cien Troilos (Por amor a Buenos Aires, 2008), que cosechó buenas críticas. “También canto folklore argentino, jazz, chanson francesa o joropos venezolanos, pero el tango es mi identidad, yo me descubro en el tango. Estoy desde chica con él y nunca me pasó de cansarme o darme vuelta. Al contrario, el tango me fue nutriendo cada vez más y cada vez más fui incorporando más a los autores de peso. No podría dejar de cantar a Manzi, a Cadícamo, a Eladia, a Homero, a Celedonio, a Cátulo, a Discépolo. Recuerdo que mis viejos escuchaban música española o folklore, y cuando le dije a mi viejo que quería cantar tango me miró como diciendo ¿y de dónde lo sacaste?... bueno, ni yo lo sé muy bien”, se ríe Mentana. “Lo cierto es que empezó como un juego y se transformó en mi modo de vivir”, insiste, con la garganta un poco quebrada. “Cuando vino Baffa y me dijo ‘Pero si eras una mocosa, ¿cómo no vamos a estar en el disco? ¿cómo se te ocurre que no?’, fue algo hermoso y la verdad es que, pese a que no lo conocí, porque partió cuando yo era muy chica, tengo que agradecerle mucho a Pichuco. Sin querer, me ha dado este enorme premio como intérprete, por el homenaje en sí y por la presencia de sus grandes amigos.”
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