Miércoles, 21 de enero de 2015 | Hoy
MUSICA › BRIAN CHAMBOULEYRON ADELANTA REPERTORIO FLAMANTE LOS PRóXIMOS DOS SáBADOS EN BEBOP
Mientras graba el sucesor de Canciones al oído, al que define como su “regreso a las fuentes”, el cantor muestra sus versiones de canciones de Carlos Gardel y Víctor Jara. “Cada tema nuevo me presenta un cierto desafío expresivo”, explica.
Por Cristian Vitale
Brian Chambouleyron no tiene disco nuevo, pero sí temas. Varios y variados. Canciones que acuerdan con su prosapia de inquieto y viajero juglar criollo. Uno que grabó Carlos Gardel (“Perfume de mujer”) y que él, en su traducción personal, claro, considera un eslabón perdido entre el rock y el tango. Otro que también grabó el Zorzal, pero no tiene nada que ver con tal eslabón, sino más bien con el fado (“Portuguesa”), y uno que le remonta el alma a su infancia de exilio político: “Manifiesto”, de Víctor Jara. “Cada tema nuevo me presenta un cierto desafío expresivo y sin querer voy recreando diferentes modos de plantarme en la interpretación. A la hora del vivo, además, siempre saco de la galera muchos temas de mi repertorio clásico que, a esta altura, no sé cómo recuerdo”, se ríe este cantautor, guitarrista y actor francoargentino, que está a punto de mostrar sus novedades los últimos dos sábados de enero (24 y 31), a las 21, en Bebop Club (Moreno 364). “No tenía pensado tocar en Buenos Aires este verano, pero el espacio me cambió la idea, porque es un café concert con todas las de la ley”, sostiene Chambouleyron.
–¿El lugar “natural” para un juglar criollo, dice usted?
–Tal vez, porque hoy más que nunca estoy en un momento de particular enamoramiento con la expresión criolla y de mucho trabajo con el instrumento solista. Me siento muy cómodo en ese tipo de escenarios, manejo los tiempos de mi inspiración o de mi locura... El timing, como le dicen en criollo (risas). A ver, cuando estás trabajando con otros músicos, la mejor opción es guionar mucho lo que va ocurrir, pero para mí es algo que atenta contra el estar presente en el aquí y en el ahora, ingrediente básico en mi manera de concebir el vivo, para que los conciertos sean vibrantes. Por supuesto, hay artistas que manejan muy bien esta manera de presentarse, y los admiro, pero a mí no me pasa, realmente. Nunca sé qué va a suceder en una función en cuanto al repertorio.
Sí sabe lo que le pasó. Veinte años de trayectoria, con conciertos varios en festivales varios (el Auditorium all Parco, Roma; el de la Feria del Libro de La Habana; el Toulouse D’eté, Toulouse; el Desert Song Festival of Tucson, de Estados Unidos; o el Montreal en Lumière, de Canadá). La suya es una vida de trotamundos: nació en Francia, vivió en Buenos Aires un rato, se exilió en México por razones político-paternas, y volvió a radicarse en Buenos Aires, donde fue parte de la “generación tanguera del ’90”, que lo mantuvo orbitando cerca de Lidia Borda, Ariel Ardit, El Arranque o La Chicana. Y cinco discos solista, todos publicados en este siglo: Chambouleyron le canta a Gardel, Voz y guitarra, Tracción a sangre, Figuración de Gabino Bettinoti y Canciones al oído, el último a la fecha. “Estoy grabando el sexto en este momento y calculo que estará listo para marzo o abril”, informa.
–¿Continuidades y rupturas respecto de Canciones al oído?
–Es un disco con un sesgo menos internacional, más criollo, un disco de regreso a las fuentes, que se va armando en el estudio de grabación y con base en la experiencia en vivo. Tiene un carácter vivo, digamos.
Canciones al oído salió en el 2012, y definitivamente ha corrido mucha agua bajo el puente. Tengo repertorio nuevo del que ya hablé, que he probado en vivo, pero que no está grabado. Hacia allí voy, entonces...
–¿Sigue teniendo la misma connotación su definición del formato “juglar criollo” o ha asumido otras con el paso del tiempo?
–Quizás en sus comienzos era más una declaración de principios, una elección estética a conciencia, con perspectiva histórica y con un sentido político. Creo que ahora se ha hecho realidad, carne, y puedo transitar libremente, y sentirme universal en mi criollismo, o criollizar un tema extranjero, o ser un criollo disfrazado de Frank Sinatra, no importa. Apelar al criollismo no es mero marketing ni timorata autolimitación, es algo concreto que está presente en la forma de mi laringe, en mis floreos, en mi pulgar incisivo al modo andaluz, en la elección de mi repertorio donde siempre está presente el sentido de comunión, de acto comunicativo con mis pares, habitantes de este planeta criollo en el que elijo vivir y cultivar su jardín. Pero ojo que, quizás en el fondo, lo que llamo criollismo no es más que chambouleyronismo (risas).
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