MUSICA › THE SONICS VOLVIO A GRABAR DESPUES DE CASI CINCUENTA AÑOS
La banda acaba de publicar This is The Sonics, donde recupera ese sonido crudo que la convirtió en referencia del garage rock de los ’60, e influencia para Nirvana y Bruce Springsteen. “Queremos recuperar el tiempo perdido”, afirma el saxofonista Rob Lind.
› Por Roque Casciero
La escena bien podría ser de una de esas películas de época en las que la chica lleva faldas largas y una camisa ajustada que resalta el corpiño armadísimo, y se sonroja porque el muchacho le sonríe guiñándole un ojo, mientras acomoda su campera de cuero. Tras algunos coqueteos galantes, ella cae rendida ante la cancha del pibe y salen a bailar. Entonces, la cámara apunta a la banda, justo cuando el cantante pega un alarido que hace estallar los raquíticos parlantes. Bueno, la película no existe, pero la banda sí. Y no sólo volvió a la vida después de más de tres décadas
inactiva, sino que acaba de publicar un disco que oficia como máquina del tiempo descompuesta: después de la primera escucha, nadie sabe ya si esto es el pasado, el presente o el futuro. La banda se llama The Sonics, es una de las más reconocibles del garage rock original (aunque la etiqueta llegó mucho después) y su flamante disco es This is The Sonics.
La historia de este quinteto al que reconocieron como influencia desde Nirvana hasta Bruce Springsteen comenzó en Tacoma, en el estado de Washington, a comienzos de los ’60, con la informalidad de cualquier bandita de amigos adolescentes (al punto de que al comienzo la madre del guitarrista tocaba el bajo en los ensayos). Cuando la formación se estableció con Gerry Roslie en voz y teclados, Rob Lind en saxo, Larry Parypa en guitarra, Andy Parypa en bajo y Bob Bennett en batería, se produjo una extraña y única combustión: cualquier tema que cayera en las manos de esos muchachos se convertía en un furioso rock and roll. “Nosotros vivíamos entre dos ciudades, Tacoma y Seattle”, recuerda Lind a través del teléfono. “Seattle es una metrópoli, una gran ciudad, mientras que Tacoma es una ciudad costera, de clase trabajadora... Es como la diferencia entre Liverpool y Londres. Y nosotros éramos de Tacoma, chicos de clase trabajadora, y sólo queríamos tocar fuerte. Larry, nuestro guitarrista, toca bien sucio, y yo traté de hacer lo mismo en el saxo. Así es como avanzamos. Y ahora no hago nada diferente.”
–¿Por qué en Tacoma querían tocar fuerte y sucio?
–Amábamos a Little Richard y a Jerry Lee Lewis, a cualquiera que tocara duro. Rockeábamos los temas de Freddie King, un gran guitarrista de rhythm’n’blues. A mí me gusta John Coltrane, pero yo no era lo suficientemente bueno... Incluso tratamos de hacer una canción de jazz, pero nos salió rockera: ¡todo lo que tocábamos lo convertíamos en rock!
–¿Pero era a propósito o les salía así?
–Un poco de ambas cosas. Tocábamos así a propósito, sentíamos que el jazz y el swing eran débiles. No quiero menospreciar a nadie, eran músicos fabulosos, pero allá en Tacoma nos parecía que sonaba débil y nosotros queríamos rockear. Bob Bennett, nuestro baterista, le pegaba muy duro, Larry y yo tocábamos bien sucio, y Jerry aporreaba el piano y gritaba: así es como tocábamos, pero también era lo que queríamos hacer.
Con esa actitud, The Sonics despachaba tres sets por noche en bailes de secundaria y centros comerciales, hasta que ver a otros grupos de la zona hizo que pensaran en grabar. “Creíamos que las bandas que tenían un disco eran famosas. Y la razón por la que hicimos (el simple de) ‘The Witch’ fue porque tocábamos por 500 dólares y pensamos que si grabábamos íbamos a ser famosos y a poder cobrar más. Sí, hicimos esa canción porque pensábamos en ganar más dinero.” Y fue exactamente lo que pasó: cuando las radios comenzaron a pasar el redondel de 7 pulgadas de plástico, cada vez más público empezó a ir a las presentaciones de esos cinco protopunks. “Los de la compañía nos dijeron: ‘Mañana entran al estudio, necesitamos otra canción’. Así que una noche terminamos de tocar, trabajamos un poco en el riff y en los cortes de ritmo de ‘Psycho’, y Gerry nos dijo: ‘Ok, mañana nos encontramos en el estudio y llevo una letra’. ¡E hizo eso!”, se maravilla todavía Lind.
Con la misma urgencia llegó el primer álbum, Here are The Sonics, que hoy hace babear a cualquiera con amor por el rock de garage. Lo cuenta Lind: “La compañía nos dijo ‘Queremos que hagan un álbum’. Y no- sotros éramos unos chicos, estábamos felices, y preguntamos: ‘¿Cuándo lo hacemos? y nos contestaron ‘Mañana’ (risas). Así que muchas de las canciones que grabamos en ese primer disco eran las que tocábamos cada noche. Encima, como no había presupuesto nos ponían a grabar en horarios baratos, tipo las 6 de la mañana. Nos mirábamos y decíamos ‘¿Qué tocamos ahora?’ Y alguien decía
Hagamos ‘Have love, will travel’, porque era una canción que tocábamos cada noche. Ese tema lo grabamos en una toma y probablemente sea el más exitoso que tuvimos: aparece en avisos en todo el mundo, en películas... Cuando terminábamos una toma, los del sello nos decían ‘Bien, sigamos adelante’. Así es como salió el primer disco”.
Un año después, en 1966, el quinteto grabó The Sonics Boom, y en el ‘67, Introducing The Sonics, antes de que sus integrantes simplemente se desbandaran. “Siempre escucho historias de bandas que se pelean y se odian, pero no fue nuestro caso”, continúa Lind. “Medio que todo pasó al mismo tiempo: Gerry se fue, tocamos sin él durante un tiempo, pero yo tuve que irme a la guerra de Vietnam y Larry se metió en el negocio de seguros... Fue como si la adultez hubiera empezado a mostrar su desagradable cabeza (risas). Pero no, no nos tirábamos tomates unos a otros, medio que pasó y eso fue todo.”
–Usted fue piloto naval durante la guerra de Vietnam. ¿No sentía una contradicción entre eso y el hecho de ser músico? Porque para entonces ya existía todo un movimiento pacifista ligado al rock.
–No, en realidad no. En primer lugar, yo no era parte del movimiento contra la guerra, no era hippie ni nada de eso. La razón por la que me convertí en piloto en portaaviones fue porque antes de terminar la universidad me reclutaron. Si no ibas una cierta cantidad de tiempo a clases, te reclutaban. Y eso me pasó a mí: paré durante un semestre para trabajar en la costa y hacer más dinero hasta volver a la universidad, y con eso me agarraron. No pude evitar que me reclutaran, pero hablé con los reclutadores y me dijeron que ellos querían que yo me recibiera. Si pasaba un examen, me ofrecieron, quizá podía ir a la escuela de oficiales y aprender a volar jets, pero que mientras tanto terminara la universidad. Era una gran oferta, lo mejor que podía pasarme, así que eso hice. Y fui piloto naval durante veintisiete años. Luego volé en líneas comerciales durante mucho tiempo.
–¿Todavía vuela?
–No, desafortunadamente. Mi esposa Suzzanne es capitán de aerolínea, así que ella es la que vuela ahora. Cuando vuelve y me dice cómo le fue con el vuelo me pongo muy celoso. Pero sí, ella es la que vuela y yo el que toca rock and roll... ¡Tampoco está tan mal!
Aunque hubo algunas reuniones esporádicas y algún disco con el nombre de la banda, más vale desechar todo eso y setear los números del Delorean en noviembre de 2007. Porque fue entonces cuando Lind, Gerry Roslie y Larry Parypa volvieron a presentarse como The Sonics en un festival en Brooklyn. “Hacía como tres años que nos ofrecían tocar y siempre les decíamos que ya no éramos una banda, pero el promotor insistió tanto que dijimos ‘Bueno, por qué no nos juntamos los tres y vemos si podemos tocar juntos otra vez, a ver qué pasa’. Hicimos eso y empezó a sonar bien, pero hicimos un pacto para no arruinar la reputación de los Sonics. ‘No hagamos el ridículo, no demos lástima’, nos dijimos. ‘Si no podemos hacerlo bien, no lo hagamos’. Hasta tres semanas antes no le contestábamos al promotor, que estaba desesperado porque tenía que hacer promoción, hasta que finalmente dijimos que sí. Fue increíble: dos shows sold out seguidos. Y cuando volvimos al camarín, respiramos aliviados y nos dijimos: ‘Bueno, parece que somos los Sonics otra vez’. Una semana después nos llamaron para que tocáramos en Londres y desde entonces hacemos dos giras europeas por año, además del lejano Oriente. ¡Y acabamos de volver de Brasil!.”
–Dejaron pasar mucho tiempo...
–¡Ya lo creo! Y medio que nos mirábamos y decíamos: “¡Dios mío, esto es muy divertido! ¿Y encima nos van a pagar?” (risas). Lo más loco es que si el promotor no hubiese insistido, probablemente no lo habríamos hecho. Eso fue la mecha para la dinamita.
La explosión de estos veteranos Sonics ahora quedó capturada en disco: This is The Sonics, que aquí sólo se conseguirá en formato digital, trae esa crudeza y suciedad de mediados de los ’60 derechito hasta 2015. “Esa fue la dirección que quería tomar Jim Diamond, nuestro productor (quien trabajó con The White Stripes y también con la cantante y baterista argentina Andrea Alvarez). Cuando empezamos, nos dijo ‘Quiero capturar el fuego y la energía de aquellos primeros dos discos’. Ese era su objetivo. Nosotros hicimos lo que hacemos siempre: tocamos duro. Y él hizo bien su trabajo, creo que consiguió su objetivo.”
–Bueno, pero no suena a que hayan hecho un gran esfuerzo.
–Es que esa es nuestra actitud, igual que cuando tocamos en vivo: “¿Están listos? ¡Allá vamos!”. No tratamos de meter cinco sobregrabaciones ni de sonar como The Eagles (risas), simplemente fuimos quienes somos.
–¿Cómo fue para ustedes volver al estudio juntos después de tantos años?
–Fue muy disfrutable, muy divertido. Nuestro baterista actual, Dusty Jackson (la formación la completa el bajista Freddie Dennis), ha tocado continuamente durante más de veinticinco años; como productor asociado o sesionista, participó en más de cien discos. El fue una herramienta realmente buena para nosotros en el estudio. Y nosotros nos conocemos muy bien, hemos tocado por todo el mundo y nos sentimos cómodos sobre el escenario, así que meternos al estudio no fue un tema difícil. El disco es descendiente directo de aquellos dos. No sé, quizá Los Beatles sí podían terminar una canción rockera y grabar “Norwegian wood” o algo así, pero nosotros teníamos que ser quienes somos, no podíamos evolucionar. No podíamos decir “Ok, en este álbum vamos a sonar como los Foo Fighters”. No podemos hacer eso, tenemos que ser nosotros, por eso es que hay saxo y piano en todas esas canciones.
No, nada de eso. “Creo que estamos de regreso para siempre, o al menos hasta que nos parta un rayo o algo así”, se ríe Lind (incluso de la edad). “Estamos empezando una nueva gira por Estados Unidos y tenemos otra en Europa. Y ya estamos hablando de grabar otro álbum, quizás en el próximo invierno (boreal). Definitivamente queremos recuperar el tiempo perdido.”
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