Martes, 3 de febrero de 2015 | Hoy
MUSICA › CARLOS CASELLA CELEBRA LOS CINCO AñOS DE BABOOSHKA EN LA TRASTIENDA
Aunque se hizo conocido como bailarín en El Descueve, siempre cantó temas de mujeres. Cuando le propusieron hacer un espectáculo, se decidió por ese repertorio, arreglado por Alejandro Terán. Este año, además, Casella publicará un disco con canciones propias.
Por María Daniela Yaccar
Cantó siempre. De hecho, su primera experiencia artística fue al frente de una banda de rock llamada Modelo Blanco. A fines de los ’80, sin embargo, otra pasión se le cruzó en el camino. Fue cuando comenzó a seguir los pasos de su amiga Ana Frenkel... y lo capturó la danza. Desde 1989, su nombre aparece ligado a otro: El Descueve, grupo de danza teatro que, por aquel entonces, sacudió la escena. Es decir que Carlos Casella es bailarín, coreógrafo, actor y también cantante (y futuro aprendiz de guitarra). Babooshka, el espectáculo en el que homenajea a artistas femeninas de los estilos más diversos –desde Lía Crucet hasta Kate Bush– cumple cinco años y el aniversario se celebrará en La Trastienda.
“Después de bailar tantos años sentí la necesidad de instalarme más en la música”, cuenta Casella a Página/12. Hace tres años que no da clases de danza, y la última vez que bailó en un escenario fue hace dos, en el Centro Cultural Rojas y en el Portón de Sánchez. “Ahora tengo la necesidad de volver a usar el cuerpo de una manera distinta. Mi cuerpo es otro que el de hace años atrás, y está más amalgamado y entremezclado con el cantante. Tengo 47 años y bailar siempre está abrochado a tus edades. El cuerpo va cambiando mucho en cuanto a posibilidades y habilidades: algunas se pierden, otras se profundizan”, reflexiona. Con Babooshka se presentará los viernes de febrero, a las 21, en Balcarce 460. La dirección musical está a cargo de Alejandro Terán, quien también hizo los arreglos y toca la viola y el clarinete.
Acompañado, además, por Pedro Onetto (piano), Nicolás Rainone (contrabajo), Facundo Flores (batería) y Manu Shaller (electrónicos y teremin), Casella entona los temas de un puñado de mujeres que, dice, son referencia en su “bagaje cultural”, su “resonador interno”. El repertorio es una oda a la amplitud: Björk, Libertad Lamarque, Omara Portuondo, Lía Crucet, Mina, Rita Pavone, Gloria Trevi, entre otras, son sus elegidas. “No existe canción fea: existen, en todo caso, maneras de hacerla”, sentencia. Lo novedoso es que, en esta oportunidad, luego de presentar el espectáculo en distintos espacios (como el Maipo Kabaret, Boris Club de Jazz y Café Vinilo), Casella dará una pequeña muestra de otro proyecto que baraja: algunos temas propios, que aparecerán en un CD, posiblemente a mitad de año. Griselda Siciliani y Alejandra Radano, además de músicos célebres que opta por no mencionar, también lo acompañarán en el escenario en las distintas fechas.
–Mi recorte como músico y cantante. Más allá de las intervenciones que hice anteriormente, en espectáculos de El Descueve o en invitaciones muy espaciadas, me permitió ponerme al frente de una banda en un concierto en vivo y empezar a seleccionar mi repertorio, los universos musicales que quiero tocar, encontrarme con mi estética musical. Edité un disco con las canciones de estas mujeres, lo cual es bastante trascendental, innovador, en todo mi proceso (Canciones de mujer). Babooshka evolucionó en estos cinco años. Se asentó, nos amalgamamos con los músicos; entonces el espectáculo, la verdad, subió a un lugar bastante alto expresivamente. El repertorio es más o menos el mismo, la manera de hacerlo cambió, y también mi relación con el público.
–Apareció como primera expresión. La música siempre estuvo presente cuando era niño, jugaba mucho a cantar. Cuando terminé el secundario, a los 18, tenía una banda de rock. Duró dos años. Con Modelo Blanco estábamos en el circuito alternativo de fines de los ’80. Después, atraído por lo que hacía mi amiga Ana Frenkel, me empecé a enfocar en la danza. Fue una especie de desvío que me captó finalmente por veinte años. Mis trabajos como coreógrafo y bailarín me hicieron relativamente conocido. Y siempre mi trabajo coreográfico estuvo teñido por la intención de cantar, de hacer música en vivo y de utilizar canciones, de seleccionar mundos musicales.
–El canto es una necesidad física y una herramienta que me permite un canal catártico. Eso que dice sobre las palabras es algo que empecé a sentir en los últimos tres años. Más allá del uso de la voz, entendí que agarrar canciones que ya están hechas, que tienen su vida propia, es una forma interesante de contar cosas propias, de subirme a esas historias. Me atrae muchísimo mover las canciones, porque están ancladas en diferentes estéticas. Puedo hacer un tema de Crucet y llevarlo a un lugar distinto de la emoción.
–Hacía un par de años que venía cantando, haciéndome el vivo en el Faena Hotel, que tenía un par de espacios, una suerte de cabaret y un ámbito que se llamaba “living”. Histeriqueé ahí, en un ambiente cerrado, en el que no se publicita lo que pasa. Venía experimentando hasta que me llamaron del Konex para programar algo nuevo. Les dije que no tenía un espectáculo de danza, pero que tenía ganas de hacer un concierto. Les pareció buena la idea y armaron un ciclo que se llamó “Actores en banda”, del que también participaron Mike Amigorena y Alejandro Tantanian. Era por dos meses, pero los músicos quisieron seguir haciendo el concierto y yo también, y me empezaron a llamar de distintos lugares para programarlo.
–Canto canciones de mujeres desde siempre. En varios espectáculos de El Descueve hacía alguna versión que otra de alguna cantante femenina. Incluso en Sucio, un espectáculo que hice en 2006, hacía una versión de Whitney Houston y otra de La Lupe. A la hora de armar un repertorio, me iluminé de una tendencia que sucedía sola. Reflexionando, me di cuenta de que también es poner en claro quiénes son mis referentes culturales. Es un modo de homenajearlas y de que me den la posibilidad de jugar teatralmente.
–La línea fundamental que las une es la dirección musical de Terán, famoso arreglador del rock argentino. Tuve la suerte de que le gustara la idea. Eligió los músicos y los llevó a un lugar para que canciones de universos distintos pudieran formar parte de una pieza coherente. Luego las ordenó de tal manera que yo pueda ir de negro a blanco, de vestido a desnudo, de hombre a mujer... Hacer un tránsito entre dos extremos. Paso por todos los temas como si el show fuera una cebolla a la que le voy sacando capas para llegar al núcleo de la cuestión.
–Sí. Voy a presentar tres temas de un disco que editaré, posiblemente, a mitad de año. Se llamará Cuchillito. Dentro del espectáculo, estas canciones son una célula autónoma. Son temas que construí para situaciones específicas, como muestras de arte u obras de teatro. Finalmente, terminaron en canciones. Hablan de cosas distintas, aunque están abrochadas al amor, tienen un estado de ánimo romántico. Pero no siempre hablo de cosas personales. O hay sensaciones mías a las que les doy una forma robada, ajena, imaginando a otra persona.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.